martes, 23 de octubre de 2007




El presidente del PP y candidato de este partido a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, ha restado hoy importancia al cambio climático aludiendo a un primo suyo, catedrático de Física de la Universidad de Sevilla. "Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?", se ha preguntado el líder de la oposición. Por ello, ha aseverado, no podemos convertir esta cuestión "en el gran problema mundial".

Visto en El Pais.com

Ay, Mariano, Mariano. Las personas de derechas, los conservadores, los neoliberales a ultranza cree que lo que dijo Bonico del tó en Muchachada Nui es la más absoluta de las verdades. Y no es porque los diga Mariano, que también, sino porque aunque suelen creer en Dios, son lo más antropocéntricos que ha parido madre. Creen que la especie humana es inmortal. Que durará siempre. Bueno, es una opinión, pero esta vez no diré como otra cualquiera, porque no lo es. Es una oponión de lo más idiota que podamos decir. Y con esto no digo que nos vayamos a extinguir en 300 años, no, sino en algún momento de la historia finita de la Tierra nos iremos a hacer gárgaras. Es una tontería hablar del asunto, claro, está muy lejos. Si. Está lejos. Pero solo la visión del tema nos define. Somos eternos. Somos la leche. Yo diría que somos seres medianamente inteligentes de un pequeño planeta que da vueltas alrededor de un frio y alejado sol de la Vía Láctea. Ni más ni menos. Menospreciar el trabajo de científicos de todo el mundo, no ya solo por lo del cambio climático, sino por decirno que no sabemos predecir lo que ocurrirá. Este hombre poco sabe de los ciclos naturales, los ciclos de Milankovich, la sucesión de eras frías y cálidas. El mundo es asín y siempre fue asín. Es el más mejor de los mundos posibles, como diría Pangloss. Solo sabe de ciclos económicos, porque eso nos lo sacamos de la manga los hombres. Su primo el físico puede ser escéptico. No es malo ser escéptico en ciencia. Pero de ahí a desarrollar el paradigma rajoyano de la inexistencia del cambio climático por el: me lo ha dicho mi primo que es muy listo, dista un estadio. Además Mariano es Registrador de la Propiedad y poco saben de leyes naturales los registradores. Pero bueno, en este país opinamos hasta el potito de todo. Yo también ojito. Todo el mundo. Pero yo diré tal cosa no me gusta. Tal cosa es una mierda. Por ejemplo, no me gustan los bancos. Pero no digo, la economía de mercado no existe. Si existe y no me gusta. Como no me gusta el cambio climático. Nosotros poco podemos hacer en ese sentido. Estamos gobernados por gente que dice que el cambio climático no existe, que España va bien o mal dependiendo de si tiene el sillón o no, de papanatas que nos dicen que cerrando el grifo en casa salvamos el Amazonas. Los que tienen que cambiar algo son los gobiernos, los que regulan las empresas, que son las que contaminan. Los que regulan el mercado, los que fijan los precios. Yo poco puedo hacer al respecto. Cerrar un grifo y reciclar el plástico. Vaya parche. Es como si intentasemos para los movimientos de la falla de San Andrés con un par de tiritas. Papanatismo. Aplaca conciencias.

Yo creo que Mariano tiene la conciencia bien tranquila. Y eso es lo peor de todo.

lunes, 22 de octubre de 2007


Publicado originalmente en el fotolog de Lolamento como comentario.

El cansancio es algo común. Yo estoy cansado todo el día, y claro, no es nada físico, aunque también acompañe un poco. El cansancio es no saber hacía donde tirar, tener la sensación de que la vida se pasa y la contemplas, ya ni siquiera como vouyeur, sino como convidado de piedra. Vivir es muy duro, cansa. La incomprensión de lo que te rodea hace que las cosas sean niebla que ni puedes oler ni palpar con las manos. Y hay escenas que son las peores. En esas si soy mirón. Mirón y protagonista a la vez. La nostalgia, los recuerdos, las sensaciones olvidadas que quedan remanentes en el cerebro y que solas saltan ante un estímulo invisible.
Yo quiero retornar y no se puede. O el eterno retorno solo es válido en lo malo. Las cosas buenas se quedan enganchadas en clavos oxidados por el camino.

La noche está triste, Angélica. O a lo mejor soy yo. O a lo mejor es el mundo el que es triste y nosotros vemos las sombras, como si estuvieramos en la caverna.
Sombras del mundo real, ideal, perfecto. Tinieblas de otros tiempos, si no más felices más diluidos en la memoria, esa seleccionadora, la trilladora de la mies importante de las vivencias.

Vivir es cansado. Y creo que si te cansas demasiado es cuando llega la muerte (que no nos dexa a ninguno)

Te he puesto un rollo tan largo que lo voy a publicar en mi blog. ;)

Un beso mameluco.
Es virtual, pero no es ficción, por lo tanto es de verdad.

-----------------------------------

Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa ningunos.
Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.

La mejor y más ventura
pasa presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
La fama bive segura,
aunque se muera el dueño;
los otros bienes son sueño
y una çierta sepoltura.
La mejor y más ventura
pasa presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.

Juan del Enzina

jueves, 18 de octubre de 2007


Esta mañana me levanté y tenía mariposas en el estómago. Imagínense la sensación que tienen antes de un examen, un cita importante o ver “Supermodelo”, pero sin venir a cuento. Y esos días se que van a ser moviditos. Me pongo irritable, quejumbroso, me odio a mi mismo y por extensión a los demás. Y me pregunto una y otra vez: y esto, ¿para qué? Invierto un tiempo en un trabajo que me gusta hacer, pero falta la segunda parte, que es que ustedes opinen, lo lean y tal. No sirve de nada, creo estos días, hacer nada, pues estás solo y así seguirás el resto de tu vida. Las ganas de llorar se multiplican al escribir estas líneas: ¿soy un pesado? ¿demasiado enrevesado? ¿simplemente les da igual?

Eso parece.

No se preocupen, es una forma de flagelarme poniéndoles a ustedes de figuras. Pero los golpes me los llevo yo.

¿Por qué el mundo es así? ¿Quién sabe?

