viernes, 31 de diciembre de 2010

I Concurso de haikus del blog de Mameluco

Hace tiempo que hice un concurso de poesía para regalar dos libritos de una antología poética de poetas de mi pueblo en la que participé. Los ganadores fueron: Sugus y @LF, o sea Mireia Valencia y Alfonso Navajas, que lucen el libro tal que así:

La Sugus, loca de contenta.

Entrega de premios en Cá David a Alfonso. Ventajas de ser paisanos.
 Pero ahí no quedó todo, y como en todo lotería, cayeron algunas pedreas:

Siddartha, el gato de la Gata Chundarata (Mónica Lorente)
Tona Pou pilló hasta disco de regalo...
Ana Boyero a.k.a. Arándanos a.k.a. Raza Becaria con un ejemplar.
Se pone seriota porque la poesía impone mazo.
Algunos lo tienen, pero no tengo fotos... cuando las tenga las subiré

Pues bien, reclamado por mi público minino organizo el


 Pues bien, para quien no lo sepa los haikus son, según la Wiki:

El haiku (), derivado del haikai, consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas. Su temática está relacionada con la naturaleza.

Ejemplo:
mai nagara
uzu ni suwaruru
konoha kana

舞ひながら
 渦に吸はるる
 木葉かな
danzan y bailan
y el torbellino absorbe
esa hojarasca

El poema es de Masaoka Shiki

La temática en este caso es libre, aunque si me gustaría que nuestro medio común de comunicación, Internet, saliese en algunos de los que se vean, pues son libres de escribir cuantos quieran. El número de sílabas, aplicable al japonés, puede variar un poco en español, idioma en el que se celebrará el concurso, cuyos premios serán: 2 libros de la Antología Poética donde interviene servidor, y 5 impresiones tipográficas hechas artesanalmente de haikus míos que tengo escritos desde hace tiempo. O sea habrá siete ganadores, lo que significa que tendrán bastantes posibilidades de llevarse algo. Los ganadores que ya tengan el libro, obtendrán en su lugar la impresión tipográfica.
El plazo es desde ahora mismo, hasta el día de Reyes (día 6) a las 12 de la noche.
Anímense… no tienen nada que perder.


jueves, 30 de diciembre de 2010

Superficial-Somero-Profundo


Provengo de una larga saga de escépticos. Una larga lista de nombres inventados y reales que miramos el mundo algunas veces de una manera tan aséptica, que parecería que hay algo inhumano en nosotros. Sin embargo, es un papel, un rol, un posicionamiento artificial para ver lo natural. La profundidad del carácter es un hecho evidente. Como hombre de ciencia, y geólogo de carrera, sé las distintas profundidades del mar, desde la orilla del mar, donde los domingueros se untan cremas para protegerse del sol y gritan a sus crías que chapotean en el agua, hasta las fosas abisales, donde la luz nunca llegará y viven bichos muy feos, con focos que les nacen de la frente, y según algunos habita el mítico Kraken, ser medio inventado, medio real, que no deja de ser un calamar muy gordo, en el más realista de los casos. Y hago analogías. Porque soy así. Así de enrevesado (profundo).
Esa gama de profundidades es aplicable a la conducta humana, pero no es tan fácil como parece. Todo esto ha surgido por una frase hater de Marta Gorjón en Facebook, para que después digan que las redes sociales no hacen pensar a la gente. Bueno, a mí es que me hace pensar una mosca que pase o un ruido en la calle, pero bueno.
Las personas superficiales son transparentes en el microscopio del observador avezado. La sosería y la simpleza son notas dominantes en estos seres que se mueve por el mundo cambian parcelas de libertad (como comentaba hoy con Mazes) por comodidades del mundo capitalista. Bueno, dirán, eso todos lo hacemos. Si, pero en ese tanto por ciento está la perspectiva. Nadie es blanco o negro. Hay perros verdes.
Ser profundo, aparte de asemejarte al gran Cthulhu que mueres soñando en recónditas ciudades del Pacífico Sur, es ser bastante autoconsciente de uno mismo. Bajo las lupas de los expertos, aparecen como una amalgama de referencias, de gustos estrambóticos o de enfermedad mental. Estoy, claro, hablando de extremos. Me pongo de individuo problema. Soy profundo sin pretenderlo. Es decir, soy espeso, inteligente según para qué y tengo buen gusto eligiendo libros. Pero eso no da la felicidad. Ahondar en los abismos, remover el fango primordial del que hemos salido no es nada sano, porque entonces caes en la cuenta que no te gustas. Bueno, ese es mi caso. Habrá personas muy profundas bastante equilibradas, pero su ego debe ser comparable al tamaño de una luna de Saturno.
Entre una cosa y otra elijo –elegiría más bien- el ser de plataforma, somero, neptúnico, que nada libremente entre la orilla del mar y el talud que conduce a las enormes a las enormes llanuras marinas. Allí se da cuenta que existe el bullicio en superficie, y puede lidiar con ello. También sabe que pasado el talud extraños seres con raros gustos y pintas desaliñadas se mueven con sus egos por barrancos insondables, y algunas veces se acercan, siendo consciente de que profundizar puede herir, y optan por la felicidad antes del autoescrutinio. Tienen suerte, eligen.
¿Está entonces en el término medio aristotélico la virtud? Y una mierda, griego cazurro amigo de Santo Tomás. Los someros son personas nacidas así, predeterminadas y predispuestas a la normalidad. Son así por que ocupan ese nicho ecológico de la mente humana. Ni siquiera lo eligieron. Es azar puro y duro en el entramado de personalidades y conductas.
Los superficiales, que viven en la tierra del colorín, del centro comercial y del multicine, de la Revista Pronto y en un mundo que tiene a Letizia Ortiz como referente, son felices en la ignorancia del lejano crevasse que lleva al viaje alucinante al interior de la mente. Pero desconfíen, de esa llamada basura blanca es de donde salen los psicópatas y los tipos listos, que poseen en sus cabezas una profundidad de miras que llega hasta el mismo centro de la Tierra.
Entonces es que existen vasos comunicantes, o simplemente es tremendamente difícil ahondar en la mente de la gente. Pero esos canales de señal entre unos y otros existen, porque la evolución existe. El profundo descubre el amor y pasa a somero, y el superficial cae en depresión –antes decía que esas cosas no existían- y nos lo encontramos sumergido entre las placas tectónicas, buscando demonios, aniquilando recuerdos y quemando las naves.
Yo que sé. Es muy complicado, como todo, si nos adentramos en profundidades. Si nos quedamos en la superficie, mañana es Nochevieja, y te tienes que poner unos calzoncillos rojos y pillar un follón como un órgano de catedral barroca. ¿Pero saben una cosa? Yo me niego. No es por esnobismo, por dar la nota o ser guays. Simplemente mi salud mental no lo resistiría. Y mi ego es más importante que una mierda de uvas, acabáramos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El producto típico


