viernes, 20 de julio de 2007

RENUNCIO

Debido a una crisis de ideas, otra de autoestima, a la imposibilidad de escribir algo medianamente bueno y al escaso éxito de este blog, he decidido dejarlo. Los que me conocen ya sabrán que en unos días habré cambiado de idea, pero bueno, esto pasó con otros que tuve, y nunca volvieron a actualizarse. Bueno, mejor ponerse en que son como unas vacaciones estivales.
Doy las gracias sobre todo a Ana Arándanos (prometo escribir el final del cursi muerto de todas formas cuando me encuentre con la suficiente inspiración) y a El Hombre Invisible, que han contribuido mucho a que esto no pasase antes. Y a los que entraban de vez en cuando.

A todos los que me han leído alguna vez con interés.

Ahora mismo estoy desanimado.
Quizá mañana cambie.

Pero solo quizá.

Si quieren algo de mi ya saben donde encontrarme. (mamelukoblog@gmail.com)

También en mi fotolog, que también pasa por horillas bajas.

lunes, 16 de julio de 2007


Acordaron entre todos que todos saliesen menos el cura que chillaba llorando como una mujer. Al final, la verdad, les dio pena y también lo sacaron, aunque le pusieran un sambenito que decía: Machácame, soy un cura julandrón, idea de Rodríguez y su clan de taxistas. Posturitas y otro que venía también preparado para en asunto, el de Palencia, que le llamaban, metieron fuego a las mechas y al reguero de gasoil, y la catedral se iluminó de forma muy bella y estética. Todos contemplaban el fuego, como si fueran la Fallas. En ese momento llegó la policía, con sus sirenas, en dos coches patrulla. Los taxista fueron rápido a neutralizarlos. No querían que metieran el hocico en el asunto. En realidad, y como suele pasar, los agentes iban, mayormente, a ver lo que pasaba y ante una muchedumbre embravecida, un populacho clamando venganza poco se podía hacer teniendo solo a treinta y tres efectivos, cuatro de baja por la gripe, y uno en suspensión de empleo y sueldo por fumarse los alijos, por lo que sumaron a la gente. Fueron llegando más y más personas. Algunos traían a los curas atados como alimañas y un conductor de autobús llevó hasta a las monjas de clausura del convento de Santa Micaela. Pensaron que hacer con ellos.

Las del alba serían cuando los nuevos discípulos concretaron, que si bien los detenidos eran piezas de la maquinaria del imperio maligno de Roma, en realidad tenían muy poco rango, que empezarían a matar de diáconos para arriba, y que las monjas que lo deseasen fueran con sus familias, pero no al convento, hecho ya añicos por la devastación. Algunas, curiosas, se quedaron a ver que pasaba. Los curas, más belicosos y enfadados, fueron azotados con ramas de almendro en las posaderas y obligados a cantar La Internacional, cosa que no gustó mucho a alguno de los cabecillas por ser contrario a sus ideas. Jacinto dijo que si era por fastidiarlos como si cantaban Las espigadoras. La mayoría llegaron al medio día allí, algunos bastante borrachos.

De repente el cielo se oscureció, el Sol se escondió y sembró de tinieblas la Tierra. La luna se volvió roja y un gran seismo asoló la ciudad, se vieron unas luces en el firmamento. Miles de meteoritos surcaban el cielo.

Jacinto dijo a Ricardito:

- Es el Apocalipsis, el final de los tiempos, Ricardito, tal y como lo explicó San Juan en Patmos. No lo esperaba tan pronto, la verdad. Se ha abierto el quinto sello. Ya no hay marcha atrás.

- Da igual cuando sea -dijo Ricardo abrazando a Jacinto- nosotros hemos cumplido. Ya será Él quien haga lo que quiera.

- Ha sido un placer conocerte, de veras.

- Lo que más siento es que no nos comamos la paella y las gambas.

Y el fuego, proveniente de las alturas, arrasó la ciudad.

FIN

domingo, 15 de julio de 2007


- Hay que desalojar y rápido, -dijo Ricardo con seguridad- sacad a las ancianas y al mariposón de la sotana.

En aquel momento el antes cohesionado grupo se convirtió en una turba sedienta de sangre. Hubo opiniones para todos los gustos. Que había que quemar a las viejas, que estaba la mujer de uno allí, que a las beatas sí, pero al curita había que dejarlo dentro, o si se salvaba caparlo con una sierra o con un cascanueces. De repente, catervas que venían por diferentes calles confluyeron en la explanada de la catedral. Aquello se empezó a llenar de gente. Se preguntaban entre sí y la discusión se volvió aún más caótica. Los líderes de los distintos grupos se reunieron en lo alto de la escalinata que había en la portada de la puerta principal. Intuían que a todos les había pasado lo mismo. Que Jesucristo, hijo de Dios, había elegido entre su rebaño, que no era el de ninguna de la religiones organizadas, ni católicos, ni protestantes, ni testigos de Jehová ni nada de eso. Prefirió gentes sencillas, del pueblo llano. Se presentaron, hermanados, en una misión trascendental. Contaron y había doce. Como los apóstoles señaló, perspicaz, Jacinto, el ex seminarista. Ricardito, en paro, guardia jurado, al que todos ya conocemos. Josete, un charcutero, aficionado al Rayo Vallecano. Mateo, carpintero metálico, orgulloso de su nombre en estas horas decisivas, pues se llamaba con algunos de los apóstoles. Cándido y Emilio, zapateros, que tuvieron una visión conjunta de Cristo Jesús en un bote de betún Kiwi color granate. Albertín Sorolla, dependiente de video club y liberador de teléfonos móviles. Nicomedes, vagabundo, pobre entre los pobres. Jorge Laín, estafador de poca monta, en libertad condicional. Vicente Cudeiro, viajante de fajas ortopédicas. Rodríguez, taxista ex policía, era el más radical, quería quemar a los que había dentro de la catedral y meter a algunos más. Un maestrillo de escuela apocado, Don Martín, de baja por depresión y ansiedad. Y por último, un estanquero de un pueblo cercano, Francisco, que reclutó un gran número de seguidores en un reformatorio de la zona.



