sábado, 28 de agosto de 2010

yo


Pastillas de litio

y mente borrosa

y siempre hablar de las mismas cosas.


Botellas vacías

polvo acumulado

mi propio Diógenes adelantado.


A internet enchufado

las noches de invierno

o en este verano que parece infierno.


Castidad forzada

castidad elegida

los recuerdos no dejan que cure la herida.


Melón por cabeza

la dú es escasa

hoy tampoco quiero salir de mi casa.


Pastillas de litio

y mente borrosa

y siempre hablar de las mismas cosas.

jueves, 19 de agosto de 2010

El pacto de los artistas soldados

The Times, 2/2/53

Reunidos en el Club Diógenes de la capital londinense, en un ambiente tenso, pero respestuoso, según los presentes autorizados para hablar a este periódico, el Foreign Office de la Confederación Occidental, con Mycroft Holmes al frente, el grupo Alemanoide, liderado por Otto Klahe y el zarevich Mijail “Micha” Tolstoi por el COMECOM han firmado la llamada “Acta de la Guerra Limpia”, conocida por el gran público como el pacto de los artistas soldados.


Propuesto por el Ministro de Guerra de la Confederación Ibérica hace algunos meses se basa en que las guerras, inevitables en nuestro mundo moderno por el normal desarrollo de los intereses de las grandes potencias, serán más humanas si la comandan personas que se dediquen al campo artístico, ya sean escritores, pintores, escultores o actores. Acogido con gran júbilo por los respectivos pueblos de las disferentes áreas, a los gobernantes no les ha quedado opción que apoyar el Acta, aunque con grandes reticencias por parte de sectores del ejército prusiano, ibérico y galo. Britannia se mostró decidida desde un principio, ya que el pensamiento de que las personas que interpretan a Shakespeare serán caballeros en el campo de batalla, y evitarán los desagradables daños colaterales que siempre se dan en estos conflictos.


Nadie por entonces sabía que en el 57 Prusia y Austria invadirían Zanzíbar por su preciadas especias darían lugar a una cruenta lucha en la que participaron todos los artistas de una generación, quizás de las más brillantes del siglo. Intelectuales de todas las naciones fueron adiestrados y montados en aviones, barcos y tanques. Amigos fuera del campo de batalla, acabaron matándose los unos a los otros de mala gana. No se consiguió minorizar el daño sobre la población civil. La alta capacidad e inteligencia de los soldados y mandos pensando en su supervivencia solo hizo alargar una guerra que apenas repercutió en la vida de los estados, reinos y dictaduras en conflicto. Los obreros, agricultores y demás oficios productivos siguieron en sus puestos, y mientras. las universidades y cafés se vaciaban.

Pero lo más extraño de todo es que cuando todo acabó no hubo rencor entre los combatientes, amargados y solitarios se movían por los cafés sustentados por la escasas pagas y trabajos de baja estofa. Fue la época de los artistas veteranos, que jamás contaron ni en sus libros ni en sus películas batallitas de ningún tipo. Simplemente obviaron la guerra. Como una mala digestión o un dolor de muelas pasado.

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Preámbulo de EL CAFÉ DE BERTA, recientemente publicado en LA REVISTA del Círculo de Artesanos, y rescatado de mis archivos.

martes, 17 de agosto de 2010

Diario de Mameluco Morales, licenciado en Geología y párvulo en la vida corriente



Jamás hubiese imaginado, tras leer por enésima vez, en palabras de John Watson, doctor en medicina, el relato titulado El Problema Final, que me quedaría durmiendo de pie esta madrugada, mientras bebía agua del frigorífico. Lógicamente fue cuestión de nanosegundos, pues si no me hubiese precipitado al suelo, teniendo en cuenta mi laxitud a horas tan tardías y mi peso, que aunque ignoro, intuyo por las fotos que veo de mí mismo, es bastante elevado. Por cierto, que mis tobillos también lo sienten. Lo mismo me había ocurrido minutos antes mientras mingitaba sentado y mi cabeza dio levemente contra la pared. ¡Es toda una suerte que el cuarto de baño sea tan estrecho, pues presumo que sino hubiese hocicado contra el suelo de loza!

