domingo, 15 de marzo de 2009

Éramos tan felices

Éramos tan felices…

(Michi Panero)


Los que niegan la nostalgia, o son olvidadizos, o lo pasaron demasiado mal en el pasado. La nostalgia no tiene nada que vez con ser reaccionario o con ser conservador. O esa es mi forma de entenderla. Cuando el presente es como una charca de barro estancada en verano, donde la ilusión, como los peces no pueden respirar, uno echa mano de los recuerdos. Los humanos tenemos la tendencia a seleccionar, a cribar y a confinar a los recovecos más profundos de la mente lo negativo que forma parte de nuestros recuerdos. Cuando vemos una imagen del pasado, nos evoca algo que a priori nos da alegría. ¡Éramos tan jóvenes! Me está pasando ahora que estoy recopilando fotos para una movida de la Universidad, se cumplen 50 años de la licenciatura de Geología en Granada y cada promoción puede aportar material gráfico. Ahora veo las fotos y me veo feliz, con buenos amigos, haciendo el tonto. Si buceo un poco más en mi mente esas fotos son de fatigosos días de campo, donde iba con la lengua fuera y para mí eran un suplicio. Pero ahora, pasado el tiempo, sin tener ya el cansancio de las caminatas y el rollo de llegar tarde a las explicaciones, me gusta verlas. ¡Éramos tan jóvenes!

Siempre digo que llevo en un estado de depresión 8 ó 9 años. Bueno, es por poner una cifra. Aún recuerdo la primera vez que no quería levantarme de la cama y estuve como tres o cuatro días acostado, con cosas que me reconcomían por dentro, con sueños terribles de exámenes y suspensos. Fue en Febrero del 95. No supe digerir nada de lo que me pasaba. Y así seguí unos cuantos años, con una ansiedad increíble (que se traducía en lo que Bergman llama vientre nervioso, en “La linterna mágica”, o sea que permanentemente estaba con dolor del barriga y ganas de cagar, sino estaba en sitio seguro: mi casa), con una pena que me comía por dentro. Y siguieron los años, y me tiré 12 años en ese plan. Pero ahora miro las fotos y no me supone un resquemor, sino una alegría. Después me pasaron cosas maravillosas, conocí el amor, de una manera preciosa, pero en mi organismo no todo andaba bien. Pero no lo cambio. Quizás ese sea mi problema. Asumir que el mal de la melancolía es inherente en mí. Después hice cosas (más bien, no hice nada) por lo que todavía me arrepiento.


Es como lo que repetía Michi Panero (comienzo de "Despues de tantos años")cuando murió su padre. ¡Éramos tan felices! No había felicidad en casa de los Panero. Bueno, si, su madre que así se llamaba. Era un invento para asumir un pasado.

Sin llegar a ser tan profundamente pesimista como el más joven de los Panero, la memoria selectiva de los hechos felices es como él dice, un mecanismo de defensa para la vida, o corrigiendo como él lo hace, para los recuerdos. De todas formas yo, al pensar tanto, me arrepiento una y otra vez de cosas que hice, de decisiones que tomé, sin mala fe nunca, pero si con consecuencias que hacen que todavía las heridas no se cierren y sigan supurando la pus de la pérdida, la sangre de la felicidad, el espíritu de la bueno que hay en mí, que se disuelve poco a poco en la atmósfera contaminada de las puertas cerradas, del aire enrarecido.

¡Éramos tan jóvenes!

Mecanismos mentales.

Pero en realidad hubo momentos de felicidad, eso si. De felicidad infinita. Y es de eso de lo que uno es nostálgico. No de momentos concretos, sino de esa sensación, hoy perdida de ser feliz.

¡Éramos tan felices!

Y es en mi caso verdad.

Hoy solo caen las horas en un nuevo domingo. Uno vive por no morir. Porque morirse, como decía el Ortega, es una mierda.

11 comentarios:

Mobesse dijo...

No me gusta esta entrada. Dicho esto. Me gusta esta entrada. Sigues dejándome desarmado. ¿Es un texto literario o es la página del diario de un enfermo, de un anciano que se ha dado una jartá a ver fotos de cuando...? No lo sé. Y eso que tengo la respuesta: "Las dos cosas".
Así que no puedo hacer otra cosa que, como Cesar Vallejo, hacerte una seña para que vengas y darte un abrazo emocionado. Qué más da, emocionado, emocionado.

