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martes, 16 de diciembre de 2008

This shoes are made for Bushing



¡Cacho Perro!


A veces resulta del todo imposible escapar del filo de la noticia. Y más cuando esta noticia es graciosa. Que alguien le tire a otro un zapato no deja de ser gracioso. Se esquiva un zapato. Después el otro. Y después se le dice perro. Es divertido. Y si se lo hacen a Bush más. En el mundo musulmán parece ser que son insultos de primera magnitud. Lo menos divertido, lo chungo es que el asunto lleva una gran carga de profundidad detrás. Tirar el zapato como acto de último recurso, de repulsa extrema. George Bush eres un perro. George, hijo de George. George, hijo de Barbara. George, hijo de perra, eres un perro. Mereces que Nikita Kruschev se levantara de su tumba del Cementerio Novodevichy para golpearte con su famoso zapato en tu cabeza durante el resto de tu vida. Aprovecho porque será la última vez quizá que hable de ti antes de que Obama te releve.


Nikita y su zapato en la ONU.
Los tecnócratas franquistas se partían el ojete.

Miren, la guerras, ¿a quien queremos engañar?, existirán siempre. Siempre habrá codiciosos, estrategas, iluminados, locos de atar, audaces defensores del ataque preventivo, del Si vis pacem, para bellum, amigos de las pistolitas. Los hombres se descuartizaran los unos a los otros mandados por otros que sentados en sus tiendas toman el té de las cinco. Incluso estando en contra de las guerras se pueden llegar a extremos nada pacifistas, como les paso a los de Weathermen, conocidos cuando pasaron a la clandestinidad como los Weather Underground. Poner bombas fue su forma de protestar por la violencia estatal de los USA (su lema era: Traigamos la guerra a casa). Nunca mataron a nadie. Avisaban para que la gente huyera. Eran blancos, cultos, criados en la cultura del amor, la paz y los derechos civiles, pero un click en su cabeza les hizo darse cuenta que las protestas, la resistencia pasiva de un hindú en pañales no era suficiente. Estuve viendo ayer un documental muy interesante sobre ellos. Uno se pregunta pues ¿give peace a change? ¿una bomba? Yo me quedo con tirar el zapato del periodista iraki. Es un acto ridículo en un mundo absurdo, que pone en evidencia la lógica del como funcionan las cosas. También vi ayer Stalag 17 (Traidor en el infierno) la peli de Billy Wilder sobre los POW, sobre los prisioneros de guerra, esos hombres hacinados en barracones que tenían una y mil formas de burlar a los monos, cerdos o como quisieran llamar a los nazis. Es extraño. Así llamaban la muchachada radical a los policias y al FBI en los 60 y principios de los 70. Siempre se dice que se dulcifica las condiciones de la estancia en esas instalaciones de los militares en la II Guerra Mundial. Yo no lo creo así. Actuaban así porque los aliados también tenían a alemanes en su poder. La Convención de Ginebra se aplicaba de una manera laxa, pero hasta cierto punto eficaz. No podemos decir lo mismo de Guantánamo. Hombres en un limbo legal, que han sido sometidos a torturas de larga duración. Claro, el mundo ha cambiado desde entonces. Corea, Vietnam, guerras del Golfo… Pasarse por el forro todo lo que uno firma. Total, un papel que yo no he escrito es como leer el periódico en japonés. Ni te enteras. Por eso lo más útil que se puede hacer es lo del zapato. ¿Sirve para algo? Para nada. Para reírnos. Al menos sacamos algo. La familia del periodista no se ríe tanto, eso si. Pero bueno, la cosa tiene sus riesgos.

La verdad de Perogrullo afirma que la mano cerrada es un puño. Las manifestaciones, los zapatazos y nuestro cabreo no sirven de gran cosa. Ahora llega Barak Obama, un negro de nombre moro, en contra de la guerra. A ver si le dura. Está en contra de esta. Pero ¿estará en contra de otras? En Afganistán es a muerte, como nosotros. Y Bin Laden, como los billetes de su nombre, sin aparecer por ningún sitio, solo por la internet, como tantos y tantos de nosotros. Yo creo que él fue quien se llevo las armas de destrucción masiva de Irak, los billetes de 500 leuros que dicen que hay en España, el oro de Moscú, y es el único que puede comer Ferrero Roché en verano, porque las cuevas de Tora Bora son muy fresquitas.

Y ya saben, la próxima vez que vean a un político, tengan un zapato a mano, es tendencia otoño-invierno. Lo último en agitación.

 
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