Los que sufrimos por ser de determinada manera no lo sabemos. Al menos yo.

Días conspiranoicos, que les digo.

Verán. Cuando vivía con Fran y Gaspar (ambos son mi familia más cercana) mi enfermedad (no tratada aún) me hacía ver sus chanzas (lógicas entre iguales -entre iguales de cabrones-) como grandes ataques personalísimos. Eran como si dieran en el clavo para hacer daño. Hacían frente común para sacarme de mis casillas. Hoy sé (y entonces, a lo mejor también) que en mi imaginación fértil el piensa mal y acertarás es un axioma tan correcto como el teorema de Pitágoras. Hoy soy el necio que cre ser el listo, porque los necios conjuran contra el. Soy un Ignatius J. Reilly más. Todos están en mi contra. Pero no es así. No soy tan importante. Me he de convencer. Pero no es fácil con el camión del Día descargando a escaso metros, con un resfriado importante y con el sol dando por saco. ¡Que llueva ya!

El día que llueva me voy de paseo y me curaré un poco.
No prometo nada.

miércoles, 17 de octubre de 2007


Esto lo escribí hará dos años. Lo he encontrado y aquí os lo pongo. Es una tontería, pero bueno.

La ratita presumida fue devorada anoche por el gatos con botas, que a su vez resultó herido de gravedad porque se encontró con el lobo feroz borracho, que salía de chirona, por los delitos de geronticidio en grado de tentativa, suplantación de personalidad con alevosía y lesiones a la propiedad ajena, por, comerse a la abuela de Caperucita, engañar a los siete cabritos y echar abajo las casas de dos cerditos, respectivamente, y que tenía ganas de armar follón. El sastrecillo valiente era su compañero de celda por matar a siete de un solo golpe, ambos eran compinches de los dos fenómenos que hicieron el traje nuevo del Emperador, que era lelo y amigo de toda la vida del Príncipe Azul que regía su reino con unas antiguas reglas que había escrito un secretario llamado Maquiavelo, italiano él, como Pinocho, que trabajaba de jefe de prensa de un famoso partido político de donde los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. Dorothy se divorció pronto del espantapájaros para fugarse con Juan sin Miedo, que había conocido el terror viéndoselas un día en el bingo con los enanos Mudito y Gruñón, que iban más puestos que un ciclista, y cabreados por que Blancanieves se había aliado con la Cenicienta para no trabajar nunca jamás. Los otros enanos se habían afiliado a Comisiones Obreras y dejaron de salir en los cuentos porque era muy burgués eso de vivir entre reyes y princesas, ogros ricos y pobres que se convertían en marqueses matando, que era más cosa de la CNT. Otro enanito, Sabihondo, leyendo a Sartre se había hecho nihilista vegetariano y solo comía cosas que no proyectaran sombra o col alemana fermentada, recomendación del Barón de Munchaüsen, que antes de formar una secta en la Luna y organizar el partido nacionalsocialista de su pueblo, era mensajero montado sobre balas de cañón, pero con los misiles de hoy en día ya no le compensaba ni con el plus de peligrosidad. Aladino trabajaba en el IKEA, pero no en la sección de lámparas, quería nuevos retos. Vendía colchones antiguisantes de Lo Mónaco para princesas con problemas de insomnio; antes tenía un concesionario de calabazas mágicas que se convertían en descapotables rojos, pero era un negocio muy ostentoso; además le puso un pleito el Hada Madrina por robo de propiedad intelectual. Otro que iba de culo era Simbad. Su yate hacía aguas. Además todos estaban hasta el último pelo del rollo hippie de su socio Sandokán. El pájaro Rok se había muerto hace años y en el valle en donde vivía, ya no había diamantes, solo peladillas, que echaban los de la agencia de viajes para contentar a los pocos niños que por allí se acercaban. Todo lo contrario que Hansel y Gretel que montaron una franquicia de casitas de chocolate de cartón piedra. El café era terrible y te cobraban dos euros, pero como en los centros comerciales solo hay porquerías por el estilo, se hacían ricos con los padres de los niños que esperan para las películas en los multicines. La Bruja cobraba royalties en su asilo, alejada ya del mundanal ruido. Ya no eran épocas de hechizo y maleficios, que te puede caer una demanda. Estaba liada con Geppeto, al que había conocido en el programa de Juan y Medio. Geppeto era viudo de la mujer que vivía en un zapato. Era sordo y utilizaba un sonotone que le había fabricado el Mago de Oz en un rato libre. Éste último se había hecho de oro con los bonos basura y jugaba al paddle con Mister Scrooge. Scrooge había vuelto a las andadas. Ya no creía en la Navidad ni en niños tullidos. Solo quería pasta gansa. Su empleado Bob Cratchit, acompañados por su hijo Tiny Tim y el sobrino díscolo de Ebenezer, eran sus testaferros. ¿Para que vivir como la cerillera esa que vende fósforos a los ricos? Véndeles gasolina para el Zippo o algo, pero no aprendía la lección y tenía que vivir de la Seguridad Social. Otro que tampoco aprendía la lección ni a tiros era Rapunzel. Vivía como una cerda en su torre. Todos creen que está medio loca, sobre todo porque rechazó trabajar para Loreal París. Era una adicta a los bollos que vendían Hansel y Gretel en sus tugurios. Estaba gorda como una ballena, por eso la pretendía Jonás. Pero no tenía nada que hacer porque olía mucho a pescado y estaba muy chapado a la antigua, como todos los del Antiguo Testamento. Incluso los de Sodoma y Gomorra se escandalizan hoy viendo la televisión. El que está curado de espantos era la Bestia. Está deprimido porque Bella se la pega con Jack, el de las judías mágicas. Ya solo se convertía en humano cuando venían visitas. Si eran de confianza no. Un día fue el jorobado de Notre Dame y ni se vistió el tío guarro. Cuasimodo, muy educado no dijo nada, pero a la Bestia se le estaba yendo la cabeza y apestaba a humanidad y a vino. La sirenita de Copenhague visitaba al mismo psiquiatra. La dualidad humana-pez le estaba pasando factura. Además como era nórdica tenía tendencias suicidas de vez en cuando. Un día se varó en una playa para morir de insolación y sequedad, pero fueron los del Greenpeace a joderle la marrana. Por lo menos allí conoció al que sería su tercer marido, Alibabá. Alí era tan rico desde que engañó a los ladrones, que se sentía culpable, e iba a todas las ONG que encontraba. Enanitos sin fronteras, Salvad a los Unicornios, Hechiceras Mundi… Éstas le leían la bola de cristal a los pobres, que se entristecían muchísimo cuando la pitonisa de turno les relataba su negro futuro, lleno de penalidades. El caso es que Alibabá fue a salvar a la sirenita, que estaba medio muerta y llena de chapapote, y se enamoró de ella y ella de él. Fueron de viaje de novios a Cancún haciendo escala en Nueva York. Los americanos miraban muy mal al novio y le confiscaron su kriss y una lata de dátiles, porque creían que era una bomba. Cuando le investigó el FBI descubrieron que había financiado hace unos años una célula de Al Qaeeda con Yafar, el hechicero enemigo de Aladino. Lo metieron en Guantánamo vestido de naranja y aguaron la fiesta de la sirenita. Finalmente abrazó la fe mormona y se convirtió en cristiana renacida. Últimamente se le ve de animadora en los partidos de los Utah Jazz.