Hoy en la siesta soñé con un viaje y un secuestro, con un largo viaje a pie por la falda de nevadas moles donde recordaba haberlos pasado muy mal. Era un viaje en autobús. Después había gente que se bajaba, yo y mi familia entre ellos. Más tarde secuestraron el autobús. Estábamos en un pueblo, hecho de piedra, parecía una diminuta miniatura de una villa renacentista, una maqueta grisácea, por donde me anduve las calles buscando algo típico que comprar, no sé por qué, y me parece que era arrope, o miel oscura. Busque por un montón de sitios, era ya muy tarde. Había quioscos abiertos por todos sitios, encendidos y abandonados. Entré en un sitio suntuoso, hecho de mármol verde y granito rojo… lo que parecía un palacio era un cybercafé ¡donde unas señoras ancianas se arreglaban el pelo a la vez que miraban cosas en monitores Apple! Un simpático italiano (era así, no voy a mentir porque era un sueño) me dijo que en realidad era un sitio para su clientela, que lo que él tenía era un restaurante, donde desafortunadamente no vendían el arrope o el vino dulce o lo que fuera que contuviera la botella que tenía en mente. Salí del lujoso y enorme restaurante webcafé en busca de alguna tienda de recuerdo abierta. De repente me encontré un Corte Inglés, bueno, era más parecido a un Hipercor, pero ponía EL Corte Inglés. Sopesé entrar, pero me dije que las cosas típicas no se pueden comprar en una gran superficie. Solo compre pan, aún no se por qué.
El hotel donde nos alojábamos era cuadrado, al gusto de los 70, reminiscencias sin duda de los viajes que hice con mis padres por el norte de España hace ya alguna que otra década. Por dentro era grande, aunque creo que lo mezclo con algo relacionado con el secuestro. No sé como, pero conseguí la botellita de algo típico (arrope, miel oscura, vino dulce). Al día siguiente, andábamos por el camino que rodeaba la montaña que había visto desde el autobús. Era un camino de tierra, pero surcado por extraños puentes de hierro y metal, y cuanto más subíamos con el deshielo se formaban charcos, ríos y lagunas que teníamos que atravesar. Era una sensación rara, porque aunque metiera las piernas hasta las rodillas no sentía ni la humedad ni el frío al que lógicamente tenían que estar abocadas las aguas. En las acumulaciones acuosas nadaban pequeño peces de brillantes colores, verdes, amarillos, y unas extrañas almejas blancas, con apéndices como de cefalópodo de color rojo intenso. Se movía con los tentáculos aferrándose a las piedras y las vi cazando peces. Llegamos a lo que era una auténtica piscina en el camino. Unos peces bulbosos y transparentes, que parecían que tenían un lacasiti¡o rosa en su invisible estómago, del tamaño de un boquerón proliferaban por cientos. Se asemejaban a renacuajos, pero cogí uno –eran especialmente torpes- y no. Eran peces como de acuario. Henchidos y con ojos transparentes con pupila negra. Continuamos subiendo. La montaña que veía, que me era conocida por otros sueños, me daban ganas de llorar. Creo que había soñado que iba de excursión allí con la carrera y lo había pasado mal. El terreno fue convirtiéndose en el típico de la región mediterránea, polvoriento y espinoso. En mi mochila Nike, verde y marrón clarito –hace mil años que no la utilizo- llevaba el pan agua y el producto típico, que cuando íbamos a llegar a la cima se me calló y se derramó un poco en unas polvo arcilloso, creando gotas redondas y densas.

