
La relatividad es un término sobreexplotado. Lo más gracioso es que siempre se acude a Einstein para el topicazo de “Todo es relativo”. Esto Alberto nunca lo dijo. Yo no sé muy bien explicar estas cosas de física (no te me eches al cuello, Horny), pero precisamente Einstein nos dice que no todo es relativo y que existe algo absoluto, que es la velocidad de la luz en el vacío. O algo parecido. La relatividad es no se puede mirar las cosas sin ver su contexto. O al menos así debería ser. Ese pájaro va muy rápido. ¿Respecto a que? Pues esperemos que respecto al azor que lo persigue, jejeje. Y eso es relativo también, porque el azor también tiene que comer, ¿no? Las cosas pues, en general son relativas, pero creo que centradas en el individuo muchas veces son absolutas. Verdades absolutas. Si en verdad creemos una cosa, esa cosa es absoluta. Es una verdad para nosotros. Sobre todo cuando es un percepción difícilmente demostrable. Eso es feo, por ejemplo. Si uno no miente (no tiene a priori porque hacerlo), es una verdad absoluta. ¿Por qué? Pues porque la belleza es relativa. Lo que para unos es bonito para otros es feísimo. Y viceversa. Y eso es aplicable a muchas otras cosas. Ideologías, conductas, corrientes estéticas. Menos a la ciencia, que reduce el porcentaje de relativismo buscando verdades absolutas. La ciencia está llena de estas verdades, que son verdad queramos o no queramos, estemos o no estemos de acuerdo. Nadie puede decir que la gravedad no le convence mucho. Si puede decirlo, pero demuestra que no sabe de lo que habla. O la Evolución tan discutida hoy en día aún por fanáticos religiosos, sobre todo evangélicos. Pues bien, en las opiniones también hay unas más verdaderas que otras, pues son aplicables a un mismo y nada más. Eliminando el autoengaño y la subjetividad impuesta desde fuera, la subjetividad puede ser bastante racional, bastante meditada, bastante objetiva, por así decirlo. Uno, que por desgracia, más que por fortuna, ha pensado mucho tiene un amplio elenco de posturas tomadas, y que al no cumplirlas se corre el riesgo de caer en el feo vicio de la incoherencia. La coherencia, tan poco valorada hoy en día, tan afín al eclecticismo, lo guardamos como un raro y rancio tesoro las personas que aún las valoramos. Y no me salten buscándome las cosquillas de que he dicho algo incoherente. Soy coherente con la idea de la gran imperfección del ser humano, y yo hasta la fecha soy uno de ellos, ergo al ser imperfecto puedo resultar incoherente (no tanto en el fondo como el la forma de expresarme) Y otra opción es posible también. El descarte de asuntos en la baraja de la vida. No es por desconocimiento. El desconocimiento es lícito en parcelas que uno no quieres tocar. Hay muchísimas cosas que no me interesan lo mas mínimo: muchas personas (millones), algunos lugares comunes, el pensamiento único, la búsqueda de la felicidad a través del autoengaño. Esas son elecciones. Las elecciones pueden ser buenas o malas. Hay gente que sufre si no elige lo que le viene determinado por los otros. Hay gente que sufrimos por escoger caminos no tan trillados, pero dolorosos de igual forma. Pero elegir el camino de los otros no nos haría sufrir, sencillamente nos mataría. Y si lo que has dejado a un lado es una decisión personal meditada nadie puede reprochártelo. No todos somos buenos. No todos nos tenemos que preocupar del cambio climático, aunque debería porque el calor me mata. No tenemos que hacer de todo, ni con todos, solo lo que se quiera, con los que se eligen. No debemos prestar atención a los problemas del mundo, porque nada, nada podemos hacer las personas corrientes y molientes, y más las personas pusilánimes como lo soy yo. Y por tus elecciones te llaman de todo, sobre todo si no se es políticamente correcto. El desconocimiento de lo que no se quiere conocer no es una cruz en tu curriculum. La capacidad de aprender debe solo usarse para el bien propio, aunque siempre no es así, pues hay cosas que debes superar aunque no te guste, pero eliges pagar el peaje de la coherencia, o incluso del gusto.
