Madrigal de verano
Este post se llama así porque siempre, tarde o temprano, es la misma cantinela.
Estoy apático. El miércoles firmo mi contrato como paleontólogo en tiempos de crisis y yo estoy apático. No se crean que hace una semana que no escribo por mi cúmulo de trabajo. No. Entre ir a conducir a Córdoba (de pena, por cierto), una boda, una juerga de viernes, la visita de los primos vascos, y otras cosas, llevo tiempo sin pegar palo al agua. Básicamente porque hay que andar con pies de plomo para no hacer trabajo que no vaya a servir. Trabajar dos veces está en contra de todos mis principios como ser humano y creo que
Mañana parto a la vega del Segura con mi pen drive que vale un imperio y con no demasiados ánimos.
Verán ustedes, llevo con el sueño cambiado durante 3 semanas y el otro día exploté en mi primer ataque fuerte de ansiedad en el último año y pico. Yo que me veía feliz con mis informes y mis esperanzas puestas en unas oposiciones que comienza como una carrera de medio fondo en Septiembre.
Pero como ya hiciesen miríadas de cangrejos desde que el mundo es mundo, he retrocedido tanto en un par de días que parece mentira. El verano ya me está jugando malas pasadas. Ya no leo todos los días. Mal síntoma. Mi verano de siestas eternas y letra impresa no está empezando demasiado bien.
Tengo el blog descuidado, herrumbroso. Participo en los de los demás lo que puedo, pero hasta hoy no he tenido fuerzas para escribir de nuevo. Y de nuevo para quejarme.
El sol se extingue poco a poco, son las una y media de la mañana, el fresco de la noche entra por la puerta, me preparo para partir. Y otra vez el miedo.
El miedo eterno al desastre, al naufragio de las naves, al zozobrar de mis maderas en el mar del aturdimiento. A ser como uno es. El eterno retorno. Ewige Wiederkunft.
Madrigal de verano,
racimo encendido del sol de junio
una losa en mis zapatos
el recordar el eterno sino
que por fortuna nos ha tocado.
Lágrimas que cristalizan
de los ojos vacíos
que miran al vacío,
vaciado y viciado de un aire
antes enrarecido
y que por lo visto
el gallo de la veleta,
con su deambular chirriante,
ha fijado,
como enzimas de negrura,
el maleficio.
Castro del Río, 30 de junio de 2009