Heidi sigue aún con Pedro. Viven felices en la montaña. La señorita Rottenmayer y el señor Seseman desaparecieron estando de visita. Clara se olía algo, pero no fue a los gendarmes de los Alpes porque era muy vaga. Desde que su amiguita de rojos mofletes la puso a andar el carácter se le agrió. Heidi y Pedro, pues, se habían convertido en una pareja de jóvenes asesinos psicópatas. Los alrededores de su casa estaban llenos de cadáveres. La mayoría eran niños despistados que llegaban desorientados por el flautista de Hamelin. Como estaban hartos de tanta fondeu, se comían a algunos. El abuelo estaba en un asilo e iban a verlo los fines de semanas pares. Estaba un poco pallá el buen hombre. Aunque no tanto como Ricitos de Oro. Tenía agorafobia y solo quería dormir en camas ajenas, comerse los desayunos de los demás. Cleptomanía galopante. A Mamá Oso, Papa Oso y bebé Oso los metieron en un zoo porque estaban en peligro de extinción. Los osos imbéciles no abundaban en los bosques. Ellos en vez de soplar a la comida como todo el mundo si estaba caliente, se iban a dar una vuelta. Claro, así les iba, que cualquiera que pasara se hincaba sus Kellog´s y andaban anoréxicos perdidos. La bella durmiente se despertó un día que no le correspondía. Tenía que besarle un príncipe y la besó un agente de seguros que pasaba por allí. Al besar a la dormilona el agente se convirtió en una apuesta rana. La bella, ya despierta, la pisó asqueada y se volvió a dormir a ver si llegaba el príncipe de una vez. Aún espero unos cuarenta años, pues las monarquías estaban de capa caída. A la gente le dio por las repúblicas, que daban muy poco juego en los cuentos. Los príncipes empezaron a casarse con presentadoras del telediario divorciadas o con borrachos agresivos, la fauna salvaje se extingue y los niños de todo el mundo son cada vez menos inocentes con “tanta” internet y esas cosas. Nadie quiera cosas ya oídas, solo la novedad. Ya la gente no busca novia con unos zapatitos de cristal o tienen a animales domésticos como casamenteros. La fantasía se ha perdido y nadie sabe como ha sido. Bueno, la imaginación tiene su sitio en las excusas de los políticos y en los programas de prensa rosáceo amarillenta. Bueno que colorín colorado este cuento se ha acabado y fueron felices y comieron perdices.

martes, 16 de octubre de 2007


Del blog de Ana Arándanos, copio y pego:

Los conciertos

De pequeña deseaba llevar gafas, tener aparato y romperme algo para que me pusieran una escayola y muletas. ¿Tú eras un poco subnormal de pequeña, no? Pues mira, eso parece. Me molaba llamar la atención y mis deseos se fueron cumpliendo sucesivamente, mostrándome que no era ninguna suerte llevar braquets, que las muletas eran súper incómodas y que ser miope me convertía en una especie de inválida con suerte que no sobreviviría en una isla desierta y por consiguiente sin oftalmólogos.

Otra de las cosas que anhelaba de pequeña era desmayarme. Me encantaba la idea de llevarme la mano a la frente y derrumbarme, eso sí, en plan ligera como una princesa, no torpe y pesada como un saco de boniatos. Por fin, un día me desmayé a causa de hacer el bien (doné sangre) y pude comprobar dos cosas:

-Que, efectivamente, todo el mundo te hace caso cuando te desmayas.

-Que se pasa jodidamente mal.

Bueno, digamos que desde que mi cuerpo falto de hierro probó lo de desmayarse le ha cogido el gustillo y ahora tengo una estúpida característica que a la gente le hace gracia pero que en realdiad es un poco putada: me desmayo en los conciertos. Es por el agobio de toda la gente (no sé si lo he comentado alguna vez pero soy gentefóbica, como Mameluco :P), y no es necesario que sea en la pista Heineken de algún macrofestival, también se da en minisalas. Esto pasa porque no me gustan los conciertos y mi cuerpo me protege y reacciona desenchufándose. No me malinterpretéis, me encanta la música y también la música en directo, pero odio los conciertos de la manera en que están planteados. Es decir, toda la gente DE PIE mirando a los músicos. A mi me gusta escucharlos, no mirarlos. Odio lo de los saltos en masa, las novias a los hombros de los novios, lo de poner el micrófono y que la gente cante y sobre todo lo de mecheritos… cuando estoy en un concierto suelo sentirme en plan: ¿qué cara debería poner? Una situación parecida a cuando la gente en el cole coreaba lo de “polaco el que no bote” y tú saltabas aunque te sintieras súper ridículo porque no querías ser tildado de polaco aunque no supieras qué coño significaba eso (hace poco me dijeron que era ser del barcelona). Pues eso, a mí me molaría un concierto en el que la banda no estuviera en el centro, sino en un lateral.; un sitio donde hubiera sillas y pudieras sentarte a escuchar; un sitio con una mesa con bebidas (preferentemente con ponche, que es muy de película americana) y una mini pista de baile donde pudieras salir a bailar con el chico que te gusta mientras suena tu canción favorita de fondo. Si alguna vez estoy podrida de dinero organizaré un concierto así en mi casa y el primero grupo que contrataré será Travis. Porque a mí me gusta la música como banda sonora, no como argumento. Y porque ahora estoy ñoña-con-sueño y Travis me va de perlas.


