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miércoles, 14 de octubre de 2009

El tiempo majareta

Para mi gusto, y es gusto estrictamente personal, creo que el veranillo del membrillo este se está alargando demasiado. ¿Dónde está el estúpido entretiempo con el pelo removido por el viento y los arco-iris entre los cielos entreverados de grises y azules? Después vendrá el frío, como los últimos años, como un caco entra a una casa, con nocturnidad, alevosía y mucha mala uva. Nos quedaremos pajaritos a las primeras de cambio, sin el otoño en lozanía, sin las setas y las bayas, sin tardes quietas y silenciosas como el arpa de Bécquer, sin tan siquiera oír llover en las largas noches de noviembre. Pero parece que me adelanto a los acontecimientos. Solo es 13 de Octubre. Bueno, ya, por cuatro minutos, 14. Recuerdo haber ido al campo con la carrera, en el lejano año 95, y asarme como un pollo en estas fechas. Si, ese fue el año sin nieve en Sierra Nevada. ¿Será una cosa cíclica? Quizás. Que el tiempo está loco no es cosa nueva. Ya lo decían los antiguos, que de esto saben mucho. Igual te dicen el tiempo que va a hacer dentro de dos meses por que le ha dado un paralí a la Luna (un eclipse) o porque los grillos cebolleros este año se han apareado antes de San Froilán.

Al ser una persona ternesca, al estar gordo, que no fuertecito, el frío para mí es últimamente una entelequia hasta que no llega diciembre. El fresquito de por la noche es una cosa agradable, pero hecho de menos cuando era chico y mi madre me forraba como si fuese una cebolla con capas y capas. Ahora tengo una reserva adiposa que me permite ir con manga en casa todo el año (aquí no hay calefacción central ¿eh?).

Pero ¿por qué tanto cambio? ¿es el clima o seré yo? La respuesta más parsimoniosa nos dice que somos los dos. Yo cambio porque me hago viejo, y el clima… si supiera los parámetros exactos de este cambio climático cobraría millones y me darían un premio Nobel. Digamos que es la suma de la madre naturaleza y la naturaleza del hombre, que en un feed back torticero y socarrón hace que el tiempo esté más loco que nunca.

Diga lo que diga el primo de Rajoy.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mi clase de 1.º de EGB



De izquierda a derecha y de arriba abajo.

1 Fila: Yo, Julio, Fernando “Chapeo”, la señorita Mari Carmen con Ana en brazos, Marina, Raquel e Isabelita

2 Fila: Osuna, Mari Carmen “de Baldomero”, Manolo “el Chivo”, Pepito “Jardinero”, Francis y Rafa Ramírez “Felipe”.

Entre 2 y 3 Fila: Juanito “Rabiche”, Miguel Ángel y José Manuel.

4 Fila (contando todas las niñas de abajo): Paqui, Isa Morales, Loli, Charito, Encarni, la “Puchi” y Tere.

Dénle y se pondrá la foto grande.


Ha llovido desde entonces. Para empezar nuestra clase de 1º ya no es una clase, es la Radio Municipal. Ya no hay escuelas en las Escuelas Reales. Esa foto es de cualquier día del año 81 u 82. Falta alguno. No veo a Diego, y Diego estaba con nosotros en esa clase. Porque yo hice de nube y él de sol. Me acuerdo como si fuese ayer. Además tuve movida porque llamé a su madre curiosa. Siempre nos miraba por la ventana. Pero eso son cosas de niños. De niños que no se callan. Yo ya no soy ningún niño, y sigo no callándome. Pero bueno, siempre seré un niño si me tratas con cariño, que decía Santiago Auseron en La Bola de Cristal. Soy más prudente, aunque no mucho.

Me acuerdo de todos más o menos. Es fácil en un pueblo. No le pierdes la pista a casi nadie, a no ser que se vayan. Osuna y José Manuel se fueron. Nunca los volví a ver. Paqui se fue más tarde, pero no sé si la reconocería hoy. El resto estuvieron conmigo algunos hasta octavo de EGB, y algunos hasta el instituto, no les digo más.