Al fin llegamos… ocurrió algo en esa ciudad, cuyo hotel era clónico al anterior. Unos rehenes fueron liberados de nuestro autobús. La gente miraba con expectación. Conocía a muchos de los que salían. Pero no parecían afectados… Estaban como el que ha ido a un parque temático y ha disfrutado pasando sustos de mentira en la Casa del Terror.
Entonces me desperté con el sonido de las persianas del Día.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cancion Triste de Navidad II


Despertó con resaca de marisco y la sensación de que el ácido úrico se había disparado a lo largo de la noche en el torrente sanguíneo. Tenía el pelo revuelto, ojeras y una sensación que estaba a mil años luz de distancia de la galaxia feliz más próxima. Hoy solo despertó dos veces en la noche. Interrupciones en oníricos paisajes llenos de inundaciones, imágenes del Asia Central, casas desestructuradas y el amor perdido, que volvía, quizás como un espectro del pasado, el que mostraba cosas a Scrooge que había pasado, recordándole que incluso él fue dichoso. El lodo inundaba todo, y según parecía en el sueño, llevaba hongos en su seno, que proliferaban en las superficies donde el agua se había retirado. Setas carnosas, mórbidas, decadentes y espantosas. El paisaje estaba lleno de zanjas, llenos de material impermeable, formando extraños paisajes arcillosos. Había un castillo al que fueron flotando sobre el lodo. Aún conservaban unas armas, no más eficaces que un rotulador permanente para descuartizar un cadáver. El fue feliz en su sueño, pero se olió la tostada. Aquello no podía ser la realidad.
Mientras sentado en la taza meaba una vez despierto, el frío le recordó que eso si era el mundo real. Veís las losillas del cuarto de baño, gélidas con un témpano. Las cervicales dolían y los ojos pesaban en las cuencas, como si quisieran irse de paseo, o más bien seguir las leyes de gravitación universal que enunciara aquel señor inglés tan raro que salía en los billetes de a libra. Ni siquiera se asomó a la calle. En la calle no habría nadie. Como si a él le importase que hubiera gente o no. Simplemente quería sentirse seguro en su refugio, el día del cumpleaños de Dios. Es extraño celebrar cosas con tan poco base documental. Cayó nuestro hombre en la cuenta de que daba igual. Igual que el resto de los días. No siente ya esa cosa en la barriga, como de día especial, no por nada, sino por la ilusión contagiada. Eso ya desapareció, barrido por el viento del tiempo, y cualquiera sabe donde está el sedimento de la quimera festiva.
Manaña de Mavidad. Miró por fin por la ventana y nihil novum sub sole. Luz de inverno. 