A colación de lo que estoy publicando esta semana en el blog, una reflexión sobre el cine actual.

Esta mañana ví “El Jueves, milagro” de Luis G. Berlanga. Me la bajé del Emule porque hacía mucho tiempo que no la veía. Además bajo pelis que a mi padre le puedan gustar para que aguante bien su convalecencia. Bueno, el caso es que aparte del fusilamiento de la mala uva de la película por la censura franquista, es un espectáculo digno de ver. Actores soberbios, diálogos rápidos, ágiles, extraordinariamente graciosos, impecablemente rodada. Y a lo que iba. Los protagonistas eran señores mayores. Hoy, en este país sería imposible este tipo de cine. Me hace recordar tantas y tantas películas del cine español, donde los ancianos y las personas entradas en años son protagonistas. Desde El Pisito y El Cochecito, hasta Atraco a las Tres, pasando por Del rosa al amarillo, La Gran Familia o La Ciudad no es para mí, los viejos son importantes en las tramas, y no accesorios familiares como en la actualidad. El cine español actual solo habla de los viejos cuando el tema es social y quieren denunciar (que feo suena eso en el cine, jejeje) la soledad, patatín patatán. Lo demás está copado por jovencísimos mentecatos, por bellezas aplasticadas, y temas irrisorios sobre lo bueno, lo complicado y lo fascinante que es ser joven. Los viejos, los adultos, son solo sus abuelos, sus padres, las tias las del pueblo. El star system patrio es una galería de jovencitos que no son actores ni Cristo que los fundó. Me dirán que quedan muchos actores viejos. Si, ¿pero cuales son sus papeles? Meras comparsas. El peso narrativo, a no ser que sea un drama social, lo llevan unos chavales haciendo el tonto y actuando muy malamente. ¿Qué fue de la sutileza de un Pepe Isbert? ¿de la socarronería de un Manuel Alexandre? ¿de la contundencia un tanto ingenua de Julia Caba Alba? ¿Qué fue del permanente abrumo de Manolo Gómez Bur? ¿A dónde se fue el charme de Alberto Closas, el histrionismo de López Vázquez, la simpatía de José Luís Ozores? Esos estados del cine español han quedado vacíos. Solo papeles de gente que se pelea y se miran como de normal cotidianidad en situaciones simplonas. ¿Son acaso actores Fele Martinez y Eduardo Noriega? ¿O son muebles que se mueven por la pantalla? ¿Por qué Elsa Pataki, una de las más torpes de Alsa, hace cine? Y luego me dirán porque no veo cine español. Siempre respondo que si veo, del bueno.

Y si hay actores y actrices buenos, que están bien, sé que exagero. Pero creo que la España del esperpento, la España del coscorrón en la chola del niño ha sido sustituida por la España moderna y del buenrollismo. Cuando las películas se alejan tanto de la realidad, da vergüenza que nos las quieran vender como dramas realistas. Aburren a las piedras ustedes, cineastas españoles. Además los viejos de ahora son como superabuelas, estilo Pilar Bardem, que tienen que peer en botija siempre.

Por eso escribí La Taza. Por eso escribo esto hoy. Porque la sociedad mira para otro lado. Solo quieren cosas agradables. Y si son cosas feas que sean para denunciar y ganar algún premio a la sensiblería. Y por eso me gusta Callejeros, por eso me gustan los bares. La fealdad es tan corriente que es bigger than life, versión española. Porque si, porque ser viejo es feo. La vejez no es bella. No seamos tan memos de decir que la juventud va por dentro y esa serie de sandeces. Ser viejo es inevitable, digno, lo que ustedes quieran, pero feo y no deseable la mayoria de las veces, porque significa decrepitud y enfermedad. Afortunadamente las cosas mejoran y los mayores están mejor cada día, pero eso no resta la gravedad de estar con la mosca de la muerte detrás de la oreja.

sábado, 14 de julio de 2007


A la hora fijada un grupo numeroso se acercó al banco, que estaba en el centro comercial de la ciudad, en el autobús, en coches particulares, en taxis. De doce a doce y media el guardia de seguridad comería su cena viendo Crónicas Marcianas. En ese momento Posturitas entraría con una llave maestra por una puerta de atrás, desactivaría las alarmas y encerraría a Cipriano, su compañero de noche, en la habitación donde se hallaban las calderas de la calefacción, que es donde estaba una pequeña garita con pantallas donde se veían lo que captaban las cámaras del banco. No fue difícil ya que el pobre guardia, que trabajaba de día en un Mercadona haciendo pan, dormía como un tronco con el ruido de fondo de las discusiones de la tele. Manolito aguardaría fuera esperando a Posturitas e indicaría si la tropa podía entrar. Cuando éste llegó abrió la puerta principal y penetraron todos en la sucursal bancaria y aprovecharon para coger bolígrafos de propaganda, almanaques sobre todo. Los pensionistas, como se sabe, son muy aficionados a ellos. Jacinto se irritó un poco por que proclamaba a media voz que eso no era serio. Era el momento de actuar del Vito, pequeño hombrecillo vestido de traje y corbata, costumbre de sus años como bancario en el Banco Español de Crédito. En un abrir y cerrar de ojos el tímido Vitoriano Ordóñez Pi consiguió vencer al acero y los engranajes. Es fácil, decía, hay que comprender a la caja. De repente un pitido largo y molesto desconcertó a todos

- Nos han pillado, Ricardo. Hay que huir de aquí.