Mameluco dijo...

Usted pregunta y usted contesta, querido Mobesse.
Un abrazo emocionante.

Anónimo dijo...

Me ha tocado usted la tecla del piano del pasado, esa que da acordes que suenan a alegrías pasadas,a tiempos que no han de volver.

Y me gusta, coño. Peor hubiera sido no pasar por aquello, aunque ahora cuando se van las brumas de la ensoñación del pasado quede ese regusto de vacío.

pd: ¿Panero es el tío al que plagia el simpar Bunbury? ¿O es otro?

Mameluco dijo...

Bunbury -ese enjendro de Satánas- plagia a su hermano Leopoldo María. Al menos he visto fotos de su paisano con él. Michi no tuvo una carrera prolífica como sus dos hermanos.
Leopoldo María Panero que es uno de mis poetas preferidos, y al ser un escritor maldito, pero a la vez mediático (salía en la radio con Sardá y al principio de Crónicas Marcianas) tiene mucho tirón entre los que buscan profundidad y locura, porque L.M.Panero está como un cencerro (de hecho vive en manicomios).

Los sones del pasado nunca dejan de repetirse en nuestros oídos...

Sarashina dijo...

Tenemos los recuerdos. Los construimos casi literariamente, incluso cuando no seamos literatos ni constructores de nada. Es el mismo cogollo de lo humano. Y dicho esto, como dice mobesse, ¿por qué escribes tan bien? Posiblemente nada tenga que ver contigo, quiero decir, con tu constitución vital ni con tus sufrimientos ni con tu felicidad, que son comunes, sino con otra cosa que se nos escapa. Porque, no tendrás un as en la manga, quiero decir, una respuesta construida "científicamente", ¿verdad?

PMM dijo...

Jo, es que es cierto que ¡éramos tan jóvenes y tan felices! Yo cuando miro atrás veo risas, muchas risas, y eso sí me hace sentir nostalgia. Me sigo riendo, mucho además, pero si comparo, no es ni siquiera ni la mitad de lo que lo hacía entonces, ni en cantidad ni en intensidad. Aunque si rasco un poco, también veo momentos de tristeza infinita por cosas que hoy consideraría absurdas, porque la adolescencia y la juventud,tienen mucho de montaña rusa, de sentimientos extremos.

Anónimo dijo...

Bumbury no es mi paisano, nació eeeeeeen .... pongamos Casteldefells (uno también se inventa la Historia que no le interesa jejejeje)

Mameluco dijo...

Querida Clares, no creo que lo mío sea escribir bien (ojalá fuese así), sino un ejercicio de intentar contar lo que pasa por mi cabeza. Le puedo asegurar que lo que pienso en esa frontera difusa entre el mundo vigil y el mundo onírico, si lo plasmara en un papel (no lo hago porque en ese momento me muero de sueño) sería más bonito y mejor estructurado que lo que pongo aquí. Lo que pongo aquí es como escritura automática, casi sin corrección.
Y seguramente si me sometiera a pruebas neurológicas podríamos explicar porque se me da mejor escribir que las integradas o las derivadas (que ya le digo yo que se me dan fatal). Y quedaría probado científicamente por ahora (hasta un nuevo paradigma), jejeje.

Lo malo PMM es que esa montaña rusa la tengo yo ahora, sin ser adolescente ni nada. Dar importancia a cosas nimias, ahogarme en un escupitajo, todo eso me pasa. Pero como en toda buena montaña rusa (o americana, si estamos en Rusia) hay picos buenos. Lo que yo preferiría es tener una linea del AVE por vida, con toda su cotidianidad y monotonía, pero no funciono así, parece ser.

Raskolnikoff Creo que donde nació Bunbury era entre dos tierras. Cretinolandia y Superegogistán. Y claro como no quedaba aire para respirar, se quedo tontico el pobre.

Anónimo dijo...

jajaja, dix points pour Mameluco. Bunbury, no seas membrillo y tirate al mar a buscar la sirena varada. o mejor vete a los Pirineos a ver si te pilla una a-va-laaaaaan-chaaaa

Cristina dijo...

Oh Mame, que bonito, me lo copio y lo guardo en mi carpeta de cosas que me gustan

Besos

Cris

Mameluco dijo...

No sé si es bonito, Cris Lo puse ayer porque estaba triste.
Pero lo triste también puede ser bonito, ¿no?

 
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