martes, 21 de diciembre de 2010

El condenado del clave


El dulce tocar del clavicordio desentonaba con el tono lúgubre, con el espíritu austero y protestante de la cámara. La llama de una vela, mecida por el frío, que se colaba a empellones por las rendijas de la ventana, bailaba al son de la alegre melodía. Era la única luz aparte del hogar, que yacía moribundo en su cama de ceniza. Apenas se acordaban las paredes de cuando magníficos cuadros de colorido cegador las adornaban en días felices. También ha perdido la memoria el diván arrinconado de los galanteos e intrigas que se fabularon en él. La mesa torneada estilo imperio hoy ya ni está entre los rudos muebles del honrado artesano. La carcoma habrá horadado las torneadas patas y la panza de madera, rompiendo el silencio del desván junto a las ratas y murciélagos que viven allí a sus anchas. Quedamos, pues, en que la única reminiscencia del pretérito, el vestigio de horas ya consumidas en el reloj del hall era la música, aunque poco quedaba del antiguo animador de fiestas y perfecto anfitrión. Un hombre huesudo, hierático, mecánico pulsaba las teclas del clave con maneras de autómata. Su rostro, cubierto por una máscara ajada y cien veces remendada, daría miedo si alguien lo hubiese visto en los últimos años, cosa que era imposible que ocurriera, pues en esa estancia estaba obligado a permanecer, prisionero del destino, pagador de deudas, el crápula jubilado por cosas que se firman en momentos de euforia de la absenta negra y del dormitar opiáceo.
Los dedos, racimos sin uvas, sarmientos secos, semicubiertos con unos mitones de incierto color, le dolían. La espalda, que trazaba verticalmente la forma sinuosa de un meandro suave, le dolía. Los ojos, que en un tiempo fueron brillantes y vivos, herrumbrosos y translúcidos, como cubiertos por la fina capa vegetal de una cebolla, le dolían. Las rodillas, chirriantes como goznes sin grasa, le dolían. La mente, aún fértil en imaginación e ingenio, ya no es que le doliera, es que quería salir de su cabeza para mudarse al cálido sur, o a los aires frescos de la montaña, conformándose si fuese necesario con un pub de ginebra barata y rufianes. Pero eso no podía ser. Estaba atrapado en una cárcel sin rejas, sin perros ni alambradas, sin garitas de vigilancia con certeros francotiradores, condenado al dolor y a la lucidez.
La lucidez, si, la lucidez, quizá la peor de las penas, si ves que eres consciente de que todo lo que te rodeaba ha sido derruido por el tiempo y por tu mano, cincelados los cimientos y cortadas las cadenas que te unían al mundano acontecer de los días de vino y rosas. Pero el infraser, que dejó de ser humano hace mucho tiempo, continúa con el clavecín, tocando canciones alegres de un pasado remoto. Él siente que lo lleva haciendo una eternidad, pero hace apenas cuarenta y ocho horas que pena en vida, cumpliendo su sino, amortizando en sufrimiento el beso de una mujer que no había visto nunca, y que ahora jamás dejará de ver en su imaginación, fértil, florida, quizá lo único vivo de verdad que haya en su cuerpo. Reconstruye en su cabeza cadavérica el perfil de los labios de la desconocida, sus ojos de hechizo, que ahora aparecen como gigantes lunas azules de un planeta congelado y su nariz esculpida sin duda por un artista helenístico. Las notas continúan durante horas y horas. Todo es dolor y sufrimiento consciente. Ya casi no recuerda nada y solo se levanta de vez en cuando a mirar por la ventana que ofrece la visión oscura. ¿Acaso siempre es de noche? Esa observación dura poco, pues alguna fuerza que no es de este mundo lo arrastra otra vez al teclado, gastado por el uso, con quemaduras de cigarros en alguno de los dientes de la siniestra dentadura del clave. Toca, toca y toca. Pavanas, mazurcas, polkas y alguna pieza de zarzuela bien alegres. Cuanto más se sume en su infierno más dicharachera y ligera es la melodía, más chirriante le parece, más outre se le antoja. Lo peor de todo es que estará así para siempre porque se lo dejaron bastante claro cuando despertó del sueño farmacológico de las sustancias que ingirió en una de las habitaciones, de chinesca decoración, de una villa a las afueras de la ciudad.
Besaste –le dijo un viejo con smoking- a un ser sin alma, para lo cual firmaste conmigo este acuerdo.

Y le enseño un papel que parecía más viejo que el propio mundo. Reconoció su propia letra en un documento manuscrito.
Entonces fue consciente, consciente del engaño, consciente de que la vida como la conocía había terminado para él. No más estrenos en el Teatro Real, no más tabernas ni lupanares. Estaría confinado en una habitación de su casa, según leyó, durante toda la vida, durante las múltiples vidas, eternamente.
El anciano le continuó explicando: mucha gente cree que el infierno es un lugar físico. Bueno, en realidad lo es, pero cada ente, cada persona tiene el suyo propio. El goloso rondará los escaparates de la pastelería, sin poder entrar en ella, llueva, haga calor, nieve. El sibarita comerá el rancho de los vagabundos, sin acostumbrarse a él jamás. Y tú, desgraciado caprichoso, que por un beso me diste tu alma penarás, aburrido, sólo, con la única luz de una vela, siendo viejo, ya que te regocijas de tu juventud de forma voluptuosa y desagradable, tocando tu viejo clavecín, el que tanto odiabas cuando la institutriz te daba interminables horas de clase en las tardes de verano… Estarás aquí para siempre, verás como pasan las estaciones por la ventana, los siglos, los milenios, las eras y los eones. Todo será tan mortalmente aburrido que te matarías si pudieras, pero eso es imposible, según el documento firmado por ti.
¿Eres el demonio? –preguntó nuestro progresivamente envejecido protagonista- Todo era tan confuso con la absenta y el opio que no vi tu firma.
El viejo negó con la cabeza y se desvaneció.
El hombre apareció en una de las habitaciones de su casa, que dejara ayer mismo, toda carcomida por los gusanillos de la madera, con austeras sillas de campesino, con el fuego de la chimenea agonizante y el clavicordio con las tapas abiertas. Le iba pesando el cuerpo, y las articulaciones sonaban como si fuesen tablillas de San Martín. Su vista se nublo bajo el glaucoma y las cataratas. Sus pelos se caían a mechones. Se sentía encoger.
 Se sentó en la vieja giratoria, y en vez de las partituras, que en realidad no necesitaba vio el ajado documento redactado de su puño y letra. Rápidamente se fue a la firma de la otra parte contratante. Miró con los ojos entreabiertos, atifando por su recién contraída vista defectuosa.

