lunes, 16 de enero de 2012

II Concurso de Microrrelatos del Blog de Mameluco :: VOTACIONES


Ha concluido el tiempo que se determinó para escribir los microrrelatos… Creo que han sido tres semanas.
Ahora toca la tarea de votar. A los lectores y a los participantes. Puede votar todo el mundo. Por supuesto, está permitido el autovoto. Pero lo que no veré con buenos ojos es pedir el voto a lo Garci, por favor.
Cada votante tendrá dos punto que podrá repartir entre uno o dos participantes. O sea: -por ejemplo-

1. ALBERTO GAY HEREDIA 1 punto
2. César Evangelio Luz 1 punto

o bien

3. Fernando Márquez 2 puntos

indicando siempre el número del relato porque hay autores que repiten. Tienen hasta el 31 de Enero. Habrá 6 ganadores. Y dos premios más a mi elección. El premio como ya saben es la publicación en una pequeño librito que se realizará artesalmente en la Imprenta la Gutenberg, taller tipográfico de la familia Morales.

Se pueden comentar los relatos y demás, pero no me sean malos. No le queda mucha vida al blog verde manzana, así que vamos a vivir en paz y armonía.
Se puede votar en los comentarios o en el evento de Facebook que indico a continuación. Si votan en un sitio no voten en el otro que me hago lío. Tampoco utilicen eso de utilizar perfiles diferentes para votar dos veces. Está feo.



Suerte a todo el mundo.

Este será el último de los concursos realizado bajo el nombre de Mameluco´s Blog. Voy a cerrar el chiringuito. Creo que está moribundo de redundancia por mi parte. El próximo 28 de Febrero, coincidiendo con el 5º Aniversario, daré por finalizada la andadura. Quizás le siga otro o igual no. No lo sé. Ya vendrá lo que tenga que venir.

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1. ALBERTO GAY HEREDIA

    Hermenegildo hacía mucho que le había perdido el respeto a la muerte. Deseaba, invocaba constantemente su presencia por razones puramente mercantilistas. Fueron las muertes ajenas, las que permitieron a tres generaciones de su familia vivir holgadamente a consta de un próspero negocio de funeraria. Esperanza, su hija mayor que no había podido graduarse en secundaria, se especializó en acicalamiento post mortem. Dejaba los muertos tan primorosos, que parecían estar vivos. Aquella habilidad acarreó la muerte de otros pequeños empresarios del sector. Todos los muertos de aquella pequeña ciudad ya eran todos suyos. Alguna que otra vez, le llegaban anónimos con amenazas de MUERTE.

2. César Evangelio Luz

    Aquí estoy otra vez, delante de un ataúd. Dentro de él, como siempre que vengo, hay alguien que conozco. De niño pensaba que la muerte nos visitaba y que había que esconderse de su aliento frío, no mirarla nunca de frente como tampoco se le hace a un caballo. Cuanto más tardáramos en abrirle la puerta, más tardaría ella en cruzarla, por más que llamara y pisara nuestro felpudo. Hoy sé que la muerte no viene sino que ya estaba; cada ataúd que honro es siempre el mismo, aunque lo quemen. Y sé que la muerte nunca me visitará; soy yo quien la visito a ella, cada vez más, y dentro de poco estaré sobre su felpudo, llamando a su puerta.

3. Fernando Márquez

    SEXY SADIE (Los Ángeles, 1969)

    Nada tiene importancia: solamente los juegos (colores que se prestan a todos y a nadie). Comeremos cereales en el útero de Sharon y los muertos germinarán como pequeñas luces dando vida a este crepúsculo invertido. Las esfinges calaveras polinizan los ramos de datura. Agosto estalla de improviso en las planicies de hierba artificial: las piscinas rebosantes de agua teñida son llagas que espejean en nuestros corazones. Mataremos a Cristo entre las piernas de Sharon y su sangre correrá en olas sobre las que deslizarse hacia el horizonte. En el futuro, sólo nuestra acción será recordada, remedada, envidiada: el resto irá a parar a los cerdos. Y un millonario de Texas pedirá mi mano.