- No os preocupéis -dijo Ricardito como en trance- nada nos pasará.

Con prisa pero sin pausa Posturitas colocaba en los cajones y en las papeleras pólvora unidas por una gran mecha. Cuando habían metido todo el botín en bolsas de plástico salieron desordenadamente. Los últimos en salir, Ricardito y Posturitas. que fumaba un puro con el que encendió un gran petardo que echó dentro, cerca de un montículo de explosivo. Salieron corriendo. Una calma tensa en el grupo de asaltantes. Pasaron segundos antes de que la explosión de la traca gorda diera paso a la mascletá. Luces de todos los colores y silbidos empezaron a invadir el banco. Un espectáculo digno de ver.

Cuando las llamas invadieron todo unos minutos después, y antes de que llegaran los bomberos, salieron corriendo hacía la catedral, que estaba a un par de manzanas, donde Pacheco y los suyos aprovecharon la coincidencia de que los jueves primeros de cada mes era el día en el que los de la Adoración Nocturna se reunían, para entrar a la iglesia. Colocaron las cargas en los confesionarios vacíos y en alguna capilla secundaria. No fueron al altar por que había gente. Los chinos se quedaron fuera por considerarlos Tolín muy sospechosos. Cuando la comitiva llegó de quemar el banco, ebrios de alegría, dispuestos a quemar el santuario, estaba la contrariedad de que en su interior había unas pocas viejas rezando el rosario y un cura muy joven y muy afeminado que recitaba el Cantar de los Cantares entre rezo y rezo.

viernes, 13 de julio de 2007


Ricardito y Jacinto esperaban en el cuchitril del primero que sus hombres llegaran, viendo el “Allá Tú” y pimplando unas Mahous y comiendo choricillos picantones. Ignoraban que por toda la ciudad había un ajetreo especial. Algo se tramaba y se palpaba en el ambiente. Por todas partes reuniones de vecinos, conspiraciones similares, apariciones en boca de todos.

A las nueve menos cuarto ya estaban todos en el saloncito. Pacheco y su hijo Tolín, Manolito y su amigo Posturitas, todos los del bingo, incluso los chinos que nunca hablaban con nadie. Al final resultaron muy simpáticos, e incluso ofrecieron pistolas de las Tríadas a las que pertenecían.

- No, nos ha joío el chino, semos profesionales, de guante blanco, ¿me entiendes? -replicaba Manolito- Tenemos clase, semos señores, no delincuentes juveniles. Ni macarras ni de . ¿Capichi? -soltó, recordando las películas de mafiosos que tanto le gustaban-.

- Bueno, vamos a trazar un plan. A las cero cero horas de hoy, osease a las doce, entramos en el banco, y una hora más tarde vamos a la catedral. Manolito y su colega Posturitas, que ha sido legionario, entiende de bombas. El Vito dice que sabe abrir la caja fuerte, porque trabajaba en el Banesto hasta que lo prejubilaron. Los chinos y Pacheco y el Tolín irán en su furgoneta a la catedral a las una menos veinte aproximadamente para llenar el templo de pólvora y esperaran allí hasta que lleguemos nosotros para ver el espectáculo. ¿De acuerdo?

Todos asintieron como un solo hombre. En este momento Ricardo animado por el anís del Mono, y por que se sentía elegido de cierta manera por el destino, se dispuso a hablar.

- Muchachos, ya sabéis los que me conocéis y los que no, ya se lo digo yo, que soy hombre de pocas palabras. Tampoco soy lo que se dice comúnmente un hombre de acción. Pero hoy participáis junto conmigo en una misión que el mismo hijo de Dios me encargó, como ya sabéis, esta mañana cuando desayunaba. Os doy las gracias por la ayuda y sobretodo por creerme y no poner en duda mis palabras. Mañana en el bar de Paco, cuando todo haya acabado celebraremos la victoria sobre los curas y los del Opus Dei ese, y comeremos una paella de mariscos, que ya he encargado por teléfono, y croquetas, y gambas con gabardina y de postre pijama de melocotón. Tened confianza en Él y todo saldrá bien.

Los personajes que se hallaban en ese momento en la casa de Ricardito vitorearon al novato orador. Parias de una sociedad que aparcaba a los viejos, a los parados, a los borrachos, a la gente de los bares, a los pensionistas, se sentían importante quizás por primera vez en sus grises vidas, tristes, en soledad, sumidas en la incomprensión. Eran muy lentos para un mundo que se mueve vertiginoso, que esconde lo inservible bajo las luces de los suburbios, que no tiene en cuenta a los fracasados, a los que fueron y ya no son. Si se cumplían los planes de Ricardo y Jacinto, una especie de justicia poética, de venganza, como pensaba Jacinto, haría que la esperanza apareciese como un rayo de luz entre la oscuridad de lo mediocre.

jueves, 12 de julio de 2007


- ¡Ea! Muchachos, a trabajar. Quedamos a las nueve Post Meridian en la casa de Ricardito, cuando ya tengamos la pólvora y las mechas.

- Pero eso es mañana por la mañana, ¿o cuando?

- Esta noche, Pacheco, esta noche.