Lo que yo contesté...

Mameluco (02:00:09) :

Apunto. Soy muchagentefóbico y algunagentefóbico. El porqué de lo primero es bien descrito por Ana. Y lo segundo lo somos todos. Nos da repelús siempre alguién.
No puedo estar más de acuerdo con lo que dices, Ana. Los conciertos rodeados de gente saltando (en los festivales estivales, la más terrible de las situaciones para mi, la gente ni siquiera sabe muy bien quien está tocando debido al calimocho a precio de oro y sustancias adulteradas de todo pelaje) es una situación para desmayarse. Pero es que yo… no me desmayo. Y cuando iba a esos sitios sufría y sufría sin perder la consciencia, con el sabor agridulce de estar escuchando a tus músicos preferidos rodeados de gente sudando y eufórica.
Lo mejor son los conciertos en teatros. Yo he tenido el lujo de ver a Sonic Youth y a Yo la tengo en teatros y puedo decir que la experiencia merece la pena. La conexión con un público atento al más mínimo detalle es increible y la cercanía impagable.
Yo me pido a Beck en concierto acustico para 50 personas. Con eso sería feliz.

Yo también me desmayo, pero fue por un golpe cuando iba a comprar una tableta de chocolate. Bajaba las escaleras, de repente todo fue oscuridad y lo siguiente que recuerdo es a mi madre, a mi padre y a mi abuelo enseñandome un trozo de chocolate Nestlé y ver el reguero de sangre dejado por mi por toda la casa. ¡Que cosas!

viernes, 12 de octubre de 2007


La mañana empezaba bien. Solo dos cartas del banco y una de publicidad de una tienda de colchones. Los bancos solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Mis números eran rojo profundo y las paredes se descascarillaban a mi alrededor. Mientras bajaba a la calle algo me impulso a mirar hacía arriba. En al cielo se arremolinaba una nube. Jamás había visto limbos y cúmulos hacer un sumidero. Ya no podía decir lo mismo. Ahora lo veía con claridad meridiana. Seguí andando, creyendo que era un fenómeno metereológico. Cuando llegué al bar me incliné sobre la barra para coger el periódico y al fin me percate. No había nadie. La gente había desaparecido. Normalmente no me fijo en la gente y por eso no caí en la cuenta. Estaba solo en el bar, un lunes a las 10 de la mañana. Era extraño. No había camareros. No había clientes. Y lo peor de todo, el periódico era de ayer. Ayer era domingo y los domingos no salgo de la cama porque me da mala suerte. Las peores cosas pasan los domingos. La crucifixión de Cristo debió de ser un domingo y no un viernes como nos vienen diciendo. La caída del Imperio Romano, el nacimiento de Goebbels y el nacimiento del trabajo debieron pasar en domingo, concretamente un domingo por la tarde, con todo el tedio y el aburrimiento. Bueno, lo claro era que algo había sucedido. Que no haya nadie no es normal, aunque siempre lo había soñado. Jamás imaginé que yo fuera “El último hombre vivo”. No se si los demás estaban muertos. Yo no vi cadáveres. Entré en la barra y me hice un café. Jamás había hecho café en una cafetera, pero debo ser de los que aprende por imitación como los chimpancés, porque el café me supo a gloria. Me tosté el pan y cogí dos tarrinitas de mantequilla. Pasaron las horas y los días y nada se sabía de los que me rodeaban. Campaba a mis anchas por la ciudad intacta. Parecía el día de una huelga general. A lo mejor tenía que ver con el remolino del cielo. Sería mucha casualidad que los hechos no estuvieran conectados…

jueves, 11 de octubre de 2007


Continuando con lo que comentaba el otro día de su majestad inflamable, sigo por ese camino en mi cabeza. Los símbolos. ¿Por qué a la gente le llega tanto una simbología determinada? ¿Por qué algunos las necesitan para vivir? ¿Qué hace de un trozo de tela algo por lo que morir o matar? Claro está, es algo relacionado con lo más íntimo de cada uno. Las motivaciones, las opciones barajadas, el miedo o el odio o un yo no se qué.

Imaginemos que un marciano viene y le da por quemar un emblema de la tierra, a la que pertenecemos todos. Si lo ven los que se rasgan las vestiduras por una tendencia u otra, no se como reaccionarían. ¿Se sentirían unidos como humanos?¿Les daría igual? Yo creo que se sentirían ofendidos y que la investigación espacial se adelantaría 100 años. Habría que atacar Marte, sin duda, por semejante agravio. Me imagino a todos juntos quemando imágenes de aliens en sentadas por la guerra interplanetaria. Después habría lo que dijeran que a lo mejor es un símbolo de bienvenida y que vienen en son de paz. Pero eso son disquisiciones de ciencia ficción. Lo que tenemos ahora es gente que se ofende por ataques a unos objetos, materializaciones sin duda de esquemas mentales, de órdenes imperantes o de soterrados odios enconados. La imagen del rey no es solo la imagen de un monarca Borbón, parece ser. No es símbolo de la monarquía, sino de otras ideas que se le antojan a una parte de la sociedad como el no va más. Es ataque contra la unidad de España, contra la Constitución, contra las personas de orden y eso pasa por negociar con los terroristas. Por otra parte la Senyera o la Ikurriña, símbolos de pueblos también, significan para unos libertad y para otros desvertebración de España. Y yo me digo a mi mismo, son trozos de cartón, papel, telas de colores… O yo soy imbécil o es que mis ideas e inquietudes no se materializan en nada concreto. Delante mío podrían quemar de todo, creo yo. Libros, efigies, banderas o lo que quieran. Allá los pirómanos.