4. David

    ALGUIEN HA MUERTO EN MI CASA
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    Alguien ha muerto en mi casa. Estoy convencido. Un olor a ausencia me asola, una bofetada tras una broma sin gracia asentada en mi nevera; la comida se pudre deprisa, el agua deja un regusto a poso viejo, las botellas acumulan sedimento y polvo un día después de llenadas, tristes porque alguien ha muerto. El sueño no se instala en una casa donde alguien ha muerto, el tiempo pasa despacio y las campanas tañen hora tras hora, el exterior no tiene nada que ofrecer, como si el pueblo también hubiera muerto en casa de alguien, he olvidado qué es el hambre. Preguntaré quién ha muerto, no como un estúpido intento de empatía, no; algún día preguntaré porque no soporto más vivir sin la certeza de que alguien ha muerto en mi casa.

5. la magnética

    Al llegar a casa tras cuatro días en Fuerteventura, nuestras últimas vacaciones juntos, le he sugerido que cogiera una maleta, la llenase de su parte de culpa y responsabilidad y se marchase.
    "No te ofendas si no quiero volver a verte".
    Después de unos minutos con mi espalda apoyada en el quicio de la puerta dándole vueltas a si quizá hubiese sido mejor que ni siquiera hubiese pasado por casa, he llegado a la conclusión de que la muerte de nuestra relación comenzó el mismo día en que le conocí a través de mi mejor amiga Teresa: la mujer que le convertirá en padre el próximo mes de Junio.

6. Micrótica 

    -¿Susto o muerte?- le preguntó.
    -¡Susto!-eligió con decisión.

    Y el susto le provocó la muerte.

7. Marisol Salanova

    Tus dedos coletean nerviosos sobre mi vientre como peces varados en la orilla. Ya no sabes qué hacer con este cuerpo tendido en el suelo a tu merced. Sigues caliente, sin embargo, y me pregunto a qué nivel de éxtasis hubiésemos podido llegar de haber aguantado mejor la presión de esos otros dedos alrededor de mi cuello, o si te hubieras dado cuenta de que llevaba más de diez segundos haciéndote la señal: si no me hubieses dado muerte. Pareces dispuesta a averiguarlo.

8. Riquio

    SOLEDAD

    Cinco de la mañana y las manos enjutas bajo el plumón, la mirada vaga y directa sobre el alféizar incipiente bajo un cielo indistinto, recogiendo los quejidos del rocío. En un ovillo húmedo de recurrente absorción, varias noches bajo el puente fluyendo, desde aquel perpetuar solitario cuando la vil palabra precedía el paso fugitivo, ese tamaño simulacro que llaman soledad se adhería a las paredes terco como la brea. Era esta nueva piel de la pérdida la comprobación última del aislamiento feral del alma, comidilla impúdica, dueña del hartazgo de filósofos y poetas? Era ese extraño sin nombre, aquel sumergido otra vez en lo supuesto, el signo de un alba no esperada o el rostro de la muerte disuelto en un anhelo?

9. Jimmy Jazz

    LA MIRADA DE CHOCOLATE

    De vuelta a casa me encuentro con Mar ¡Vaya día de trabajo, estoy muerto! le exclamo con hartazgo y cansancio. Ella, distraída, no se percata de mi comentario y la veo buscar por el escaparate de la pastelería su capricho de chocolate. Entramos y nos atiende un hombre de intensa piel negra vestido con bata blanca. Mar pide, yo pago, mientras, descubro cómo se sonríen y recuerdo que hoy, hace diez años Mar y yo nos enamoramos con la misma mirada.

10.  david pascual huertas

    Vale, la historia empieza con un hombre que se despierta. Es martes y tiene una de esas resacas que se parecen un poco a mirar en un periódico las muertes por accidente de tráfico en navidad. Se despereza y comienza a vestirse. Mete las manos en los bolsillos de sus pantalones y se acuerda de que tiene un papelito doblado en el bolsillo. Saca el papelito y lo lee. Caramba. Vaya cosas pone. Y el hombre se pone los pantalones y decide bajar a la calle. Y se va a tomar un café. La camarera tiene cara de lechuga mustia pero sirve el café como si fuera una bailarina checoslovaca. Vuelve a leer el papelito y esta vez se ríe mucho. La camarera ni se extraña. Total, una ve de todo.

11. Isaac

    LA MUERTE DE LA MÚSICA
    Esta historia es real como la vida. Yo tenía seis años y mi hermano, de 21, se acababa de ir de casa. De repente, heredamos una guitarra que salió del armario y que nadie sabía muy bien de dónde venía. Le faltaban dos cuerdas, pero para mí el sonido de las otras cuatro era música celestial. Me podía pasar horas y horas tocándolas, escuchando embelesado su eco en la caja. Poco después mi madre, que debía de estar muy enfadada con mi hermano o la vida misma, dijo que aquello era un trasto. Y que había que desprenderse de ese trasto. Así que, esa mañana y delante de todos, agarró el traste y con toda su fuerza reventó la guitarra en el pasillo. Aún recuerdo el brutal estruendo de las cuerdas. Se había decretado la muerte de la música.