Todos hicieron lo acordado. Ricardo y el viejo fueron al Banco Ecuménico del Monte Pío a ver la situación. Querían hacer como que abrían una cuenta corriente y enterarse de los horarios y donde estaba la caja fuerte y eso. No sabemos por que extraño procedimiento iban a averiguar unos clientes esos datos, pero la verdad es que lo de pensar no era lo suyo. Había que ver a los dos, vestidos como vagabundos, con sendas gafas de sol, hablando, para disimular, de los yates y las mansiones que tenían, de los ricos que conocían. En realidad estaban muy nerviosos, temblaban como flanes y sudaban como cerdos. Y de repente, una voz.

- Eh, tú, el del cabesón con forma de melón y andares de pato mareao.

Lógicamente Ricardo, muerto de miedo y reconociéndose en la descripción que había oído, giró la cabeza pensando que los habían descubierto, que con sus poses de millonarios no lograron engañar a nadie.

- ¿Onde vas, bribón? ¿Qué tas metío a marqués?

Ricardo no respondía paralizado por el terror.

- Ricardito, ¿es qué no me conoses?

- ¡Coño! ¡Manolito!

- ¡Venaquí y dale un abraso a tu primo!

Los dos parientes se saludaron afectuosamente. Manolito era un primo del pueblo de su madre, que llegó antes a la capital y fue él el que le consiguió el puesto de guardia jurado.

- ¡A tomar un cafelito! ¡shuuuu!, ¡Jose! ocúpate tú desto, que voy a tomar un cafelito con mi primo y este amigo.

Un guardia jurado joven y atolondrado, desgarbado y con dientes de ratón asintió con voz de pito, sintiéndose importante, solo ante el peligro.

Llegaron al bar de la esquina, pidieron café con leche y …

- ¡Unos churritos, joer! -gritó Manolito- y que, muchacho, ¿cómo va la vida?

Ricardo explicó a su orondo primo toda la historia mientras se comía una y media de churros, dos bollos suizos con un café con leche y un sol y sombra. Jacinto apostillaba con ganas la narración de su amigo fumando un Lola. En cuanto Manolito se enteró de todo se apuntó rápidamente, más por el dinero que por lo de Jesús, que tampoco entendió muy bien.

- Yo lo tengo en la perola, Ricardo -dijo Manolito muy serio, solemne, como concentrado-. Desde lo del Dioni, el del furgón, le he dao vueltas al asunto. Se lo he comentao a un compañero que creo que nos puede ayudar.

- Pues esta noche en mi casa hay una reunión. Allí nos veremos.

- ¡Ea! Yo vuelvo al curro, que no hay que levantar sospechas.

Le gustaba eso de las conspiraciones y tal al buen Manolito. Ya se imaginaba en Brasil con las mulatas y con una piña colada en la mano, bailando la lambada.

A Pacheco le pasó más o menos igual con lo del taller pirotécnico. Su hijo, que estaba harto de su jefe, llenaría su R4 con el explosivo y las mechas.

Lo que si corrió como la pólvora fue la aparición de Jesús en el barrio. Decenas de jubilados, de beatas, se concentraron en la Calle José María Pemán cantando el “Señor Perdona” y otros himnos de igual ralea.

martes, 10 de julio de 2007


Ricardo le seguía la corriente a la taza vaya que le hiciese algo. Si alguien es capaz de hacer que una taza hablara tenía que ser muy poderoso. Ricardo jamás había pensado ni un instante en sus creencias religiosas. Estaba bautizado, hizo la primera comunión vestido de guardia civil, pero a eso de la confirmación ya no se apuntó por que no le hacían gracia las monjas y las tías que daban catequesis les parecían muy pavas. Siempre con la guitarrita y tal y cual. Feas, con gafas. Y desde ahí nunca se había preocupado por esas cosas. Creía en los fantasmas, en las psicofonías, en las cosas de la parapsicología en general que escuchaba en la radio por las noches, cuando vigilaba la obra donde trabajaba de guardia jurado. Ahora estaba en el paro, por que unos gitanos habían extorsionado a la empresa para que fueran ellos los vigilantes, pero iba de vez en cuando a echar una vistazo por allí, con su compañero Francisco Carretero, Frasquito, al que una noche los gitanos azuzaron un doverman hambriento. Y así se cargaron al pobre Frasquito.

- Tú has de castigar a las personas malas y sus templos. Sus imágenes y sus cepillos. No han de quedar cuando venga yo en cuerpo material para la salvación de los hombres. Han de ser purificados con el fuego salvador y con la palabra. Sal ahí fuera y predica mi enseñanza. Destruid todo lo impuro, todo lo idólatra. Iglesias, personas, monjas, banqueros, todo, destruye todo, todo… todo… todo…

- Se hará según tu palabra. Ricardo no sabe muy bien por que dijo eso, lo había escuchado en un Belén viviente un día y se acordó y le pareció propicio para el trascendental momento.

La voz del mundo espiritual aún retumbaba en los oídos de Ricardo cuando llegó la hora de comer, momento este que aprovecha para bajar al bar a comer para después dirigirse al bingo a echar un café con los jubilados que se jugaban la pensión en las tragaperras.

Allí relató lo que le había ocurrido por la mañana. Jacinto, un viejo mal vestido y achacoso, consumido por lo bebido se levantó y dijo:

- Queridos amigos, Ricardito ha tenido una revelación divina. Yo, en mis tiempos, estudié en el seminario y allí aprendí a reconocer estas cosas. Es una señal.

- Pero ¿qué hacemos? Yo la verdad es que no se muy bien lo que tengo que hacer.

- Ya te lo dijo Jesús, destruirlo todo.

- Pero ¿cómo lo hacemos? -repitió nervioso Ricardo-.