Algunos son hoy amigos míos. Siempre lo serán. O por lo menos los tendré como tales. Con Julio pasé toda mi infancia en los aledaños de la imprenta. Con Miguel Ángel, con Fernando, con Manolo estuve en el Llano de San Rafael alguna tarde que otra.

Es muy extraño vernos ahí, cuando éramos tan niños y los derroteros de la vida. Como hemos acabado unos y otros. Bueno, a lo mejor esto de acabar no es la palabra indicada. Más bien hasta donde hemos llegado hasta ahora. Si les digo la verdad muchos ni se lo que hacen. Con algunos me paro a charlar, claro. Sobre todo con Manolo, que fue quien me sugirió que publicara esta foto que se me antoja tan lejos, tan cerca. Lejos en la distancia del tiempo, pero cerca en sensaciones. Estoy simplificando mucho, claro.

La clase era típica clase de escuela franquista, pero al que los colores chillones de unos nuevos aires de transición les habían llegado en forma de triángulos, círculos, cuadrados y rectángulos de colores, que era como se llamaba cada una de las mesas. ¿Yo era del triángulo azul? Parece una logia, pero era mi mesa. Las losas del suelo hidráulico eran grises y Burdeos, en contraste con las mesas y sillas, que ya eran de nueva hornada, verdes claras, como serían el resto de nuestra carrera escolar. La señorita Mari Carmen nos hizo desaprender lo que habíamos aprendido en parvulitos. Los conocimientos eficaces, quiero decir. Nos lo hizo olvidar a base de imaginación, historias y cosas bonitas. A las madres les preocupaba, creo. Era una mujer muy cariñosa con nosotros. Los viernes por la tarde, su marido, que era veterinario, iba al aula y nos contaba historias y nos tocaba canciones con una guitarra española. Eso, seguramente no estaba en los planes de estudio, pero daba igual, ¿no? Solo nos dio ese año, porque la trasladaron. Al año siguiente tuvimos a otro profesor, Don José Criado. Allí nuestra educación de hacer cuentas y dictados continuó su curso. Yo no aprendí a hacer cuentas bien hasta que tuve 18 años, por si les sirve de algo el dato. Y aprendí por las cuentas del súper cuando me fui a vivir fuera de casa. Supongo que la función hace al órgano.

Yo fui un niño feliz, pero a la vez fui un niño raro. En esa foto era feliz, que duda cabe. Y seguí siéndolo. Se metían conmigo un montón para hacerme rabiar. Claro, era un raro, jejeje. Pero eso creo que fue más adelante. En primero de EGB uno no se distinguía mucho de nadie, ¿o si? Ahora veo a los niños pequeños, a mis sobrinos y si que son diferentes. Se nota mucho en los cumpleaños. Invitan a todos los amiguitos y siempre está el cabecilla, el manipulador, los que le siguen y los que van por libre. Yo no sé si iba por libre o iba a la contra. O seguía la corriente. No tengo recuerdo de ese tipo de conflictos mentales. Si era conflictivo porque tenía muy mal genio, cosa que no se me ha pasado con la edad. Sigo teniendo un pronto muy malo. Lo bueno es que se pasa enseguida. Y desde que cuido mi ansiedad ese tema va mejor.

No sé, mi madre decía que me engañaban siempre. Que me iba a la escuela con un coche metálico y volvía con un pito de plástico en forma de pájaro. Me acuerdo de ese cambio, no de muchos otros que dice mi madre. En ese cambio salí ganando, porque a mi me gustaba más el pito de la palomita que tenía un artilugio que daba vueltas.

Si, siempre fui raro…


Al final he acabado teniendo un blog.

miércoles, 11 de abril de 2007

"En 1972, cuatro de los mejores hombres del ejército americano que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema y se los encuentra, quizás pueda contratarlos..."