Pero volvamos a la raiz del asunto, que en realidad puede ser la ciclicidad, la repetición de mi conducta y que en realidad todo vuelve. Yo también me lo busco, que conste.

Anoche, como comenté con anterioridad releí el relato donde Sherlock Holmes muere junto al perverso profesor de matemáticas Moriarty (era malvado por ser un criminal, no por su teoría del binomio, que tan en boga estuvo tiempo atrás –casi sic-) en las cataratas Reichenbach. Lo mejor del caso es que si nos remitimos a mis archivos, en Septiembre de 2008, donde yo deseaba fervientemente ser un dinamitero a la manera de G.K. Chesterton, comentaba ya la muerte del detective consultor.

Todos los aficionados a lo holmesiano sabemos que Conan Doyle mató a su personaje porque estaba harto de él, y quería ser un “escritor serio”. Las definiciones de escritor serio pueden ser múltiples, variadas y dispares, pero serio me sale en los sinónimos del Word (sí, ese que va en el perverso paquete Microsoft Office, del maléfico Bill Gates) como sensato,y no es muy sensato hacer una cosa bien y dejar de hacerla, al menos pienso yo en mi fuero interno. Si escritor serio es sinónimo de aburrimiento, no quiero escritores de dicho tipo en mi mesilla de noche.

Hoy, en los días corrientes, la gente ensalza el ensayo como panacea de la sensatez, aunque algunos sean menos sensatos que un orangután con un escalpelo suelto por una guardería. Yo apuesto definitivamente por la ficción. Ya lo hablaba el otro día (ya les digo que me repito como el ajo, aunque yo no sea tan bueno para la circulación) del tema.

La lluvia caída anoche a lo mejor me ha refrescado y han animado a escribir a mis oxidados dedos. Pero la verdad es que escribo parrafadas en el Facebook, en otros blogs o donde el gran Cthulhu me dé a entender.

Hay gente que aún no comprende que soy un sujeto, un intento de persona humana, de grandes contrastes. Soy, me siento, como un personaje victoriano en mi imaginación, y como mi imaginación es más poderosa que mi raciocinio, me quedo anclado en mi fabulación. Total, para la mierda de mundo que siempre ha existido, puede elegir cualquier época.

Elegiría el Mioceno Medio, pero como no hay otra gente me aburriría.

sábado, 14 de agosto de 2010

Cuento de la mosquita muerta


Érase una vez que se era,

una mosquita verde

que era tan delicada

y primorosa

que solo picaba

en las mierdas de los

niños más guapos del barrio.

Un día, desobedeciendo

a su mamá mosca,

rebasó los límites del descampado

donde la mosquita

vivía feliz,

pero intrigada por saber

que se hallaba

a la vuelta de la esquina.

Vio tiendas de golosinas

y una parada del rojo

autobús 33.

Una pescadería,

donde sus semejantes

se paseaban por los ojos muertos del pescado.

Un mojón de acre olor

que no probó,

por estar lleno de moscas corrientes,

sin la panza verde de la mosquita,

ni azul, tan siquiera.

Llegó al final de la calle

y quiso continuar.

Cuando llevaba un rato volando

entre árboles nuevos

y desconocidas farolas,

una luz violeta

la invocó,

y nuestra mosca,

nuestra mosquita verde

como la esperanza,

hipnotizada por el color y el zumbido,

se precipitó

a un extraño lugar enrejado.

La mosquita murió

electrocutada

cayendo sobre la sopa

de un señor con bisoñé.

Nuestra mosca, verde,

nuestra querida mosquita,

muerta.

Fin


Villa Merino, 10 de Agosto de 2005

jueves, 12 de agosto de 2010

Leyendo a Blackwood


Leyendo anoche un librito de Blackwood no pude evitar pensar en la masa vegetal que nos rodea. Sinceramente no sé si ustedes llegarán a leer el relato El hombre que amaba a los árboles, pero la cuestión es que la mezcla de opresión y libertad que se describe es parecida a la angustia somnolienta de los depresivos. El bosque acecha, la mujer del hombre que amaba a los árboles espera que su Biblia y su Dios ayuden en la irremediable fusión entre el alma del hombre y el alma vegetal. No les voy a contar el final, pero bueno, sabiendo los ominosos relatos y universos invisibles que me gusta deglutir, háganse una idea.