En un momento se corrió la voz por el salón de juegos y todos se arremolinaban alrededor de la mesa del nuevo profeta. Ancianos acabados, mujeres de mala vida, policías retirados, chinos y taxistas oían embelesados el relato de lo ocurrido que Jacinto repetía una y otra vez. De repente uno dijo que su hijo trabajaba en un taller de fuegos artificiales.

- Allí hay pólvora y mechas. Será muy fácil robarlas. Lo vigilan unos gitanos que no van nunca por allí.

- Y ¿después que?

Jacinto pensó unos momentos. Unos y otros daban su opinión, que si había que cortarle los genitales a Don Damián, el párroco del barrio, que si a las monjas del Divino Corazón les quemarían el convento.

- Todo eso son mariconadas -dijo Jacinto con voz grave-. La catedral y el banco del Opus que hay en el centro. Ahí les duele a esos cabrones.

Ricardito nunca tuvo tal poder de convicción. Estaba asombrado de si mismo, lo cual le dio energía para actuar como jefe organizador.

- Bueno, tú, Pacheco, encárgate de enterarte a que hora cierran la fábrica de los fuegos artificiales. Yo y Jacinto iremos al banco ese para ver como podemos volarlo por los aires, y de paso quedarnos con los dineros.

- Pero, Ricardito -dijo Jacinto- ¿ves ético aprovecharse de una misión divina?

- Y por qué no. Lo han amasado gracias a chupar la sangre a gente normal, que curra todos los días para ganarse el pan y llegan estos desgraciaos a quedarse con todo lo nuestro. Una mierda para ellos, Jacinto. Cumpliremos la tarea que me ha encargado Jesús y después os invito a todos en casa de Paco, a gambas, a jamón del bueno, a buenos caldos de la tierra. Eso, que nos daremos un gran homenaje.

Al público congregado en el Bingo La Herradura de la Fortuna les pareció bien y aplaudió las palabras de Ricardo. Jacinto asintió pensando que esa era la justicia social por la que luchó en sus años mozos. Los ricos tirándose de los pelos entre las brasas y los pobres hartándose de marisco fumando Cohíbas. Más que justicia social era venganza. Venganza Divina.


Contrareloj.

Este escrito está cronometrado, porque no quiero invertir más de diez minutos en hacerlo, ¿ok? No sé de que hablar. Son la 1:35 de la noche y hace calor. La noche y el calor siempre me recuerdan a esas pelis del sur de los USA, donde hay un negro tocando la armónica, o un blanco en la cama de una cárcel. Si, es el calor de la noche y Sydney Poitier le pega a un caballero del sur una galleta como el que no quiere la cosa. La noche está avanzando, el tiempo pasa. Corregiré las faltas y las comas más tarde, pero esto es un ejercicio de escritura rápida de todas formas. Me pregunto si dormiré hoy. Tengo insomnio. Ha vuelto tras meses sin aparecer. Todo en mi vida es cíclico, perece ser, pero solo los sufrimientos. Cuando era feliz no, eso no vuelve demasiado a menudo. También los momentos son diferentes. Son la 1:39 y sigue pasando el reloj. Los segundos pasan como las gotas de sudor por mi barriga. Va recorriendo un camino llenos de escalofríos hasta que se diluye. Que cosas más asquerosas se me ocurren por tener el tiempo en el culo… Quiero escribir una novela, ¿saben? Me tacharán de pretencioso, pero quiero que sea buena. Pero como siempre dice en mi cartas de presentación de los sitios donde me cuelgo (no de drogarme, jejeje, sino de la internet), soy un artista multidisciplinar que piensa más que hace… Y si, es verdad, no se vayan a pensar que les miento. No soy embustero, puedo ser exagerado, un poco maniqueo, pero poco más. Los segundos caen en el saco de las ocasiones perdidas. Faltan dos minutos. Parece mentira la cantidad de chorradas que se pueden escribir en 10 minutos. Pero bueno, todo sea por hacer el dichoso ejercicio, que quiero que sepan esta pensado dentro del tiempo establecido por la organización. Esta frase me recuerda mucho a mi compañero de piso Fran, que dudo que esté escuchando.

lunes, 9 de julio de 2007


Ricardito Peláez se levantó una mañana más a eso de las diez. El sol brillaba ya por lo alto de los edificios. Como de costumbre se afeitó, se aseó, se hizo el lavado del gato, se puso un batín, costroso y encarnado, y se dispuso a desayunar. Con el pan duro de la cena de anoche se hizo un par de tostadas, duras y resecas, muy quemadas, a las que puso sobrasada ligeramente pasada de fecha. En las noticias de la radio constitución europea hasta en la sopa. Como ya se había acabado el café que preparó hace ya tres días, encendió la hornilla y puso la cafetera, que era para ocho personas, en la lumbre. Es curioso que tuviera una cafetera tan grande, pues a su minúsculo apartamento no iba nunca nadie desde que Frasquito murió hacía ya algunos meses. Cuando se dispuso a beber el líquido, aguado y con tonalidades pardas que había perpetrado, algo extraño pasó y es que por primera vez en su vida encontró bueno el café que había preparado. No le dio demasiada importancia. Pero cuando acabó la tercera taza…

- Ricardo, Ricardo…-escuchó perplejo desde el fondo de la tacita.-

- ¿Quién hay ahí? ¿Quién me llama a estas horas de la mañana? Preguntó mientras miraba detrás de las cortinas y en los cajones. Se sentía muy asustado y realmente tonto.

No comprendía lo que sucedía a su alrededor.

- Aquí, hijo mío, en la taza.

