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jueves, 25 de septiembre de 2008

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Pues la guerra está en las manos
y para guerra nacemos
bien será nos ensayemos
para vençer los tiranos.

La Guerra (Ensalada)
Mateo Flecha, el Viejo


Las cosas hay que tomarse como vengan, o eso dicen los más estoicos, los más conformistas. Yo, bajo mi coraza de conformista, soy un insumiso. Sobre todo, porque no puedo sufrir. No es que no quiera. Nadie quiere. Sino es que si sufro la estabilidad lógica de un adulto se va a hacer puñetas. A McCain le ha pasado algo parecido, se ha declarado insumiso de seguir haciendo campaña electoral. A ver si aprenden aquí todos los partidos y nos ahorran un mes y medio de precampaña y campaña de decir mongoleces, aunque eso se oye todos los días. Recuerdo lo tiempos en que uno tenía que ir a la mili. A muchos esto les sonará a chino, pero a mi generación desde luego no. Estaban lo que tragaban, los acomodados de la objeción y los insumisos, que creían que porque se negaran a ir a hacer el servicio militar las guerras se iban a acabar para siempre jamás (era un pulso al estado que no ganaron ellos, sino el sentido común, aunque parezca raro). Y después estábamos a los que nos declaraban inútiles. A mi me declararon no apto por razones físicas/psíquicas y fue un día de los más felices de mi vida. Obviamente en esa época no era un enfermo mental. Era simple y llanamente gordo. No tuve que poner ni recurso ni pedir prórroga. Me llamaron ellos. Un capitán con bata me midió y me pesó y me dijo: ya te puedes ir, muchacho. Al mes era un inútil. Sigo siéndolo 14 años después. Yo soy pacífico, pero mi concepto del hombre es tan así que dudo que por mucho pacifismo que haya en muchos de nosotros se acabe con las guerras. Guerra ha habido y habrá siempre. Vuelvo al perogrullismo. La codicia dictará que haya asesinatos y los países son como personas a lo grande. Quiero esos hidrocarburos, esos diamantes, tu cara me molesta, tu dios es bastante peor que el mío, o como pasaba en “El hombre que pudo reinar” los de la aldea de al lado se mean río arriba cuando nos bañamos. Una y mil razones. Una y mil excusas. Cambien democracia por dinero y libertad por interés y la ecuación tendrá fácil solución. No es ni de segundo grado. Por eso hay que declararse insumiso del mundo. Es un derrotismo, eso si. Pero si no se puede ganar ¿para que perder el tiempo? Nunca se fíen de los que dicen que lucharán desde los despachos, que las moquetas y los cuadros caros atontan. No se fíen de los que dicen que van a luchar, porque dentro de 10 años estarán del lado que juraron echar por tierra. Y aún les digo más. Nunca se fíen de un imbécil que escribe en un blog verde manzana y que se cree que sabe algo, pero que no sabe nada de nada.


sábado, 28 de abril de 2007


Yo soy de otra época, la época de los hombres de acción, siempre desde un punto de vista intelectual. En la época tan oscura que nos toca vivir todo se presenta como hedonismo vs. firmeza moral, la libertad vigilada contra tutores severos. Si se dan cuenta, donde poner versus debería ir una conjunción copulativa. La cópula entre ideologías vanas. Los grados de libertad de un sistema que permite, consienten, pero para los pies, a quien observa ajeno y reflexiona aunque solo sea un poco. El pesimismo es el arma utilizada por servidor. Es lo que tiene ser un descreído a una edad a la que aún se tienen sueños y quimeras, ilusiones y expectativas. Lo peor de todo, es que siento una extraña satisfacción en el vacío circundante. Creer en la nada me hace más cosa, más sólido, más existente. Me agobio, luego existo. Sin temor a decir esto con el matiz falsamente rebelde de la adolescencia, soy un incomprendido. Por ustedes y por los que me rodean en persona. No comprenden que la vida no es bella, y sobre todo en que yo pueda pensarlo. No aceptan que las reglas que rigen este extraño juego es el autoengaño. Lo digo sin un atisbo de superioridad moral, solo como el descreído que soy.

Ojalá fuese nacido feliz y libre. Despreocupado por la mente sencilla, con objetivos claros y de realización no dificultosa; pero todo esto es entelequia.

Estoy en la sala de espera del psiquiatra y le voy a decir que creyendo que estaba mejor, estaba mal. Que liberado de lo que creía mi cárcel, simplemente me ha pasado de la celda al patio. Allí paseo por la grava, y alguna hierba crece entre las piedras. Solo eso y nada más. Sin aditivos químicos percibo las cosas mejor, puedo leer escribir y conversar. Pero mi agresividad a flor de piel contra lo que considero estúpido y malo, feo en definitiva, es lo que me mata, lo que me corroe por dentro.

Y es que como dijo un tipo tope rancio, de esos antiguos:

Alea jacta est.

La suerte está echada para mí.

 
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