Los símbolos, como símbolos me parecen cosas de un pasado remoto, cuando el hombre creía en el trueno, en el sol, en la madre tierra. También es verdad que todos los sistemas del mundo han utilizado una puesta en escena para demostrar afección a tal o cual régimen político. Demostraciones sindicales, desfiles, juras de bandera, espectáculos audiovisuales… Fascistas, comunistas, demócratas, todos han echado mano de unos símbolos. Y la gente cae. Es una forma de manipulación el inculcar amor a los objetos. Un fetichismo a lo aglutinante. Si usted ama a un osito de peluches que tenía de pequeño, lo comprendo. Es su elección personal. Desecho ese odioso juguete que le regalo su tía la del pueblo y escogió entro todas sus mínimas posesiones su osito.

Pero esos objetos compartidos, esas efigies que representan algo detestable casi siempre, son síntomas de alienación. Las personas de ideas libres y avanzadas supongo que no necesitan de símbolos, porque tienen la razón de su parte. Cuando alguien ama tanto algo la forma de actuar es irracional. Lo irracional esta bien para el amor, para el arte… pero es fatal para los gobiernos justos y equilibrados. Sé que lo que hablo es utopía, pero molestarse tanto por una tontería me parece hasta punible por las leyes.

Las personas deberíamos ser de Vulcano para la cuestión política y utilizar la razón. Cerebro Vs. Entrañas. Donde suele estar la mierda, casi siempre gana.



Update:

En México, a Paulina Rubio, una de las tías más tontas de la creación (no tiene nad que ver con esto) le pueden multar e incluso arrestar en su domicilio por salir cubriendo su desnudez operada con la bandera del país.

A lo que escribe un gracioso en la página de Telecinco:


Paulina Rubio

EXHIBIR LA BANDERA. La cosa va de banderas. Rajoy pide que honremos y exhibamos nuestra bandera, y Paulina hace lo propio con la suya. El resultado en los dos casos ha sido el mismo: polémica. La revista de moda Cosmopolitan ha publicado, en su número de octubre, una fotografía en la que aparece la cantante mexicana completamente desnuda y envuelta en la bandera de su país, lo que, según el artículo 56 de la Ley del Uso de la Bandera de México, es ilegal. La multa que debería pagar la cantante podría superar los 4.000 dólares. Según unas declaraciones de la madre de Paulina, esta no autorizó el uso de esta imagen. Susana Dosamantes asegura que esta foto es antigua y que "la están publicando como si fuera actual". En cualquier caso parece que las banderas no traen más que controversia.


martes, 9 de octubre de 2007



Los cortinajes impiden que los rayos de sol fulmine mi cuerpo sésil postrado en la nueva silla naranja. Los ruidos se oyen más o menos lejanos en la calle, menos cuando pasa un camión o alguien hablando por la acera. Son lo inconvenientes de vivir en un bajo a ras del suelo. Un bajo que tiene sol, fíjense, no como esos bajos de las ciudades que solo ven el sol cuando el que allí vive o comercia pone la tele y salen los soles en los mapas del tiempo. A mi el sol no me gusta demasiado. Siempre voy con gafas de sol para protegerme de esa luz. En invierno la luz es blanca, en otoño es gris, en primavera es amarillenta y en verano es hasta azul, por el cielo sin nubes. Esa es mi percepción. No he hecho análisis de longitudes de ondas, ni espectrometrías. Simplemente yo me protejo de la luz. No sé a donde quiero ir a parar. Tampoco importa demasiado. Todos los caminos conducen a Roma. Roma debe estar llena de gente durante todo el año. Yo, al ser sésil, no tengo mucho recorrido, y solo me mezo acorde con las corrientes que depara mi cabeza. Mi cabeza, mi mente no es sésil, ya me gustaría. Ella se va pallá pacá, vuelve a descansar y se vuelve a ir. Nunca está quieta. Si no imagina fragmentos de vidas no vividas, reconstruye pueblos barojianos, recorre universos ominosos donde gases con nombre te alcanzan y entonces vives en el infierno. Propósitos. Hago propósitos que son vencidos en el suelo, pues cuando amanece y me despierto, solo quedan restos del naufragio. Si, las naves de la voluntad, se volvieron a hundir, como siempre hacen por las noches, y sus restos carcomidos por la sal y la arena de las olas, se pudren al sol. Este es otro sol. Este sol es naranja, naranja de películas de safari. Es un sol que me estoy inventando ahora mismo, o lo invente en la infancia, jugando con los clics en un atolón tropical. Siempre eran atolones tropicales con uno o varios piratas colgados de un árbol de plástico. Como el único árbol que tenía, aparte de las palmeras del belén, era una acacia de la sabana, mis aventuras piratas siempre tuvieron ese sol africano, que huele a polvo y a boñigas. Bueno, mi mente ahora está sujeta por las teclas y la luz del monitor y el flexo. Pero por poco tiempo, porque creo que esto se acaba aquí. Bueno, no del todo. Todavía quedan sus comentarios…