Ricardo miró dentro de la taza y solo vio los posos del café cristalizados por el azúcar. Pero, ¡un momento!, si te fijabas bien, se perfilaba una cara, que cada vez se hacía más nítida. Unos ojos inquisitivos y vivos empezaban a perfilarse, una boca, una gran nariz y una barba larga y tupida. Y además esos ojos lo miraban fijamente.

- Ricardo, yo soy tu padre.

Nuestro asombrado amigo creyó ser como Luke Skywalker por un segundo.

- Ho..Hola papá…

Su padre vivía en Burgo de Osma, era gordo, calvo, gafas de culo de botella y tenía una voz tan chillona que parecía que estaban matando un cerdo cuando hablaba. Nada que ver con la bonita voz como de Constantino Romero que se gastaba el que le había saludado.

- No, Ricardo, no soy tu padre, ese pecador, yo soy tu padre celestial, soy Jesús.

- ¿Cómo que Jesús? mi padre se llama Marciano.

Es una escena realmente ridícula, se dijo Ricardo para sus adentros, estaba en pijama, hablando con una taza que decía que era su padre y con Luis del Olmo como fondo parloteando sobre la constitución europea de las narices.

- Ya te he dicho que no soy tu padre carnal, Ricardo, que soy la luz que ilumina el mundo, el cordero de Dios, el que salvó al endemoniado de Cafarnaum…

- No me entero… ¿entonces donde está mi padre?

- Tu padre de verdad está en Soria, yo soy Jesucristo, hijo encarnado de Dios Padre, uno y trino.

- ¡Ah! Que lo de padre era una metáfora o algo.

No sabemos lo que la omnisciente mente de Jesús pensó en ese momento. Ricardo sospechaba que el anisete que se bebió anoche viendo a la Paula Vázquez en Antena Tres le estaba jugando una mala pasada.

- Hijo, ¿tú eres tonto? Escúchame bien.

- ¿Qué? Te oigo.

- El Apocalipsis descrito por Juan se acerca, y aquellos que en mi nombre hicieron canalladas de todo tipo merecen que el hombre, y después Dios, los castiguemos por el mal que han hecho en el mundo. Tú te ocuparás de lo terrenal y yo en el Día del Juicio Final los condenaré a la vida eterna en las calderas de Pedro Botero.

- Pero, ¿a que te refieres? ¿A los testigos de Jehová o a los moros?

Ricardo miraba con cara de idiota al interior de la taza e intentaba saber.

- No, me refiero a los que basaron su imperio maligno sobre mis enseñanzas. Aquellos que usurparon mi nombre en vano.

- ¡Ah, ya! Los austrohúngaros y esa gente, ¿no?

- ¿Pero que dices, insensato?

- Los del imperio ese, los austrohúngaros. Eran muy malos, ¿no? Hitler y Mussolini y el chino aquel del Japón, que también era del Imperio del Sol Durmiente ese.

- No, eso no tiene nada que ver, me estoy refiriendo a la Iglesia, al Vaticano, a los sacerdotes, a los obispos, ¡al Papa!

- ¡Ah! Bueno, haber empezado por ahí.

¿Y yo, tengo qué hacer algo?

CONTINUARÁ

Pequeña bagatela que escribí hace unos 3 años.

sábado, 7 de julio de 2007


El viejo reía y roía una mazorca de maíz con sus escasos dientes. Contemplaba por la ventana como el tiempo volvía a cambiar. El campo era como una manta antigua, hecha a cuadros de distintos colores, y los humos de fuegos en los linderos se elevaban tristes, sin contrastar con el gris plomizo de un cielo que a lo mejor presagiaba lluvias. El nieto jugaba en el suelo con huesos de borrico. Los niños llamaban a los huesos mulitas, porque tenían cuatro patas y se quedaban de pie. Lo que antes disfrutó el buitre y el gusano, ahora lo disfrutaba el pequeño con su rancho óseo. La luz exterior era blanca como la nieve, y luchaba con el pálido resplandor amarillo de la lámpara de parafina.

El olor a madera húmeda era tosido por el hijo, que en el calor del hogar asaba unas patatas. El otoño avanzaba, y el viejo lo veía y lo reía. Había sobrevivido un verano más. Según cuentan, en el verano, la muerte baja de la montaña en busca de clientes para el infierno. Las cotillas en los corrillos comentan además que quien muere en Agosto, cerca del día de San Lorenzo, es porque va a ir al infierno. Los que mueren de resfriados en Diciembre van al cielo. Bueno, depende. Depende de lo bueno que hayas sido. El viejo confiaba en morir en primavera, cuando paren los animales, y así no echarían tanto de menos su cuerpo estropeado ya por el uso. El nieto seguía con sus juegos. En el fragor de la batalla de vértebras, el conde Aldonzo se proclama vencedor. Los buenos han ganado, como suele pasar en los enfrentamientos infantiles. El universo equilibra así la balanza, pensaba el hijo y padre a la vez, mirando al zagal con ojos de sueño. Dios deja a los buenos ganar en los juegos, porque en la vida no suele pasar. ¡Vaya justicia es esa! El viejo había pensado ya mucho en eso. La justicia no existe en el reino de los hombres. Dios no tenía nada que ver, pues para eso existía el libre albedrío que decía mosén. Los hombres son libres para hacer el mal, pero han de pagar cuando viene la parca. Su hijo no creía en nada de eso. Había que ser bueno por algo llamado hermandad. En las reuniones del partido así lo decían. Todos iguales. No entendía muy bien eso de todos iguales. Había altos y bajos, ricos y pobres, mansos y fieras. Todos éramos diferentes. Parece que lo querían decir es que nadie era más que nadie. Eso si. El joven campesino si que creía en eso. El viejo discutía a menudo por esos asuntos con su hijo, pero el hijo, que poseía una imaginación humilde, pero colorida, daba a pensar al viejo con días de septiembre en el arroyo, mientras los ricos segaban la mies en las eras. El viejo reía con el nieto. El nieto reía porque el abuelo abría tanto la boca que veía los huecos, en donde antes había dientes y muelas. El joven reía pensando que algún día eso sería cierto.