12. david pascual huertas

    Mickey vuelve de la fábrica y se sirve un vaso de whisky. Con lo que tú has sido Mickey. Bueno, ya vendrán tiempos mejores. Se calienta algo de comer. Minnie murió hace dos años y a Mickey le duelen las manos de la cadena de montaje. Es la crisis, ya pasará. Eso al menos es lo que dicen todos. El plato de comida del perro aún está lleno. Eso es lo que pasa cuando ya no tienes perro, piensa. Esta noche, Donald vendrá a buscarlo y harán lo que hacen siempre. Ir a un bar, beber hasta perder el conocimiento, no hablar demasiado. Es una manera bastante varonil y tradicional de lamerse las heridas. Los chicos no lloran, al menos en la ciudad de los sueños. Que piadosa es la recesión.
    Donald perdió su empleo hace año y medio, así que pagará Mickey. Venga esa última ronda que mañana hay que trabajar. O lo que sea.

13.  Ramón

    Coleccionaba antiguas fotos de niños muertos. La pared de su habitación estaba cubierta de retratos en blanco y negro de pequeños cadáveres endomingados y peinados con agua. Hacía siglo y medio que sus padres encargaron estas fotografías, desgarrados por su muerte, para recordarlos y rezar frente a ellas como si fuera una estampita de un santo o una virgen más. Ahora ella construía una siniestra orla frente a su cama con todas las que podía encontrar en mercadillos y anticuarios. Nadie se explicaba su extraña afición y cuando le preguntaban, se desentendía amablemente. Pero todas las noches se dormía escuchando placenteramente el coro de llantos de todos sus niños muertos.

14.  juanitamarkez

    Me llamo María de la Dulce Muerte, pero podéis llamarme Marimú, hay confianza. Los niños del cole me llamaban Marimuerta; los adolescentes del insti, La Fiambre, así, directamente; en mi primer trabajo de becaria, La Chupapollas, este apelativo no tiene nada que ver con mi mortal nombre, pero es que fue así, las cosas como son. Cuando ascendí a jefa de departamento me empezaron a llamar La Viuda Negra, en honor a la fama de esa araña, prototipo de la cruel fémina que destruye al macho. Durante mi ascenso a la cima rodaron muchas cabezas. La viuda negra, después de aparearse, se come al varón empezando por la sesera. Yo empiezo por la polla, perdón por la expresión.

 15. Percy B. Suárez

    LAS ORILLAS

    Estás remando y piensas que no tienes nada... ¡que equivocado estás!, estás pensando y por lo tanto lo tienes todo... tienes tu VIDA... continúa remando por esta orilla... en la otra está la MUERTE.

16. Mazes

    Ahí va el primero: Pis pas I

    Hasta bien entrada la mañana, permanecía en la cama observando el vacío que quedaba a su lado, acariciando con su arrugada mano la tersura de un algodón primorosamente bordado que sí resultó ser para toda la vida, o al menos para la abuela, que disfrutaba ya del descanso de la muerte y que rezó con cada puntada para no tener que ver esas iniciales separadas. Cuando por fin conseguía eludir el magnetismo de la nostalgia, se calzaba unas babuchas de cuero marrón que resaltaban el tono transparente de su piel y suspiraba mientras apoyaba los nudillos a ambos lados de su cadera, en un intento poco menos que derrochador de convertir sus brazos en el impulso que ayudaría a erigir un cuerpo que ya no respondía ni se cuadraba ante su amo.

17. Mazes

    Y el segundo: Pis pas II
    Cuán cerca vio la muerte en aquella cuna de la vida. Esa misma cama de metal, que hoy chirriaba para entonar un dueto con los huesos del abuelo, no hace tanto que cantaba de alegría cuando, por la mañana, no hacía falta que usara las manos para levantar la sábana. Entonces la abuela sólo tenía que dedicarle una sonrisa para que las sagradas palabras del sacerdote cobrasen sentido y realmente ambos acabasen siendo una sola carne, ese maravilloso desafío a la física y a las matemáticas que demuestra que “uno más uno es uno” o a lo sumo y con el tiempo, tres. Y así hasta ocho que llegaron a constar en el libro de familia.