lunes, 8 de octubre de 2007

Capitulo MMMCDVXIII

Legajo 456.-B

Decían que debajo del cemento había un país antes. También se oía, y los ancianos lo contaban en los parques públicos que los árboles nacían solos y fuera de los tiestos. La tierra era marrón, amarilla, parda y ocre y las plantas crecían por propia iniciativa. En el museo de entolomología leí que los insectos, eso bichos que vemos hoy en metacrilato, anduvieron una vez por todos los sitios. ¿Os imagináis que asco?...
###################################################################
Conocí un día a Blas, un anciano del sector 14. Era extraño. No lo eliminaron en la purga de vejestorios del 79. Parece ser que en su juventud prestó tantos servicios al Partido que lo liberaron de las purgas y las eutanasias populares. No hablaba mucho. Miraba al infinito, a los edificios colosales de las avenidas y decían que le habían engañado. ¿Engaño? ¿El progreso es un engaño? Eso le pregunté, y me dijo que el partido no había sido progresista nunca. Ante tal blasfemia me aparté del viejo y mandé una reclamación resolutiva. Me denegaron la deportación. Blas era más importante de lo que yo creía. Había sido Líder Supremo durante 24 años. Eso leí por internet. Desde que prohibieron la historia en los colegios, se confunden muchas veces los términos. Blas fue el inventor de muchos de los sistemas legales del Estado. Los juicios rápidos por polígrafo, la silla nuclear o las vacaciones quincenales fueron ideas suyas. Ahora comprendo que es un hombre importante. Pero me da igual eso ahora. Blasfemó contra el partido, y eso está mal. Deberían habérselo llevado a la residencia…
####################################################################
Los vecinos tuvieron ayer un hijo. Lo encargaron el año pasado. Se retrasó un poco porque la instancia estaba mal enfocada. Yo mismo se las corregí. Son bastantes excéntricos. Han pedido un niño negro. Por lo que se ve, el padre, mi vecino, tenía antepasados de color, y eligió esa configuración genética. Me parece bien. No hay muchos niños negros. Desde la Guerra Racial, solo quedamos blancos y amarillos. Los que saben de buena tinta que su pasado no es racialmente higiénico hacen estas cosas. El estado debe amar igual a los de todas las razas. Creo que firmaré la petición para ahorrarle unos años de cárcel cuando nazca. Desde el 24 ser negro es ilegal. Ahora que no hace falta la ley deberían derogarla. Bueno, al fin de al cabo hacen la vista gorda…

domingo, 7 de octubre de 2007

Al paso que vamos, vamos a cambiar la expresión cheli “estás más quemao que la moto un jipi” por la más actual “estás más quemao quel retrato el rey”.

Si, últimamente vemos en las noticias como “jóvenes encapuchados” (fíjense que es una coletilla que les gusta mucho “de” decir en los telediarios) queman las efigies reales, tanto como la de de Juan Carlos, como la de Sofía, para chanza del personal allí congregado. Siempre son pancartistas, hay que decir. A mi me parece perfecto. Pero me parece perfecto porque quiero que exista el derecho de que se pueda hacer, sea quien sea y venga de donde venga. Eso es libertad de expresión. Y no hay que darle más vueltas. Otra cosa es que los que queman las fotografías de los reyes sean unos imbéciles y le hacen el jueguecito a la derecha antediluviana que se estila por estos lares. Esos jóvenes de Esquerra, con sus rastas, sus pañuelos palestinos y su aire de “vamos a cambiar el mundo” me caen muy mal, pero como digo están en su derecho. Lo de la libertad de expresión esta siempre en boga en este bendito país. Será porque nuestra pseudodemocracia es muy joven aún. El distingo entre si queman la foto del monarca o su prima la del pueblo me parece anticonstitucional, por aquello de la igualdad entre los miembros de nuestra sociedad, de nuestro Estado de Derecho (esto a quien les encanta decirlo es a los políticos, como se notan que han estudiado leyes). Pero parece que si sales en las monedas (que se restriegan de mano sucia en mano sucia) eres más intocable.


Y los mentecatos revolucionarios de postal me siguen cayendo muy, pero que muy mal. Me cae mejor el rey, porque es muy “campechano” (tópicos hasta morir, jajaja). Aunque su figura me parezca obsoleta, fuera de tiempo. Un anacronismo del viejo régimen, un vestigio de la pintoresca vieja Europa de nuestros antepasados. Las democracias deberían ser repúblicas, pues el “gobierno del pueblo” se supone que es “una cosa pública”. A lo que voy, que soy republicano como el que más, y que me parece muy bien que se quemen imágenes de Juan Carlos, de Torrebruno o de Aida de Gran Hermano. Pero los tontainas catalanistas me siguen cayendo mal. Y me parece que se lo ponen en bandeja a Federico para que hable por la radio. Y para que los conservadores se froten las manos diciendo que los quemareyes son amigos de Zapatero. Pero esto ya lo he dicho ya, ¿no?
La libertad de expresión, ya lo he dicho muchas veces en donde me hayan querido escuchar, no es una cuestión de gusto. Si han visto la peli “El escándalo de Larry Flynt” tendrán una visión más precisa de lo que quiero decir. Larry Flynt es un editor de pornografía y zafiedades, y decía en algún momento una cosa por este estilo: “Si las leyes me protegen a mi, que hago basura, imagínense a los ciudadanos con algo importante que decir”. Pues eso. Que hay que proteger incluso lo feo y chabacano, porque es una forma de expresión como cualquier otra. A los bienpensantes les parece ofensivo las procacidades, las marranadas y las palabrotas, hay que evitarlo, dicen. Pero no se paran a pensar que sus ritos, sus comportamientos y sus ideas me parecen a mí repulsivas y erradicables por completo. Pero que cada uno se acerque el ascua a su sardina y supongo que se compensará. Aunque no se. En este país se equipara tanto la palabra al asesinato, que lo mismo por decir esto me están acusando de ser de la ETA, como a los hijos de la familia Alcántara en su pueblo, fíjense.

Pues a mi, plín.

sábado, 6 de octubre de 2007


Hoy he soñado que había una feria. Una feria religiosa. No sé como, pero todo empezaba en un río, cerca de casa. En un meandro abandonado, mujeres con vestidos de flores, autentica white trash, jugaban y decían discursos acerca de Jesús. Yo miraba absorto, y me dirigí hacía una nave que estaba llena de cosas. Pequeños stands destartalados con juegos de azar, libros y serpientes y otros animales. Había muchas serpientes, eso si estaba claro, y oía mal. Un par de rednecks tenían un juego para ganar una Biblia. Pero como ya hemos aprendido de las experiencias propias, y con los Simpsons, los feriantes son de armas tomar. Se suponía que una de las pequeñas piezas de alambre, que formaban una especie de puzzle, se tenía que levantar. Valía un euro la tirada. Ofrecí 50 y no me aceptaron la jugada. Había menos de 50 estructuras de alambre, y demostraría que todas estaban fijas. Les reproche que el libro que regalaban contemplaba el robo como pecado y se quedaron con una sonrisa estúpida. Rebuscando vi discos y no sé porque me compre uno de Bobby Darin. Cuando lo abrí era un circulo gordo, de pizarra, en excelente estado, con una galleta de llamativos colores. Después hubo una especie de reunión del cinturón de la Biblia y ya me acuerdo de poco más.