Pronto llegaría el otoño y habría que sembrar la tierra de nuevo. Y secar las hojas y sacar las patatas. El niño jugaba y el viejo, mirando por la ventana seguía riendo, confiando en ver nacer de nuevo a los terneros.

viernes, 6 de julio de 2007


Hace ya años escribí, parafraseando a la peli “La soledad del corredor de fondo”, “La soledad del escritor de blogs”. Era una época en la que nadie me leía, la verdad. Estaba atravesando una depresión mezclada con crisis de ansiedad y autoestima por el lodo de un inframundo frío y húmedo. Y nadie me leía. O poca gente. Ahora, que me recupero de mis enfermedades, sigo teniendo la autoestima en horas bajas. Hoy no he dormido casi nada. Me han encerrado en mi pequeño piso con llave durante una hora y la ansiedad ha vuelto a mí. Los pequeños detonantes. Son reverberaciones de un pasado no muy remoto. Me asusto muy volver a las andadas, sobre todo ahora que quiero empezar a estudiar de nuevo. Y entre las antiguas neuras la de que todo es inútil, la idea primordial de que estoy solo y siempre lo estaré. Por favor, discúlpenme mis lectores escasos. Mi gratitud es infinita hacía ellos. Como saben quienes son cada cual obviaré nombres. Me aguantan y me animan. Pero a veces no es suficiente. No lo es. Ustedes lo saben, yo lo sé. Hay determinados días que es mejor no empezar. Empecé este blog con la intención de obligarme a escribir. Al principio fue así, después he ido bajando el ritmo, pero siempre he mantenido la ilusión en hacerlo lo mejor posible. Pero cuando esto entra en conflicto con el estado de bienestar de uno mismo, no sé lo que pensar. Leo lo que he escrito hace unos meses y no me disgusta. Leo lo que escribí el otro día y ya no estoy tan conforme. Durante toda mi vida he mantenido una lucha entre mi obra y yo. La conclusión es que he ido dejando todo por considerarme mediocre. Y no es esto una forma de que ustedes me adulen, como piensan algunas amigas malpensadas que empiezan por L. Es una cura de humildad, de honestidad, es una automortificación que debo hacer o si no reviento, es una cuestión egoísta, egocéntrica. Dejé de dibujar porque sufría mucho. Escribiendo sufro, pero la fuerza y los resultados me gustan más. Menos en días como estos, en lo que veo todo como un amasijo de desperdicios y plagios asquerosos. Menos con las personas que me caen en gracia, suelo ser incluso más duros con los otros y sus ponzoñosos escritos. Mi intención no es ser cruel, y reprimo pasarme por esos blogs de Dios, pero internamente no me soporto algunos días. Pienso cosas tan crueles que solo me falta decir cual Bruja Avería: ¡Pero que malo, pero que malo soy!

Y lo diría en las dos acepciones aplicables a mí, desde luego. Más malo que un dolor escribiendo y malo, porque las maldades que se me ocurren no deben ser buenas. Como casi todo en mí, es un ejercicio puramente mental. Mi problema, creo, es que he leído demasiado. Y soy pues muy exigente con lo que leo. La gente no lee demasiado y se lanzan a la escritura. Y esto no es una cosa mala. A mí me pasaba lo mismo con la poesía. Y es cuando empecé a leer poesía, cuando mis ripios me parecieron infernales. Me pesan mucho mis lecturas y pienso, si este tío escribe así ¿Por qué sigo mancillando el negro sobre blanco? Después me doy cuenta de que no puedo evitar escribir mis chorradas, y no hace falta que se respondan preguntas retóricas.

Ustedes comprenderán porque no me soporto demasiado bien a mi mismo. No solo porque me fije en modelos demasiados buenos para mí, sino porque pienso que ese es el único camino posible. Y como digo siempre, menos mal que me queda el humor, sino este mundo sería el valle de lágrimas que es, pero encima con nocturnidad y alevosía.

Tras este ejercicio de ombliguismo, y si han llegado hasta aquí les libero de mis asuntos.

Gracias por leerme.

martes, 3 de julio de 2007




No se bien como empezar. Ayer, cuando acabé de escribir el capítulo del hombre cursi que tienen abajo sentí que me secaba. La imaginación es menos densa que el aire y se elevó hacía el techo. Ahora se ha filtrado por los poros de los piso y debe andar por la estratosfera, junto con la basura espacial y los últimos átomos de oxígeno respirable.

La cabeza la tengo hueca ahora, de ideas y de ímpetus. Y no se bien que escribir.

Hoy he visto un concurso de novela corta. Me gustaría escribir algo. Tengo casi dos meses y medio, pero no se que abordar. De 100 a 150 A-4. ¿Cómo llenar tanto manteniendo el interés? Puedo ser morboso, pero no me cogerían la novela, solo la leerían los jurados, ávidos, en la soledad de las estancias más recónditas de sus viviendas. O sea, en sus despachos modernos, el quiero y no puedo de no ser aristócrata y tener una biblioteca propia donde tomar brandys. A mi me gusta estar rodeado de libros con mi bata de andar por casa (no tengo ni atuendo de marqués ni biblioteca), pero si muchos libros y ganas de imaginar. Pero se me ha atrofiado la imaginación. La cabeza embotada que se dice. No puedo concentrarme. Creo que es porque estoy empezando a estudiar y mi cuerpo se niega. Se niega mucho. Mejor no leer que estudiar, Miguel, me dicen mis células, clamando por el descanso veraniego. Leo Conan el cimmerio. Leer Conan es muy entretenido, no sabía que lo fuera tanto. Creo que me pongo a imaginar tanto los templos y los sacrílegos dioses que Howard me roba mi imaginación desde la tumba. A él se le escapa por el agujero de bala del calibre 38 que tiene en la cabeza.