Yo preferiría desconocer el dolor, pero eso no es una elección. Pero es coherente que intente evitarlo. Y si, soy un ignorante porque a las cosas que no me gustan las aparto. Debería ser masoquista, que es lo contrario de ignorante, pues.
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Bien, esto lo mando este señor de aquí abajo como comentario. Como me ha parecido interesante se lo pongo a continuación de mi desvarío.

Pues si, así es, todo el mundo se acuerda de Einstein cuando pretende que cualquier forma de entender las cosas es igualmente válida. La verdad es que la culpa es del mismo Einstein que debería haberse pensado un poquito mejor el nombre para evitar malas interpretaciones. Lo de relativo se refiere a que un suceso dado puede ser percibido ocurriendo en distintos instates según el sistema de referencia desde el que se mida. Es decir que la idea central de la teoría de la relatividad (especial, la general es otra historia) es la negación de la simultaneidad. El concepto de simultaneidad se desploma debido a un absoluto, la velocidad de la luz, que tiene el mismo valor independientemente del sistema de referencia desde el que se mida. Einstein, con relatividad se refería a eso, a una relatividad temporal. Pero claro, por otra parte, igual llamarla teoría de la no simultaneidad no habría tenido el mismo impacto mediático.
Pero sin salirnos de la física de principios del siglo XX, si podríamos decir, por ejemplo: “todo es relativo al observador, como descubrió (muy a su pesar) Max Planck”. Hombre, no es lo mismo pero es algo. El pobre Planck se dio de bruces con la teoría cuántica cuando intentaba fundamentar la termodinámica en la mecánica clásica y en el concepto de entropía (otro absoluto, by the way). En la mecánica cuántica, y de acuerdo con la interpretación de Born o de la escuela de Copenhaguen (que es la más ampliamente aceptada actualmente, por no decir la única), la realidad que se observa es producto del observador. Aquí cada uno es el protagonista. Cada uno es el creador de su realidad, de todo lo que le rodea, que sin él, no existiría tal como “él” lo percibe. El mundo cuántico es una superposición de estados bastante difusa y desagradable hasta que alguien lo mira y, entonces, en ese instante, "lo crea"(más propiamente habría que decir "lo materializa"). Esto parece muy místico y trascendental pero no lo es. En realidad el universo cuántico es muy, muy pequeño y la mayor parte del tiempo es una amalgama de estados electrónicos y fotónicos que va a su aire y en la que el observador tal como lo entendemos no juega ningún papel. Quiero decir que por observador hay que entender “proceso físico que provoca el colapso de una función de onda” y no “un señor con bigote que llega tarde a trabajar”, por ejemplo. Bueno, el asunto es complicado y mejor dejarlo aquí. Tengan ustedes fe en lo que les digo que no les estoy engañando. En cualquier caso esta teoría es la responsable de la existencia del ordenador desde el que estoy escribiendo esto y del ordenador en el que ustedes lo leen (si han tenido la paciencia de llegar hasta aquí). Los semiconductores de los que están hechos los transistores que hay en los microprocesadores son pura mecánica cuántica en acción, así que la teoría y su loco universo existen y funcionan de ese modo tan extraño.
Corto el rollo aquí… me he emocionado. No todo los días tiene uno la oportunidad de hablar de éstas cosas… me lo has puesto en bandeja.
Por Gaspar Sánchez Merino, futuro radiofísico
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Añado aún una cosa más. Einstein es puesto siempre de ejemplo como científico creyente. En parte por la fracesita de "Dios no juega a los dados". Todo eso es falso. A Einstein le gustaba mucho utilizar lo que se denomina poética científica, y llamar Dios, en sentido figurado, a las leyes que rigen el Universo, sin un atisbo de significado místico o trascendental. Les recomiendo encarecidamente la lectura de "El Espejismo de Dios" de Richard Dawkins y su primer capítulo "Un no-creyente profundamente religioso", dedicado al físico alemán.
Entrevista con el autor ingles