Los tiempos en los que se sueñan determina el mundo vigil. Tengo el recuerdo de todas estas cosas como si hubiesen pasado hace tiempo, pero que son de verdad en mi memoria. Supongo que a todos nos pasará lo mismo.

viernes, 5 de octubre de 2007



Escribí este relato hace como dos o tres años. Es un poco ingenuo, un poco infantil, pero la premisa fue tratar horrores cósmicos y ominosos. Espero que os guste, si es que os lo leeis, vamos.

--------------------------------------------------------------------


No sé cuantas horas estuve atrapado en esa guarida espantosa. La habitación era húmeda. El moho, implacable, inundaba cualquier sitio donde pudiera reproducirse. No le faltaban lugares, desde luego. Miles de desperdicios se desparramaban por el suelo y los escasos muebles. El olor irrespirable que emanaba de todos los rincones era lo peor. No te acostumbrabas nunca a aquel hedor infernal. La falta de luz y el sofocante calor era lo de menos. Tampoco importaba que todo lo que tocaras fuese viscoso, gelatinoso, resbaladizo; total, no lo podías ver bien. Se oían voces y gritos a lo lejos, que luego cesaron. Tenía las muñecas y los tobillos magullados. Tardé mucho en librarme de las rudas cuerdas que me amarraban a una silla que chirriaba. Mi mano izquierda estaba paralizada y un débil pero constante hilo de sangre manaba de más arriba. Me ardían las muñecas. Cojeaba por la estancia, lentamente, me costaba respirar. Ese olor. Si querías observar algo bien te tenías que acercar mucho. Las veces que lo intenté me arrepentí inmediatamente. De repente me di cuenta de que algo reptaba por el suelo, hecho que hizo que volviera a buscar la silla que me había servido de jaula. Me subí en ella. Con las rodillas arqueadas y el cuello torcido permanecí inmóvil. Mi cuerpo maltrecho estaba entre una silla tambaleante y un techo con textura cartilaginosa. Una especie de polillas grandes revoloteaban a mi alrededor chocando una y otra vez con mi cara, hinchada por los golpes. Trataba de espantarlas con movimientos bruscos de cabeza y con soplidos. No quería moverme bajo ningún concepto. Abajo, sobre el piso, aquella cosa se movía. No podía verla, apenas oírla, pero sentía su presencia. Los escalofríos recorrían mi espalda desde la rabadilla hasta el cogote. Mis labios temblaban. Mis ojos, hartos de llorar, se habían cubierto de lágrimas secas. Con mis manos intentaba mantener mi precario equilibrio sobre aquella maldita silla como si fuera un payaso funambulista a merced de aquello. Pasó el tiempo. No sé cuanto. Mucho, supongo. El cansancio y el dolor me estaban venciendo cuando eso empezó a empujar mi pedestal de madera crujiente. El miedo me hizo olvidar todo. La fatiga y el esfuerzo de tener las piernas dobladas con un ángulo incomodísimo desaparecieron. Mi respiración, que hasta entonces fue ruidosa y arítmica, se ralentizó dé tal modo que creo que dejó de entrar aire en mis pulmones. El sudor, abundante y liquido, se volvió denso y escaso. La silla empezó de nuevo a moverse, esta vez no tan bruscamente. Algo escalaba por las patas. Hubo un momento en que dejó de chirriar. Yo intentaba permanecer quieto como una estatua y aún seguí así cuando sentí un extraño cosquilleo en mis pies. Luego la rara sensación que sufría siguió por los tobillos, por los gemelos; una vez que llegó a las rodillas no pude mantenerme más en pie y caí. Parecía que todo llegaba a su fin. La caída fue larga, como si el tiempo fuese a cámara lenta. Mis miembros se contorsionaban como si yo fuese un pelele. Unos ojos me miraban con inexpresividad. Todo se iluminó. La extraña sensación, entre picor leve e insensibilidad, como cuando vas al dentista, tomó posesión de mi cuerpo en cuanto llegué al suelo y lo toqué con el codo. De repente, la oscuridad. El color negro lo tomó todo. Silencio. Una tranquilidad, inédita en mí, me sumía en un placentero relax.

Permanecí en coma durante 31 días.

Según los médicos, algo me había ocurrido durante una inspección rutinaria a un bloque de pisos que iba a ser demolido, que se suponía deshabitado.-No- pensé, ese viejo... -Mirad mi cuerpo podrido- gritaba.

La enfermera que me acompañaba me intentaba tranquilizar.

-Su cuerpo está bien. Solo tiene arañazos que se han curado ya. Tranquilícese-

Algo extraño había ocurrido y no sabía muy bien que. Pasaron los días, las semanas. También los meses. Mi mente había borrado de mi memoria algo, que no logro recordar. En mis sueños casi acaricio el final de todo lo que pasó aquel día. Es curioso pero tampoco me acuerdo del principio.

Mi reclusión en el manicomio era voluntaria, pues no conocía a nadie ni tenía familia alguna. No me sentía preparado para volver a la vida normal. Solo una sensación de ser observado me alejaban de mi aptitud normal. Sueños extraños que me reclamaban en un lugar lejano e inhóspito.

Un día de invierno, en el que el viento zumbaba y agitaba los árboles pelados del jardín, volví a sentir ese nauseabundo olor de nuevo. Grité. Me revolqué por las frías losillas del suelo del sanatorio. Miré y allí lo vi. Era un viejo que me observaba con una inexpresividad inconcebible para un humano. Y ese hedor del mismísimo infierno.

Cuando me hube tranquilizado, a base de calmantes, tuve la resolución de ir a ver al ser que me había atormentado tanto aquel horrendo día en el que mi cuerpo se volvió negro. Estaba sentado en una silla de rueda, oteando el horizonte. Me miró de nuevo y mi nariz empezó a irritarse otra vez. Una enfermera se acercó.