Simplemente ponía en letra gótica: 

  

lunes, 20 de diciembre de 2010

Día Mundial del Escepticismo y contra el avance de las Pseudociencias

Hace unos días, invitado en  Facebook por la Asociación de Ateos Españoles, confirmé mi participación en el Día Mundial del Escepticismo y contra el avance de las Pseudociencias, que se celebra precisamente hoy por ser el día en que Carl Sagan murió.

He corregido y aumentado (poco) una cosa que escribí hace ya mucho tiempo, para sumarme a esta celebración. Es una cosita personal, no es una tesis, ni un estudio, solo es la historia de un niño curioso que se hizo mayor con el gran científico y divulgador newyorkino.


El Cosmos es todo lo que es o lo que fue o lo que será alguna vez.
Carl Sagan, Capítulo 1, Cosmos: Un viaje personal
Hay a quien le sonará este señor. A otros les parecerá uno de los cientos de científicos locos, locos, que en el mundo han sido. Yo le debo mucho a Carl Sagan. De pequeño vi Cosmos.
El recuerdo fragmentario me transportaba a la Biblioteca de Alejandría. Y a mi primo Juan Mi, contándome la historia de los cangrejos Heike. Y a mí me marcaron estas cosas de pequeño.
Quien me conoce, sabe que gratos sueños me proporcionaría ver los Budas Gigantes de Afganistán, por haber visto La Ruta de la Seda. Hoy son solo cascotes dinamitados por el fanatismo, lo contrario que se celebra hoy.
Años más tarde volvieron a dar la serie, ya era más mayor y su revisión, con la inteligencia un poco más madura, me produjo un placer inusitado. Desde todo punto de vista la ciencia me interesaba. Después se supo que las matemáticas y la física no eran lo mío, pero bueno, he acabado siendo geólogo. Y me compré el libro de Cosmos, en Gijón creo que fue, en un feria del libro. Y me hizo mirar al cielo. No para aprender de carrerilla nombres de constelaciones y cosas así, sino para pensar en las terribles distancias entre estrellas, la materia, la posibilidad de vida en otros planetas, quería saber de donde veníamos, quería conocer las maravillas de nuestro universo. Estrellas, si. De las estrellas que tililan en las noches de invierno. Y después de mucho pensar (saben que soy de darle al tarro) llegué a la conclusión extraña de que era ridículo que existiese algo superior que controlara todo. Todo tenía un proceso natural que hacía que las cosas ocurriesen como ocurrían. Y después ya lo saben. Soy el materialista escéptico al que todos conocen. Y por eso me gusta leer mitología inventada. Y por eso soy humanista (aunque no crea mucho en nuestra especie en su conjunto). Y por eso les invito a que conozcan a Carl Sagan, un chico de Brooklyn que fue un día a la biblioteca de su barrio y pidió un libro sobre las estrellas, y les dieron uno en los que salían Rita Hayworth, Gark Gable y toda esa gente, y él dijo era de las otras estrellas…

En definitiva, todos somos estrellas… de ahí venimos y allí acabaremos.

Cut and Paste: hoy Tona Pou



La Ley Sinde: Ley de Economía Sostenible.