18. @LF

    La muerte del artista fracasado

    Se levantó muy temprano y, como todos los días, invariablemente, se bebió un zumo de naranja y un café. Hacía frío y se sentó en el sofá, tapado, con el libro que había estado leyendo apenas unas horas antes. Leyó durante casi dos horas, se tomó otro café y algo de fruta y se pudo a trabajar.
    Llevaba varios días buscando a la muerte. Necesitaba una muerte; una muerte de película, es decir, de una película para unirla a otros trozos de película y hacer una película, eso sí, corta. Quería una histórica tragedia para adaptarla a un contexto cómico, lo cual, ni era muy original, ni resultaba aparentemente difícil. Pero no la encontraba.

19.  Sorel

    En tiempos de Francisco I, un soldado se sublevó contra el rey y contra Francia. Él solo. Se atrincheró en el viejo torreón que guarda el puerto y que aún hoy existe en El Havre y hubieron de atacarlo despiadadamente en un asedio desproporcionado para vencerlo. La ciudad que lleva la salamandra real en el escudo pudo con la heroica oposición de uno solo y nunca se supo si el soldado se rebeló en un acceso de locura o si fue por amor. Sería hermoso que en ese mismo ribete de mar donde Monet encontró inspiración para pintar un cuadro que terminó nombrando a toda una generación de artistas, un soldado hubiera muerto valientemente enfrentado al mundo por una mujer. Yo siempre quise ser ese soldado rebelde.

20. carme

    La muerte

    En la noche más larga, oscura y fría aguarda en silencio desafiante y oculta la MUERTE. Una cita de imprevisible encuentro y engañosa seducción, donde el viento mecerá mañana flores marchitas y lágrimas de un triste adiós.

21. Jazz

    A lo largo de mi vida he escrito mucho. Si quisiera ganar este concurso… ¿Que no sabes de qué concurso hablo? Uno que se ha inventado un tal Mameluco. ¿Qué de qué le conozco? Me habló de él una amiga, pero no le he visto en mi vida. Sólo sé que tiene un blog. Uno más. A mí varias veces me han preguntado que por qué no tengo un blog. ¿Para qué? Si no tengo tiempo ni para escribir. Ahora mismo lo que me preocupa es en qué momento meteré la palabra “muerte”. También me inquieta no saber cómo se cuentan los 600 caracteres. Tendré que contarlos yo mismo. Como decía el bueno de mi padre, si quieres que las cosas que te interesan se hagan bien, hazlas tú mismo.

22. Jazz

    Me quedo con tu mirada. No me mires así, porque ahora tu mirada es mía. Sé que no me crees, pero eso no me importa. No me interesa lo que pienses ni lo que digas. Y menos aún lo que hagas. Porque dentro de unos minutos la muerte te dejará sin aliento, y tus ojos serán míos. ¿Para qué crees que he traído este bisturí? Primero, el ojo izquierdo. Es mi preferido. Con él me guiñabas cuando todavía me querías. Ahora que me odias, no lo necesitas. Lo que todavía no he decidido es de qué forma te mataré.

23. Carolina D del C   

    Algo que ustedes no saben es que la Muerte tiene una red de blogs para atrapar vivos y llevarlos a su lado oscuro. Son blogueros que no están vivos aunque hacen todo lo posible por parecerlo. Cuentan su vida de una forma banalmente inofensiva, cuando en realidad no existen, son sólo lenguaje binario de 0101, sensaciones que existieron, memoria fósil almacenada. Muchos caen en sus redes y desaparecen. La pantalla del ordenador se los traga como un agujero negro. La clave para descubrirlos son los concursos de microrelatos. Te seducen para que escribas un relato mínimo y cuando estás delante de la pantalla, absorto en tu tarea, ésta te succiona y te convierte en memoria RAM. No lo hagas, no caigas nunca en la tentaa

24. ALBERTO GAY HEREDIA

    Muerto de hambre y de sueño, en una ajada, fría y solitaria estación de ferrocarril de transbordo, esperaba pacientemente la llegada de aquel viejo tren expreso que, tras disfrutar de mi civil permiso reglamentario, me devolvía aquel viejo cuartel de infantería en el que debería seguir cumpliendo con mi servicio a la patria. Por fin, cómodamente instalado en aquel tren, soportando estoicamente un desagradable olor a perros muertos que desprendían los calcetines de mis compañeros de departamento, pude conciliar el sueño. Cuando desperté, me di cuenta de que merecía la pena seguir soñando.