- Está ausente, el pobre. Lo encontraron vagando por un solar abandonado. Quería volver a su casa, pero nadie sabe donde vive-

- Yo si lo sé- dije, sin pensar.- El no es de este mundo o de esta época. Su casa está a distancias infinitas, imposibles de concebir por nuestra mente-

El viejo me volvió a mirar. Y calló. No sé como lo sabía, pero así era.

La enfermera me acompañó a mi habitación creyendo que deliraba.

Aquella noche hubo un apagón en nuestro pabellón. De nuevo sentí ese cosquilleo. Yo lo esperaba. Daba igual. Algo debí descubrir cuando entré a la extraña habitación negra del edificio abandonado. Algún secreto inescrutable y terrible. Mi mente iba recordando. Comprendí que mi destino era diferente al que había vivido desde que salí de ese bloque de pisos a punto de ser derruido. El futuro no debía haber sido este.

De nuevo, la mirada del viejo. Inexpresiva como la de un pescado muerto. El olor de la muerte negra.

- Me costó encontrarte- dijo el anciano – te llevaré donde debes estar, junto a los míos -

Intenté incorporarme, pero la anestésica sensación de ser tomado por miríadas de células negras me lo impidió. El viejo puso los ojos en blanco y empezó a recitar unas extrañas palabras en un perdido lenguaje, alejado de la locución humana normal. Una luz pálida llenó mi cuarto y un calor sofocante me recordaba a mi cautiverio en esa habitación maldita. Baje la mirada hacia mi inmóvil cuerpo y la masa negra ya llegaba casi a mi cabeza. La corrupción de mi cuerpo iba acompañada del hedor mortecino que tanto me había angustiado en mis pesadillas. Solo hubo tiempo para un aterrador grito de auxilio, ya inútil. Cerré los ojos y desde entonces mi mente se encuentra en una dimensión alejada y recóndita del vasto universo. No comprendo nada; ni siquiera lo intento. Ahora ya da lo mismo.

Epílogo

Del cuerpo de Daniel Trabbot solo se encontró una especie de escoria negruzca, cenicienta, con un terrible olor a podrido. El viejo, que lo acompañaba en su habitación también murió aquella noche en la que la luz se fue. De hecho parecía que estaba muerto desde hacia ya mucho tiempo. La policía dio el caso por cerrado y tan solo un psiquiatra heterodoxo del hospital mental se aventuró a dar hipótesis vagas de lo que podía haber ocurrido. Se habían dado algunos casos similares en Indonesia, relacionados con antiguos cultos ancestrales, hoy ya olvidados, que se remontan a un tiempo ignoto anterior al hombre. Nadie le hizo demasiado caso. Muertos que se convierten en cenizas apestosas... Era raro de creer. Algún tiempo después el médico desapareció durante una expedición por tierras inexploradas y tampoco se volvió a saber nada de él. Ninguna persona lo sintió o lo echó de menos... A veces es mejor mirar hacia otro lado para seguir adelante.


Desde aquí, desde el abismo de una noche eterna, puedo responder a una pregunta que el ser humano se ha hecho repetidamente a lo largo de su existencia. La vida eterna existe: EL INFIERNO DE LA NADA. Para siempre.

jueves, 4 de octubre de 2007


Hace algunos días, quizás sean ya semanas, se me mezclan las fechas. Bueno, hace ya algún tiempo pensé en renacer. Si. Renacer. Había pasado unas fiebres. Creo que me picó un bicho. El caso es que tras estar en cama, con dolores y sueños raros, a las 36 horas me dormí, y soñé, y desperté como no me sentía hacía mucho tiempo. Mis articulaciones no dolían. Estaban engrasadas. La pierna no me ardía y una extraña sensación de bienestar fluía de mi interior. Una luz blanca de final de verano inundaba todo. Los árboles se mecían y sus hojas temblaban con los vientos del oeste (licencia literaria que me tomo, no sé de donde vienen los vientos en mi casa del campo) Esto debe ser el renacimiento, pensé. A lo mejor las cosas si mejoran, me sugerí a mi mismo, con más fantasía que convencimiento. Luego ese día pasó, y luego otro; para continuar otro día, otra semana, para demostrar que el tal renacimiento fue cosa puntual, una anécdota en el calendario, una rara avis en los días del acontecimiento anodino de mi existencia. Bueno, la verdad es que el verano al menos fue un renacimiento a la lectura, con algo de escritura y de reconciliación momentánea con mi mente. Le debía desde hace tiempo la paz y el sosiego, factura por pagar el peaje del estudio. Puse al día mi saldo negativo con los libros. Pero claro, todo lo bueno se acaba. Como un axioma condenatorio, como la sentencia de un viejo juez artrítico, todo lo bueno acaba. Y quizás lo bueno sea bueno por eso mismo, por su caducidad.

Escribí el párrafo anterior hace una semana, en Córdoba, cuando regresaba del psiquiatra. Mi pelo estaba puntiagudo por el líquido que me hecho para hacerme un electroencefalograma. Nunca me habían hecho tal cosa. Era raro. Me salió normal. La consulta del médico era como las que veía de pequeño, cuando ir a Córdoba era un acontecimiento especial. Forrada de madera, con muchos libros y con aspecto nobiliario venido a menos. Escribía las palabras en la cafetería Roldán y observaba a la gente. Me gusta ir solo a las cafeterías. Si vas con alguien no observas. La cuestión es que el médico no me diagnosticó, sino que escucho mi diagnostico, oído ya mil veces. El renaciendo verdadero era el de mis problemas mentales. Ese enfrentarse a la vida que me tiene loco. Esa ineptitud que hace que me ahogue en un salivazo. Renacimiento. Mi mente es como un cangrejo en una playa y anda hacía atrás, hacía la edad de las tinieblas. Reaccionario, le digo, como le diría Mafalda al cangrejito del cono sur.

Dibujo: Fetus de Leonardo da Vinci

 
Add to Technorati Favorites Creative Commons License
Mameluco´s Blog by Miguel Morales Merino is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 2.5 España License.