La verdad es que me chirría mucho que una Ley con un nombre de “Economía Sostenible”, con los tiempos que corren, salga de el Ministerio de Cultura. Cultura y Economía son cosas que, detodalavidadelseñor, han estado bastante reñidas, pero bueno, que no es esa la única incongruencia.
La Ley de Economía Sostenible no se llama asín porque vaya a establecer bases sostenibles para el sector primario, ni ayudas sociales que solventen los problemas familiares de todas esas almitas que van a perder el subsidio de 40o y pico euros, ni va a suponer una disminución de tasas (por ejemplo) e impuestos para autónomos y pymes que vayan a ponerse a trabajar en lo que puedan de forma legal. La Ley de Economía Sostenible (según los cables que el famoso wikileaks sacó la semana pasada) está redactada bajo las indicaciones de un alguien de los USA para proteger básicamente a una industria que en ese país sí es industria pero que aquí no. Y lo hace apoyándose en los derechos de autor y en su vulnerabilidad a través del supuesto libertinaje que campa por la interné.
Para ello, se va a autorizar que (copipasteo del blog de Enrique Dans que lo clavó): “…la justicia española cambie para convertir Internet en un estado policial, en el que la competencia de cerrar una página web deja de estar en manos de los jueces y pasa a ser ejercida por una comisión dependiente del Ministerio de Cultura. Como no les gustaba lo que decían nuestros jueces en aplicación del derecho español, va y los cambian: les quitan las competencias, y se las dan a esa comisión.”.
En principio (supongo que se pensará), sólo hay que sufrir por las páginas que hagan algo malo, no? Osea, los que somos buenos no tenemos que sufrir peroquenada, como se decía antes en tiempos que yo ni recuerdo. Lo que da miedo es que se abre una puerta enorme a que vía administrativa se cierren webs. Es lo que viene siendo matar moscas a cañonazos, y a ver después quien asegura que por esos boquetes no pasa, por ejemplo, este blog porque es que al alcalde de mi pueblo no le mola.
Endespués, me subleva que uno de los poderes (legislativo) le dé la vuelta a la tan sobreprotegida constitución para pasarse las sentencias de los juicios por el forro y cambie la ley (que eso sí pueden hacerlo) para que ya no puedan juzgar esas cosas que no tienen las sentencias esperadas.
Yo no veo nada de economía sostenible en esto. Veo un recorte de cienpare a MI libertad de expresión. Y la mía es la nuestra. Ahora, sí veo un precedente muy feo en lo que viene siendo sacar una competencia del poder judicial para dársela al ejecutivo. Asín, tan ricamente. Los jueces la cagan, pero son gente que se prepara mucho antes de sentenciar. Una comisión de un departamento de un ministerio de cultura va a obedecer órdenes. Y la verdad, no me gusta peroquenada quién las manda: una industria que no ha sido capaz de aprovechar los nuevos canales de distribución de contenidos ni de sacar partido a lo que implica que muchísimas personas del mundo tengan acceso a producción audiovisual. Yo no tengo la culpa de su torpeza. Ni de que no quieran aceptar que el mundo sigue girando, y que sus modelos de negocio, si no se adaptan, morirán.
La carta que voy a enviar a los diputados no será tan larga, criaturas, que no van a leerse todo esto con lo fatal de tiempo que van, os la dejo en plan sinos·sis por si os gusta que sus sintáis libres de copiarla. Y dise:
“Estimado Sr./ Sra.
Por primera vez me pongo en contacto con alguno de mis representantes en el Congreso. Lo hago ahora con motivo de la posible  aprobación el próximo martes de la Ley de Economía Sostenible. Me alarma especialmente porque incide de forma muy importante en lo que considero libertad de expresión: que una comisión pueda cerrar un site mediante un proceso express de 4 días me asusta. Me asusta por los recursos que se van a dedicar (económicos) cuando estamos tomando medidas sociales muy delicadas para muchas personas. Me asusta por lo que implica en cuanto a quitarle competencias al poder judicial mediante una Ley cuando hay sentencias firmes que contradicen el objeto de esta ley. Y me asusta especialmente porque puede darse el caso que mi blog acabe en esa comisión y que una comisión decida que se tiene que cerrar y yo no tenga ni la posibilidad de defenderme o justificarme ante personas preparadas para escuchar mis alegatos.
Ah, y me asusta también que esta ley se vaya a aprobar sin enmiendas.
Por todo ello, les pido que se planteen la redacción de esta ley, desde el título a todo el contenido. Ley de Economía Sostenible, teniendo en el punto de mira a quien tiene y estando las cosas como están, me parece una befa a la ciudanía.
Les dejo unos enlaces por si quieren, de verdad, tener otros puntos de vista:
Desmontando la Ley Sinde por Antonio Delgado
Resumen de Enrique Dans con los ocho nombres de ustedes que van a votar en esta Ley.
Artículo de Eduardo Arcos donde también se explica de forma fácil lo que implica realmente esta Ley.
La ley Sinde en ilustración por Juan Andrés Milleiro.
Les ruego, de corazón, actúen respecto de estos datos. Nos están recortando muchas medidas sociales, ayudas y posibilidades de desarrollo a base de recortes económicos en servicios sociales y subsidios. No nos quiten la posibilidad de opinar libremente en un estado de derecho con libertad de expresión.
Atentamente,
Antònia Pou Rotger.”
Estoy que trino.
=(
Diré algo que jamás he dicho: si os gusta el post, difundidlo, y si os gusta la carta, copiadla. Pero hagamos algo. Hagámosles saber que estamos en ello y que sus actos nos afectan. Ellos, lamentablemente no están en la misma dimensión que nosotros. Somos cifras.
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Así es como os voy a aplastar, piratas, jajajaja.
Ya había recomendado a Tona en este blog. 
Hoy soy vago y mero transmisor. Vago porque pensaba escribir sobre el tema y como me he visto esto en lo de la Antonia Maria antes, y esta bien clarinete pues vuelvo a mi sección Cut and Paste (olvidada hace ya algún que otro año) .