25.  Indianred

    La había besado cien veces en la frente y otras tantas en las manos. Cada vez que el móvil sonaba, contemplaba la fosforescencia de los números del identificador, y agradecía en silencio que el llamado que esperaba se retrasase aunque fueran sólo unos minutos. Unos minutos eran un siglo mirando sus párpados cerrados, su boca curvada en una mínima sonrisa, su cabello recién cepillado y perfumado.
    El “ring tone” sonó más agudo que el silbido de la muerte. Respiró hondo y soltó el aire en un profundo suspiro que le dolió en el pecho, antes de atender a los de la funeraria y decirles que ya bajaba a abrir la puerta del edificio.

26. Raquel

    Todas las noches se repite el mismo sueño. No sé por dónde empezar, la verdad. Es una sensación extraña, difícil de explicar. Muerta, lo que se dice muerta, no estoy, sigo sintiendo. Pero no puedo moverme, no puedo hablar, ni siquiera puedo respirar por mí misma. Recuerdo sensaciones como de una vida pasada, ideas inacabadas que vienen y van en mi cabeza como un laberinto sin fin. Luego me despierto y la realidad me golpea como un relámpago: el accidente, el hospital,... Nada era un sueño, ahora vivo como un vegetal.

27. Ignacio Jardín

    Sólo veía una mancha borrosa. Fue al notar que me agarraban del pelo y me tiraban la cabeza hacia atrás cuando me di cuenta que la mancha era granate, y estaba rodeada de otras muchas, todas de colores muy vivos. Estaba sudando, y mientras seguían tirando de mí, me pareció que las manchas empezaban a formar algo definido: una montaña, quizás, o dos; tal vez una chimenea. Noté el cañón de una pistola en la sien y una voz me gritó al oído:-Vuelve a decir que esto no es un Kandinsky, jodido cabrón, y te vuelo la tapa de los sesos aquí mismo.
    Sentí la muerte como una punzada de orgullo.

28. Iñigo Martín-Santos

    LA LETRA

    Acércate mas-dijo una voz femenina. ¿Más?-respondió el. Si, hasta que mi aliento no se distinga del tuyo.
    Los siguientes segundos, minutos u horas, no las conozco, solo ellos lo saben. Yo enfile la calle Martos, apenas habían sido unas palabras, incluso puede que las imaginara al reconocer las sombras en el rincón del soportal. Acababa de cerrar Ca David, y la diferencia de temperatura me hacia encogerme dentro del gabán, al fondo el final de la calle se oscurecía como la boca del lobo. Pensé en la ironía de la situación, ellos buscando la oscuridad y yo temiendo entrar en ella. Tranquilo, pensé, justo antes de ver el fogonazo, entre Muerte y Suerte, solo hay una letra de diferencia.

29. Covi del Barrio

    Recién nacida, huele a nuevo. La miro, la olfateo, la reconozco, como cualquier mamífero a su cría. Y sin amarla aún, cerco el espacio y el tiempo y al más leve gesto de dolor, que la atenace, estoy alerta. Su vida, recién estrenada, podría peligrar y esta fuerza demoledora que me invade al mirarla, desataría mi ira, perdería mis uñas, mis dientes, derramaría toda mi sangre...porque ahora mismo SE que por haber nacido la muerte la acecha.

30. Cris

    Dormía tanto que cuando me morí nadie se dio cuenta.

31. Paco RC

    MAR ADENTRO

    Afasia. Pérdida progresiva de motilidad. Dolor. Cuidados paliativos. Este olor a hospital. Súbeme la cama. Atonía. Cierra la ventana. No soporto la luz. Muerte digna. Neurodegeneración. Para cuándo una ley. He vuelto a hacérmelo encima. No puedo más. Déjame solo. Afectación sensitiva. Pomadas para las escaras. Siempre me dieron asco los purés. Antisépticos. Ley que no llega. Ansiolíticos-hipnóticos-analgésicos-antidepresivos… Me miran con compasión. No saben qué decirme. Me traen bombones. No puedo tragar.
    Sí señor inspector, naturalmente que le acompañe a Suiza. Estuvimos casados cuarenta años. Siempre juntos desde los veinte. No iba a dejarle solo. Cuando vino la Muerte él estaba dormido en mis brazos.
32. Ster

Desde el vacío de la tristeza y la melancolía, agobiado por multitud de angustias que te impiden ser feliz, nos alegras la vida, y desde tu lucha titánica por seguir viviendo, nos planteas un concurso de microrrelatos que incluyan la palabra muerte.

