jueves, 19 de agosto de 2010

El pacto de los artistas soldados

The Times, 2/2/53

Reunidos en el Club Diógenes de la capital londinense, en un ambiente tenso, pero respestuoso, según los presentes autorizados para hablar a este periódico, el Foreign Office de la Confederación Occidental, con Mycroft Holmes al frente, el grupo Alemanoide, liderado por Otto Klahe y el zarevich Mijail “Micha” Tolstoi por el COMECOM han firmado la llamada “Acta de la Guerra Limpia”, conocida por el gran público como el pacto de los artistas soldados.


Propuesto por el Ministro de Guerra de la Confederación Ibérica hace algunos meses se basa en que las guerras, inevitables en nuestro mundo moderno por el normal desarrollo de los intereses de las grandes potencias, serán más humanas si la comandan personas que se dediquen al campo artístico, ya sean escritores, pintores, escultores o actores. Acogido con gran júbilo por los respectivos pueblos de las disferentes áreas, a los gobernantes no les ha quedado opción que apoyar el Acta, aunque con grandes reticencias por parte de sectores del ejército prusiano, ibérico y galo. Britannia se mostró decidida desde un principio, ya que el pensamiento de que las personas que interpretan a Shakespeare serán caballeros en el campo de batalla, y evitarán los desagradables daños colaterales que siempre se dan en estos conflictos.


Nadie por entonces sabía que en el 57 Prusia y Austria invadirían Zanzíbar por su preciadas especias darían lugar a una cruenta lucha en la que participaron todos los artistas de una generación, quizás de las más brillantes del siglo. Intelectuales de todas las naciones fueron adiestrados y montados en aviones, barcos y tanques. Amigos fuera del campo de batalla, acabaron matándose los unos a los otros de mala gana. No se consiguió minorizar el daño sobre la población civil. La alta capacidad e inteligencia de los soldados y mandos pensando en su supervivencia solo hizo alargar una guerra que apenas repercutió en la vida de los estados, reinos y dictaduras en conflicto. Los obreros, agricultores y demás oficios productivos siguieron en sus puestos, y mientras. las universidades y cafés se vaciaban.

Pero lo más extraño de todo es que cuando todo acabó no hubo rencor entre los combatientes, amargados y solitarios se movían por los cafés sustentados por la escasas pagas y trabajos de baja estofa. Fue la época de los artistas veteranos, que jamás contaron ni en sus libros ni en sus películas batallitas de ningún tipo. Simplemente obviaron la guerra. Como una mala digestión o un dolor de muelas pasado.

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Preámbulo de EL CAFÉ DE BERTA, recientemente publicado en LA REVISTA del Círculo de Artesanos, y rescatado de mis archivos.

2 comentarios:

Amaranta dijo...

Será que de aquí salió la frase "el arte de la guerra"? como una idea para disfrazar lo que ya es horrible y es capaz de maltratar al mas grande de los idealistas

Mameluco dijo...

"El Arte de la Guerra" es un libro chinorri, o sea, que aunque el universo paralelo en el que se firmó el pacto de los artistas soldados es imaginario sería anterior.

La guerra, Amaranta, se ha cubierto de heroicidad, patriotismo, gallardía y un halo épico. Esta épica es muy interesante a efectos de narrar historias. Yo he querido mezclar la guerra con el arte, por el contraste.
Las mutilaciones, la muerte, las trincheras no tienen nada de bonito, ni de artístico, y menos un avión no tripulado atacando un pueblo de Irak con un misil, pero eso es lo que somos. El hombre necesita guerras. Si no, no se harían. Siempre habrá alguien desde un despacho dispuesto. Total, es fácil desde un despacho.

 
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