Poco más puedo decir. Solo que no tengo apenas capacidad y que me muero del sueño.

Son las 2 menos cuarto del 3 de julio de 2007 y nada me hace infeliz en este momento. Incluso no tener imaginación. Pero quiero que vuelva pronto. Imaginar cosas es mi actividad preferida. Si no la vida esta tan fea me consumirá sin remedio. Sin el tamiz del proceso inventivo las cosas pueden ser desagradables.


Amaneció tarde ese día.
El sol no podía atravesar la densa capa de nubarrones negros.
Las calles permanecían tristes, mojadas, bajo el aliento frío del viento solano. Un mendigo amaneció muerto. Nadie relacionó el hecho de que ese mendigo era el que rebuscaba las migajas de la sociedad al lado del bufete de Herederos de Ernesto Rinconete. Nadie se fija nunca en los locos que viven en las calles. Bueno se fijan cuando escupen, o se cagan por las aceras. ¡Bendito Diógenes! En la caja de madera donde el pordiosero vivía solo encontraron podredumbre y un cuaderno escrito. Si no llega a ser por el joven Quintanillas, que era más avispado y curioso que el resto de sus compañeros, no se hubiesen descubierto los escritos del hombre arrecido. El hombre helado es el que había reído del traspiés del hombre cursi.

Pellicer apareció en la oficina, dentro de un abrigo tan roñoso que se hubiese confundido con el mendigo muerto, arrecido y helado. Su cara, preámbulo de la más segura de las muertes, tampoco ayudada. Quintanillas le entregó la libretita. En contra de lo que se podía pensar el escrito era limpio, ordenado y con una caligrafía gótica al estilo de la que enseñan en los colegios alemanes. Pertenecía al diario del mendigo llamado Mathias Habermas Rodríguez, veterano del 14, maestro de escuela y escritor amateur, según decía la historiada portada del cuaderno.

Pellicer no tenía tiempo ni ganas de leer, la verdad, y se fue directamente al día de los hechos.

..-Noviembre-19..

“Un paisano civil pasó por mi casa esta mañana. Era un cursi, un cursi redicho y empalagoso como un bocadillo de azúcar relleno de mierda… me he reído de él porque me tenia miedo, jajajajajaja y me sigo riendo ahora, si no fuera porque está más muerto que la fría losa de una iglesia. Las losas leí una vez eran de calizas. Las calizas son bichos muertos y ahora son frías, o sea, que están muertas en las iglesias. Me río de las iglesias. Están muertas como sus losas, como su Dios, como el hombre cursi...

…un gitano me escupió. Los zíngaros son cerdos. Después vi un resplandor en la ventana y un hombre que volaba. Ya lo había visto antes. Olía a azufre. En la guerra vi a ese tipo saboteándome. Me acechaba por las noches. Me decía cosas al oído. Me tentó y por eso me escapé. Por él estuve preso 3 años. Yo lo conocía pero no lo llamé. En Alemania lo llamaban Dämon, y aquí se llama el Diablo. Sabe hablar en lenguas. Yo lo conocía pero no le llamé. Estaba en una ventana y se reía. Después se fue.

Yo me dormí después porque un compañero consiguió chinchón. Me gustan lo licores…

Algún día cuando lea esto, inspector Pellicer, sabrá que a usted le costó un día de hospital, pero a mí me gusta mucho beberlo. Supongo que ya estaré muerto si lee esto. Jajajaja. La muerte le ronda, amigo mío. Primero el cursi de mierda, su amigo el bujarrón, ahora yo. Aún quedan más muertecitos por llegar…

Alguien me entregó la nota que le transcribo a continuación, sin mover ni una coma, como me indicó su amigo, el que le ronda desde hace tiempo…

el diha yega i tu dando palos de ziego

este mendigo ba a morir solo pa que recivas esta nota

farta poco pa la sijiente

la ganva

...la verdad es, inspector Pellicer, que no me importa morir, pero espero que no sea de frío, aunque viendo las probabilidades parece que así será. No se preocupe por mi deceso. Ya me llegaba la hora. A cada cerdo le llega su San Martín, ¿conocía usted esta frase?..."

Pellicer estaba aún más pálido. Su tez era del color de la leche con muy poco café. El perlado de su frente estaba frío como Mathias y sus dichosas losas. ¿Como alguien podía saber que él leería el diario de un muerto de hambre? Los misterios se sucedían y cada vez estaba más cansado. Un mendigo pitoniso era demasiado.

-¿Estaré con fiebre y delirando? –se preguntaba a sí mismo,con un aire demasiado melodramático para él. –

Se toco las sienes con los nudillos. El dolor estaba empezando de nuevo. El orujo no era la mejor solución. Solo quería dormir, pero el tiempo se acababa.

- ¿Y si me muero yo y los dejo con un palmo de narices?

Pellicer, por primera vez en el día, rió y un súbito bermellón se hizo fuerte en el centro de sus mejillas.

La vida es una broma cruel –pensó-,y lo que me fastidia es ser tan poco original.

 
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