Aprovechando que los dos últimos días en mi fotolog he hecho alusión al Equipo A me dispongo a escribir sobre una de las mejores series para todos los públicos de la historia, porque si no se han dado cuenta estamos en la sección:

PRESENTAHoy: "El Equipo A"
Aún recuerdo cuando mi primo Gaspar vino y me dijo: cuando acabe V va a empezar una que se llama el Equipo A. Todo queda en letras comentamos alegres y despreocupados a nuestras edades infantiles. Vimos el capítulo piloto en casa de su abuela Isabel. Parece que fue ayer. La tarde de un sábado. No puedo concretarles fecha alguna, porque no pienso mirarlo en el wikipedia en este momento, jajaja. Año 85 u 86, digo yo. La capacidad subyugadora que tiene la serie se introdujo en nuestra mente aún blandita… Para empezar diré que hagan suspensión de la realidad. No lo miren desde la óptica de cuanto mola Gondry (¡!) o las cosas esas de cineclubs que ven ustedes, listos. Mírenlo desde la mirada de un niño de 9 años, criado por la televisión y los tebeos. Los protagonistas del Equipo A son ideales. Un viejo muy listo que fuma puros y es un mago del disfraz. Un negro gigante lleno de collares de oro que pega hostias como panes. Un aviador chiflado que cabrea al negro todo el rato. Un guaperas timador que tiene un pedazo de coche. Y encima ayudan a los débiles a fuerza de puñetazos y armas automáticas. ¿Qué más quiere un crío para pasarlo pipa? Con la perspectiva del tiempo nos damos cuenta que la maravilla tiene un tufillo fascistoide, pero es tan inocente e infantil que lo podríamos calificar de violencia naïf. Los malos se llevan unos rasguños y a casita que llueve. Siempre está el otro para ayudarle, con lo que se aprendía también que los malos se ayudan entre si. Nadie muere nunca, y eso está bien. Además el maniqueísmo que impera en toda la serie no es tanto como parece. Para empezar los héroes son delincuentes perseguidos por la justicia. Se dicen que son inocentes, pero yo me imagino a Tempelton Peck y a Hannibal Smith nadando en oro vietnamita. Imponen la ley del más fuerte para ayudar al más débil, ya sea una compañía de taxis, un restaurante chino o un grupo de granjeros. Y todo con un humor y con una gracia que te partías, oye. Además, los malos eran como de andar por casa y no pasaban de ser unos abusones de recreo venidos a más. ¿Y lo habilidosos que eran? Eso era inventiva y no la de McGyver, su triste continuador en la tarde de la Primera. Siempre los encerraban en un garaje con un tractor viejo y un soldador, y te hacían un bazooka con una tubería y una bombona de gas. Y un vehículo blindado. ¡Que buenos eran! La era Reagan trajo estos productos televisivos, pero comparado con lo que le siguió eran juegos de niños. El Gran Héroe Americano, El Coche Fantástico, El Halcón Callejero de los 80, eran niñerías comparados con el Walker Texas Ranger de los 90. Chuck no se andaba con chiquitas y eliminaba al narco en un suspiro tras pegarle mil patadas a cámara lenta.
Ya en edad semiadulta volví a ver el Equipo A en una de sus muchas reposiciones en Antena 3. Y el interés que perdía por la acción lo ganaba por el absurdo. Los guiones de Stephen J. Cannel eran lo más divertido del mundo. Un acumulo de despropósitos y situaciones ridículas, salvada por el buen hacer de los actores y porque es que era una serie de risa. Y si, efectivamente, todos los capítulos eran iguales. Pero es que hay quien no se entera que es televisión americana y esa es la base de su éxito. Ver la diferencia en una cosa repetitiva. Lo que podría ser un postulado radical en el mundo del arte, es la comercialidad más absoluta en el mundo de la tele. Y es que como decía Antonio Blanco en su libro de las series mercenarios que no matan a nadie (ideados por el creador de un detective sin pistola, Rockford) son los misterios de la televisión y del horario de la tarde.

Repitan conmigo:

¡Viva el Equipo A!


 
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