martes, 14 de diciembre de 2010

Salir del hoyo


Su ditirámbico graznar me tenía la cabeza como un bombo. Joaquín es una de esas personas tan vacías que creía que el mundo le iba a hacer la pelota si él se la hacía suficientemente a los demás. No sé bien de donde salió pero el caso es que una vez, en mi adolescencia tardía, le invité a un Larios con limón porque me había elogiado una poesía de la revista del instituto, e intermitentemente lo tengo agazapado siempre que vuelvo por el barrio a ver al viejo. Mi padre tenía un pequeño quiosco de chucherías y periódicos en una parte deprimida de la ciudad. Y digo deprimida por no decir una mierda de sitio. Un sitio lleno de colchones, de candelas y de muchachos sucios que juegan al fútbol con flamantes balones de reglamento de la FIFA. Joaquín, al igual que yo, había intentado huir de ese inmundo lugar a través de la fuerza de los débiles, la inteligencia; había fracasado estrepitosamente. Se tuvo que conformar con un FP de carpintería metálica y sus ínfulas de intelectual del suburbio. De auténtico suburbio, porque no había sacado el pescuezo de esos descampados llenos de ratas y  de esos bloques que de tan feos no se pueden llamar ni siquiera stalinistas.
La verdad es que yo tampoco había acabado la carrera de Filología ni nada. Me pasaba las horas escribiendo y reescribiendo mis memorias, que publiqué en la Editorial Planeta a la edad de 24 años. Si, es verdad. Muy corta vida para ser unas memorias, pero es que uno se ha criado en la selva, y en la selva pasan muchas cosas y ocurren muchas aventuras. Solo tenéis que ver una película de Tarzán. Si cambiamos las lianas por jeringuillas y las cebras por el caballo que galopa por las venas, tenemos una historia sensacionalista, emotiva y de superación. O al menos así la adorné. En realidad todo era aún más feo y sórdido. Ser un niño normal, entre comillas, en ese mundo era duro. Y no caí en la droga, no por la sustancia en sí, sino por el asco que me daban los yonkis y los que la vendían. Conté en el dichoso best seller que en un arrebato dije que tenía que salir que allí por todos aquellos que no habían podido hacerlo. Era mentira. Los odiaba, igual que odiaba las palizas para quitarme unos tebeos que no sabían ni leer o los veinte duros que ahorraba para ir al centro a ver alguna película. Los hubiera chorreado con napalm humeante y escandaloso. Joaquín era de las pocas cosas de esa época que quedaban. Los yonkis no necesitaron napalm, solo tiempo, para desaparecer. Los que otrora robaban mis bocadillos de chopped eran chatarreros, vivían de los subsidios o vendían droga a los pijos que por la noche se acercaban con sus coches caros. Ya no les tenía miedo; me daban igual. Mi padre no quería mudarse a mi casa de las afueras, porque decía que se aburriría. Tenía razón. Los adosados son aburridos para un viejo que ha vivido en Sodoma. Yo le daba dinero, porque vendiendo periódicos a analfabetos no llegaba a fin de mes. No sé como pudo pagar mis años de facultad, pero lo hizo. Supongo que algo raro haría (siempre me ha parecido un confidente de la policía), pero no sé lo que era. Cada viernes llego a eso de las doce en el 6 a la parada de toda la vida. Joaquín sabe que estaré por allí y acecha sentado en un banco junto a Ramón, el único hombre honrado en 2 kilómetros a la redonda. Ramón era un mendigo, que vivía de las sobras de los que apenas tienen, pero ya lo decía él: yo necesito poco, acercando la abertura del vino en tetrabrik  a su boca ,que siempre acompañaba su normalidad. Después Joaquín me acompañaba zumbando como una abeja soliloquios interminables sobre tal autor o aquel, preguntándome cosas tan absurdas como si conocía a Tom Clancy. ¿Cómo voy a conocer yo a un tío chalado que vive en una fortaleza al otro lado del océano? -le respondía yo- y el seguía a lo suyo…¿y a Santiago Segura? Ahora estaba en paro y tenía más tiempo para hacer de perrito faldero. Yo ya tenía un perro en casa, y no me apetecía tener otro. En el fondo yo lo atraía a mí, al ser el nexo de unión entre mi mundo antiguo y mi actual estado. Y también porque le soltaba pasta. Sus hijos siempre necesitaban empates. La novela “Salir del hoyo” estaba en realidad más basada en Joaquín que en mí mismo. Sé que soy cruel al decir esto, pero más que un ejemplo de superación, lo del carpintero metálico era dar palos de ciego a una piñata llena de basura. No había caído en las drogas porque era lo suficientemente espabilado para ver como morían como chinches hermanos mayores y gente próxima, pero integrado en la dinámica del barrio no podía pasar sin las cañas en “El Oportuno” o la partida en el Hogar del Pensionista. Allí lo admiraban como él me admiraba a mí, con lo cual parecía que la naturaleza le devolvía con poética justicia los halagos hacía mí. En realidad, y siempre según mi padre, la mayoría le seguía la corriente para reírse, y alguno que otro no lo soportaba, pero tenían la suficiente paciencia para sacarle a las cartas los numerosos empastes de sus hijos. Tenían que escuchar rimas facilonas, historias inventadas y anécdotas sin colofón. Pero las perras son las perras.
Caminamos hacia la microtienda de mi padre y estaba cerrada. Joaquín empezó como un sabueso servil a preguntarle a la gente. Algunos pasaban de él y los que me veían a lo lejos preocupado le contestaban que hacía varios días que no abría el charnaque. Fuimos corriendo a cada y allí me encontré a mi padre, sentado en el sofá, frío y azul. En la tele tronaba Ana Rosa Quintana. Cuando llegaron los del tanatorio a llevárselo, les di el traje de las bodas de papá y su boina desgastada. Joaquín se sentó en una silla, blanco, mustio, como si la muerte le hubiera llegado un poco a él también.
Y ahora ¿con quién hablaré de ti?-preguntaba quejumbroso y mirando al infinito-. No tienes porque hablar de mí con nadie; es más, te agradecería si no lo hicieses.
Entonces salí y me marche para siempre del culo del mundo. No volví a ver a Joaquín.