    Y aquí nos tienes, a gente variopinta, desconocida entre sí, que confluyen en tu blog verde manzana para participar en la alegría y la ilusión de un concurso que como premio se lleva solo “la honrilla de ganar” y un maravilloso libro hecho a mano.

    ¿Te parece poco?

33. Iñigo Martín-Santos
   
CUENTO II

    ¿Qué para que sirve la noche? Para esperar, para eso sirve. Tú esperabas a otra, solo usabas mi nombre, porque en tu inmenso egocentrismo, nunca me viste como la opción valida. Declamabas mi nombre, para provocarla a ella. Cuando la imaginabas, la sangre bombeaba por tus venas vidriándote los ojos. Nunca pensaste, que serias mío. Al menos no tan pronto, no antes de saborearla a ella. Mírate, al abrazarte a mí, o mejor dicho, al sentirte abrazado por mí, ni tan siquiera recuerdas los días en los que gritabas tu amor por las dos. En tu infinita vanidad, no dudabas que ambas éramos igual de amantes para ti. Pero a ella nunca la tuviste.
Gloria o Muerte gritabas enardecido. Pues bien, puedes cerrar los ojos, aquí me tienes.

34. alberta coconut

    Me llamo Jorge Moscoso. El hombre que tengo a mi lado es un abusador de ancianos. Se toca sentado en sus regazos, se corre sobre sus caras hieráticas marcadas por enfermedades que les comen el cerebro. Yo lo he tenido que ver, obligado por un juez, en un vídeo en HD para dar fe de que aquel rostro bañado en semen era el de mi padre. Imagínate el culo del hombre que te acunaba abierto nítidamente en blu-ray tras el biombo. No puedo expresar el eterno agradecimiento a la Residencia Nuestra Señora de las Mercedes por colmar sus zonas comunes de las más modernas cámaras de vigilancia. Este hombre a mi lado sale hoy de la cárcel. Me llamo Jorge y voy a darle la más salvaje muerte que imaginar pueda mi pobre destrozado corazón.

35. patidifusa

    RECETA

    Te odio. Corto la cebolla fina y la pongo a pochar. Llevo aburrida contigo media vida. Limpio las zanahorias, las parto en rodajas y las echo en la cazuela también. ¿Y pensabas que no me iba a enterar nunca, imbécil? Pelo las patatas y las reduzco a cubitos, las dejo caer sobre ese lecho blanco y naranja, tapo la cazuela. Nunca me acerqué a tu diario, lo juro. Espero unos minutos a que se haga todo a fuego lento. Pero te lo dejaste abierto, sobre la mesilla. Añado agua, sal y los garbanzos de bote. Llevas años engañándome con hombres, a docenas. La morcilla de Sotomayor, que no falte. Y yo esto no me lo merezco. Un poco de cianuro y un Starlux para redondear el sabor.
    - ¡Cariño, estos garbanzos te han quedado de muerte!

36. Jose M. Ubé

    GOLPE DE SUERTE
    No podía recordar sus sueños, pero aquella noche la imagen de unos neones con la frase “golpe de suerte” se repetía insistentemente. Toda su vida había sido gris. El mensaje nocturno le obsesionó y compró lotería al salir de la oficina. El golpe llegó. Sin decir nada a nadie se fue a la costa azul, se alojó en el mejor de los hoteles e, imitando a su adorada Grace Kelly, compró un descapotable para recorrer los paisajes que solo vió en la pantalla de televisión.
    El informe de la guardia civil determinó que el accidente se produjo por somnolencia de la conductora. El opel corsa quedó destrozado. Confundió el mensaje de sus sueños. Realmente le avisaban de un “golpe de muerte”.

37. Isaac
   
    La muerte se vendía en tarritos pequeños, en los supermercados y en las tiendas de 24 horas. Claro que también la podías comprar al por mayor, en tiendas especializadas en import-export y ahorrarte un dinero. La traían de China, pero no era tan buena, claro. Lo mejor, si tenías dinero para comprarla, era ir directamente al productor artesano, posiblemente un ancianito del campo, que te la vendía a un precio desorbitado, eso si le caías bien y te pasabas un par de días alojado en la casa rural de su sobrino nieto. Así era el negocio. Lo que no sabían todos aquellos que sintieron el furor por la moda de la muerte, era que esta iba a durar más bien poco. Y que después iba a ser nada más que un rollo anticuado, un tema, poco cool, del pasado.

38. spectrvm

    El señor extraño-adiós.