Llevo un buen ritmo de lectura, pero a cada libro que fulmino con mi escrutadora mirada, más convencido me hallo de que jamás llegaré a ser un escritor de verdad (uno bueno), solo un blogger impertinente, pero inofensivo, que ve como única vía de escape para sus tonterías el que ustedes las lean anónimamente, o manifestándose la menor de las veces. Es, pues, como el espíritu del blog que me encadena, pero me libera, y me hace llegar a los sitios más remotos. Si, es ego elevado a la enésima potencia, pero los que luchamos contra la total falta de autoestima tenemos que buscar soluciones drásticas. Escribir aquí es de las pocas que desarrollo, pues es la única posible en este enorme mundo amarillo, lleno de bolsas de plástico, chicharras y camiones pasando.

Jamás me libraré de los camiones. En mi calle, en medio del campo, al lado de la nacional. Los camiones gastan goma en los asfaltos a todas horas del día. Las chicharras al menos callan en la noche. La noche que presagia el espíritu de los árboles.

En realidad, y como pueden observar, esto no deja de ser un ejercicio, un pasatiempo, un puzzle barato de sílabas y vocablos, pues nada digo de interés. Quizás las personas que me conozcan de algo verán algún atisbo de realidad, pero también de incoherencia. Es un ejercicio, repito. No es verdad ni es mentira. Es ficción. La ficción está entre dos mundos. Toda ficción se basa en alguna verdad. Aversiones, descripciones, sugerentes historias, amores, desilusiones, sueños y odios. Luchas épicas o intimistas reflexiones. Todo surge de una verdad, aunque sea ficción. Lo que pasa que la ficción enriquece, como dice el anuncio del Avecrem, lo que se cuece en las mentes de los autores.

No sé si lo que escribo es ficción o realidad. No me preocupa. Son las 11:12 de la mañana, los camiones pasan, las chicharran suenan y los pájaros hacen ruiditos. Yo tengo sueño, sed, me duele una oreja, esta silla tiene el culo muy duro, y en breves momentos, después de colgar este amasijo de letras en el blog, le echaré un vistazo al FB, y me sumergiré de nuevo en las descripciones rocambolescas y precisas de Algernon Blackwood, esperando soñar. Soñar me pone triste. Y así es como debe ser.

jueves, 5 de agosto de 2010

Bigotes



A veces a uno le dan arrebatos y hace cosas a lo loco. Este no ha sido el caso, aviso para navegantes.

Desde hacía algún tiempo me rondaba en el perol (en su acepción de cabeza, mente o similar) cortarme las barbas de semejante guisa, como pueden ver en la fotico de arriba. El lunes, dicho y hecho. Me afeité con la maquinilla dejándome los decimonónicos bigotes que ahora luzco con orgullo. Me pueden decir que parezco prusiano, austrohúngaro, un policía victoriano o como mucho un ángel del infierno. Pero me han dicho desde bandolero hasta Fumanchú, me han comparado con no sé quien que vendía lotería en mi pueblo en el año del pum y con otras cosas inverosímiles que nadan tienen que ver con mi noble y sencillo objetivo de parecer un señor antiguo durante algunos días de vacaciones estivales.

¿No es manifiesta mi intención? ¿o acaso soy confiado? Y mi mostacho molón, se convierte en un fiasco. Digan lo que digan, contento estoy con mis bigotes.

Y no es por esnobismo, ni por modernez, sino porque me gustan los tipos con cascos puntiagudos, como pueden observar en mi avatar de tantos años.

Así que si leen esto y por la calle me ven, cuenten hasta diez antes de decir cualquier chorrada, que estoy susceptible yo y quien avisa no es traidor. Les reto a un duelo más rápido que arde un misto (cerilla).

 
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