sábado, 11 de diciembre de 2010

MameLeaks



Hola ¿se puede? Vale, paso adentro del verde manzana.
Uno ya tiene que entrar preguntando en su propio blog de tan ajeno a él que le parece. He estado ausente sin moverme del sitio. Si necesitan alguna explicación ruego pregunten en el apartado comentarios, pues no me apetece contar ahora mis cuitas de los últimos días. Bueno, algunas si me gustaría, pero va a ser que no, que nos la vamos a guardar para nosotros. Si, es secretismo. Secretos, enigmas e incógnitas. No son cuestión baladí, es decir, no son banales, pero si dentro del orden de que son hechos públicos y si ustedes no se enteran porque están en Murcia o en Colombia, tampoco se pierden demasiado.
Entonces -presumo que preguntaran ustedes- ¿por qué este título? Pues para hablar de secretos, que es lo que llevo haciendo un ratillo.
WikiLeaks nos ha convertido en personas mayores. Lo que presumíamos que pasaba pasa. Y eso es muy importante, a mi modo de ver. Una cosa es imaginarte tramas podridas y otras tener la constatación de que existen. Por eso han ido a por el tipo, como era de preveer. Assange es un nuevo mito por decir la verdad (y ser acusado de crímenes sexuales extraños para capturarlo y cerrarle la boca y el dominio). Pero ¿cómo que la verdad? Si, filtra verdades buscadas en los vertederos. Pero ya lo saben todos.
La verdad nos hará libres la dijo un señor con barba hace ya muchos años. Contó su verdad y resultó que era mentira, pero fueron siendo mayoritarios los que las creían. La gente de WikiLeaks saben que la verdad puede hacer tambalear ciertas cosas, pero no el sistema, que sobrevive a crisis, guerras, muertes y terremotos. Por eso lo hacen. Si la cosa condujera al caos seguro que se callaban. Pero conocer asépticamente lo que algunos dicen de otros, este Radiopatio a escala planetaria es interesante. Ciertamente dicen cosas impactantes sobre crímenes, guerras calculadas y operaciones fraudulentas, pero lo que a mi me gusta es el factor humano. La definición de nuestros líderes con palabras de andar por casa es excepcional. Acerca al político a la cloaca que es el mundo, su mundo, el que ellos han creado y crean. Es el llamado CableGate. Que si hay algunos que se creen más listos de lo que son, que si hay gente chula, subnormales, correveidiles y si son amigos o no. Del Imperio, claro. Genial, mejor que el Sálvame y otros programas que siempre inventan noticias de la nada. Si juntas a dos escorpiones se pelean. Los cuerpos diplomáticos son mejores formadores de tanganas que una banda de canis sevillanos visitando un concierto de Siempre Así. Gente que se supone que debe ser diplomática, son en realidad unos espías embusteros que dan carnaza a los intereses, ya no de una nación, sino de un determinado sector del gobierno. Es de risa. Lo cutre que son, las pamplinas de cómo caerle bien al Borbón y lo que dijo fulano de mengano tras horas de alcohol y comilonas en los lupanares más selectos. Porque no deja de ser un cotilleo más que una filtración. Es como decir, zutano es tonto del haba, que lo ha tal sátrapa en una reunión. Imagínense eso revertirlo a la vida privada.
Yo sé mis secretos, y los de algunos. Y no los voy a decir, porque A) Son cosas privadas y B) como hay gente que cree que lo cuento todo es hora de que se den cuenta de que no. Mis chismes carecen de interés para las masas, aunque sé que privo a los futuros investigadores de mi obra (jajaja) claves sobre mí y mi circunstancia. Pero para eso pagan a los becarios, me cago en la mar.
Buenas noche y buena suerte.
Que les aproveche el fin de semana.

 
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