    El señor extraño-adiós no volvió a estar allí. El día que desapareció, se despertó muy temprano y al prepararse hizo más ruido del habitual. Cuando uno quiere no estar, cualquier roce corta el silencio y deja una herida que no deja de sonar. Lo imaginé desayunando, ya listo para partir, vestido impecablemente y con el maletín de curar muerte en el suelo, a un lado junto a él. No tardó en levantarse y sin decir nada se dirigió a la salida, hacia el jardín. Anduvo unos pasos, se paró un instante y dudó antes de seguir, pero como no tenía cara, no pudo darse la vuelta y sonreír.

39. Rafa Arroyo

Cuando el hombre abrió la puerta ella no podía sospechar lo que iba a suceder. Nunca le había dado ningún motivo para desconfiar, es más, se sentía protegida por él. El hombre quedó un instante parado bajo el dintel de la puerta, observando el habitáculo y de repente clavó su mirada en ella, una mirada distinta, extraña...Cuando él la agarró ella no forcejeó, ni siquiera intentó resistirse cuando él hundió la afilada hoja del cuchillo en su cuello. Apenas unos segundos y la obscuridad. Aquel domingo en la casa se respiraba un agradable olor a pollo asado mientras que el gallinero emanaba un lúgubre olor a muerte.

40. Diego Luis Urbano Mármol

    Rosita “La Chamaquita” es la encargada de sacadme al sol estos días fríos de invierno; por eso de que es bueno para absorber el calcio.
    Allí está Mateo soleándose; de nuevo me ha cogido la mano. Con cara de sinvergüenza y mirada amenazante; claro, él sabe que yo no me tragué lo de que la lechuza había hecho desaparecer al canario.
    Hace algunos años aún nos despertaba cuando montaba a la gata de la vecina; esta chillaba que parecía un recién nacido llorando como un berraco; que amoroso debía ser. Juana “La Cuartopila” gritaba a la mañana siguiente cerca de la ventana; para que lo escuchara la dueña. ¡Coño, que lo cape!
    Ahí esta el viejo gato ojeándome y relamiéndose porque intuye que la muerte me llegará a mi antes que a él.

41. Diego Luis Urbano Mármol

    Después de una media hora; que es lo que duró el manoseo de la cara, el levantamiento de los brazos y suelta desde arriba para comprobar que caían a plomo, movimientos de cabeza en forma de negación, luego de afirmación; las piernas dieron más resistencia a los movimientos, pero lo intentamos; dimos por terminado los ejercicios de reanimación. Y mi hermana que llevaba la voz cantante la dio por muerta.
    Nos fuimos al patio a jugar, sin preocupación alguna; con seis y ocho años poco conocimiento de la muerte podíamos tener.
    Pasada una hora más o menos descubrimos que ya no estaba en la cama. Mi madre seguía con la tarea diaria.

42. Pi

    He llegado a más de la mitad de mi vida, acaso esté terminándola, si pudiera retroceder iría al momento previo en que la muerte llegó a mi casa, cerraría la puerta y echaría la llave. Después me metería en mi cama y escucharía a mi padre roncar por la noche y a mi madre trajinar de buena mañana en la cocina.

43. Ariel

    Miss Shapes, Miss Shapes, Miss Shapes

    Ostras, Pulp, qué buenos son. Gran elección para despertarme, piensa.
    Mira el reloj, 6:45 de la mañana, es pronto. Decide quedarse un poco más en la cama.
    Qué raro, está mojado, la cama está empapada, tanto sudor que cubre su cuerpo...

    Al oír Common People, decide que es hora de levantarse
    Se pone el pijama. Se levanta. Se siente liviano, grácil, extrañamente ligero, sin ningún rastro del malestar, embotamiento y cansancio de anoche.

    Va hacia la ducha, a mitad del pasillo retrocede para bajar el volumen de la música. Entra en la habitación y descubre atónito su cuerpo en la cama, rodeado por una marca oscura. Entonces comprende que se está balanceando en brazos de la muerte.

44. el zurdo

    -Me cago en la Muerte.

    Dijo mientras leía en el closet la prensa económica del día anterior. Se había aficionado a las páginas salmón desde que una pitia le dijo que hallaría petróleo en su parcela y sus miserias desaparecerían y se haría rico y creso.

    -Ahora te vas a enterar.

    Dijo la Muerte, que es suspicaz y no perdona una si la mentan en vano (no como Dios, que tiene más paciencia). Y helo ahí, un chorro oleoso a inimaginable presión elevó a la ionosfera a nuestro sujeto y le obligó a repetir entre estertores agónicos la proverbial frase de Cletus, el rústico antifilósofo de la Amérika Profunda:

    -AAAAAAY, CREO QUE ME HE ROTO EL HUESO DEL ANUS!!!!
    -Toma anus horribilis.

    Cómo se reía la Muerte. La muy jodía...

45. Grom el Único

    VACAS EXTREMADAMENTE FLACAS.

    No era por tener que mendigar un préstamo. Ni siquiera el cambiar su querida (y empeñada) herramienta de trabajo por una ridícula navaja suiza. Lo que realmente le molestaba era sustituir su poderosa e imponente capa encapuchada por una camiseta negra con la frase “BBVA patrocina este fallecimiento”.

    Firmó - “por quintuplicado, por favor” - con su esquelética mano un “La Muerte” desganado y casi ilegible, y se levantó ruidosamente. Y de buena gana se hubiera llevado consigo a aquel bancario de voz engolada...

    … si no fuera porque lo prohibía la quinta cláusula del contrato.

46. Lia Mota

    En su cuerpo vivían 7.000 personas. El arquitecto las había dibujado después de los edificios y los parques. Había tras esas líneas, vidas enteras que ella se había inventado. Él se dedicó a dibujar durante horas, en la cama, cada uno de los detalles que ella le iba narrando. Aquí, en ese pequeño espacio vivía una prostituta. Tenía un farolillo rojo en la ventana. Aquí el trabajador de la imprenta. Aquí, justo en la clavícula vivía un médico que tenía el pulso mal, de la bebida. Un poco después de las 7 él se marchó. Lentamente la mujer se dirigió al baño, y abrió el grifo de agua caliente.
    Las ciudades cayeron, el agua se tiño de azul, muerte y destrucción de cada una de las partes de su cuerpo.

47. la gata chundarata

    Fue entonces cuando tuvo aquel pensamiento. Después de que aquellos granujas lo raptaran y apalearan, después de que le arrancaran las uñas, después de volverse loco de dolor y miedo... cuando lo abandonaron entre risas en las vías del tren, aterido de frío, sin fuerzas para llorar, lo pensó: La muerte estaría mejor. Sería como estar entre los blandos pechos de su madre, alimentándose de aquella leche cálida y dulce. Sí, pensó, la muerte debía parecerse a aquello...
    Pero era un gato, y tenía siete vidas

48. Elsa

    En una noche muy lluviosa, intentábamos localizar el Hostal del Monte; encontramos una casa. Desde lejos la vimos un tanto rara como un cementerio deshabitado.
    Cuando nos acercábamos nos dimos cuenta que la casa no estaba cerca hasta que la divisamos en lo alto, entre la lluvia y la claridad instantánea de los relámpagos. Las distancias, en el campo, engañan, y aún más, en la oscuridad.
    Según ascendíamos torpemente, sólo se apreciaban las sombras del tejado. Cuando alcanzamos el terreno, descubrimos un muro delante de la fachada de la casa, y algunos árboles y arbustos detrás. Pero lo más llamativo era que, por detrás del muro habia tumbas en la que ponía la muerte de personas. A esta casa la llamamos “La casa de la muerte ’’.
49. Percy B. Suárez

    LA FOTOGRAFÍA

    Un buitre al acecho de una niña africana moribunda... un fotógrafo al acecho de una fotografía impactante... que contradicción asociar la palabra niño o niña con la palabra MUERTE. El fotógrafo realiza la fotografía y allí empieza su calvario, en ese momento cabalga a pasos agigantados hacia su propia muerte, será el único camino que le conduzca a la paz... que contradicción asociar la palabra paz con la palabra muerte.

50. Hugo Álvarez Gómez

    Te lo juro por lo que más quieras, está muerta –le dijo Pablo a Saúl mientras se abrazaban.
    A la mañana siguiente, nadie fue a trabajar. La muerte dejó de dar miedo así que algunas personas simplemente no respiraron más. Ese niño había matado a la tristeza para salvar a su mejor amigo, condenando a la humanidad. Saúl sonreía, como todos, con un gesto lleno de euforia que acabaría con él. Pablo cogió el bote de Fanta que sostenía, lo aplastó contra el suelo y mientras cogía su mano se rajó el cuello con la punta afilada que quedaba en la hojalata. Su sangre se mezcló con el refresco y Saúl dejo de sonreír.
    A la mañana siguiente todo el mundo llegó tarde, pero la vida volvió a merecer la pena.

 
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