jueves, 26 de junio de 2008


Cuentan que en el café de Berta los bollos suizos eran suizos de verdad. No puedo afirmar ni negar nada al respecto porque jamás los probé, ni jamás estuve en Suiza. Me parece un país claustrofóbico. Como todos, iba a tomar café, a fumar y contemplar las horas pasar por los ventanales. Aquellas cristaleras, reminiscentes de los enormes cristales de moscovita de las catedrales rusas, distorsionaban la realidad callejera. La suciedad del cristal eliminaba la porquería exterior, creando por arte de magia basuril, el prodigioso efecto matemático de que menos por menos es más. El bulevar se veía magnífico por la pantalla protectora de vidrio y mugre.

Ninguno trabajábamos en nada serio. Sobrevivíamos de nuestras pensiones de guerra.

Berta era un imán para los jóvenes estudiantes. Las historias que sobre ella se contaban en toda la ciudad no dejaban de ser tragicómicas. Algunas venían a decir que durante la guerra del 58 su marido – un poeta tísico, fundador de la corriente, hoy olvidada de concentralismo- fue llamado a filas como piloto de la Confederación Occidental, y que cayó en el cielo de Zanzíbar peleando de manera épica con el mítico Perro Negro de los Alemanoides. Otros, sin embargo, cuentan que Berta antes de tener el café, fue prostituta en los suburbios de Manila o espía del COMECOM, o buscadora de oro en Brasil. Lo que si sabían todos es que la mujer a la que todos llamaban Berta, era rubia, alta, de tez tan blanca como el papel clorado y tuerta.

Las tardes de viernes eran las más tranquilas y yo aprovechaba para escribir en pequeños papeles que me daban en una imprenta cercana. En las imprentas, cortan el papel con guillotina al tamaño deseado y siempre hay un excedente, que tiran a la papelera, si no les sirve para otro uso. Me paso por allí y me lo dan. Recuerdo que mi primer libro de poemas lo redacté en finas tiras de 3 centímetros por 30. De unos carteles de peleas de gallos, me dijeron. Una tarde hacía yo de negro para un catedrático y escribía al estilo Pemán un discurso de agradecimiento para una entrega de premios. Era una cosa soporífera. Mi negrero era un perfecto mequetrefe. Le daban el galardón al “Mejor Invento del Año”. Dos mesas más allá, sorbiendo un vaso de leche, estaba un hombrecillo gris, el que realmente había desarrollado el artefacto. Era tan pobre que vivía en una pensión acompañado de dos de sus colegas y una miríada cucarachas. Berta se sentó a mi lado. Me tocó el pelo y me dijo que si me tomaba bien lo que decían de mí. ¿Qué dicen de mí? – contesté -. Que moriste en Zanzíbar. Creo que en parte es verdad. Algo de mi se quedó en Zanzíbar. Eso me suena a película mala, -replicó Berta-. Sonreí. Perro Negro murió en Zanzíbar. Yo volví. Perro Negro estaba ardiendo y yo le pegué un tiro para que no sufriese. Lo sé, me lo has contado muchas veces. ¿Entonces para que preguntas? No quiero que estés mal. No te preocupes. Estoy bien. Yo creo que no. Podría estar mejor, pero estoy bien. ¿Cómo está Mijail? Ya no lo veo. ¿Es por eso que me preguntas? A lo mejor. Te echo de menos. Ya no estoy tan bien. Compréndeme. Creí que Perro Negro te había matado. Conocía muy bien a Perro Negro. Ya sé que conocías muy bien a Otto, querida. Te lo presente yo. Hay una cosa que no comprendo bien, Berta. ¿Por qué nuestros países habían llegado a la determinación de que la guerra es más civilizada si mandan a los poetas y a los artistas a luchar? Creo que fue idea mía. Nunca debiste ser amante del Ministro de la Guerra.

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Es lo primero que escribo de ficción en mucho tiempo, espero sepan perdonar los fallos. Además lo he escrito casi sin corregir, en un arrebato.

7 comentarios:

Sarashina dijo...

Pues, hala, a trabajarlo, que la idea es buena. Si creas, aunque te encuentres mal, es que estás bien.

Mameluco dijo...

Ojalá fuese tan sencillo...
Cuando escribía poesía es que estaba realmente mal...

Si escribo prosa, la verdad es que no estoy tan mal...

Y esto se quedará así.
Tengo otros planes en mente pera el verano. Mi primera novela. Es una cosa ardua y difícil, pero a ver si sale... (y ahí si pienso milimetrar hasta el último advervio)

:)

Sarashina dijo...

Una novela es un trabajo muy duro, como si hicieras una casa. Mientras la construyes estás agotado, pero con mucha ilusión y como poseído por algo que te trae y te lleva. Luego viene lo peor, que no encuentras hueco para que salga a la luz.Te lo digo por experiencia. Que tengas ánimo para ello y. ya sabes, si eres capaz de salir de ti mismo, que eso es narrar, es que tú mismo no te preocupas demasiado de ti mismo, lo cual para mí es una excelente situación. Un abrazo

Mameluco dijo...

Lo bueno es que me da igual que salga a la luz o no... por ahora.
Creo que he empezado 5 o 6 (he llegado a rellenar hasta 80 y 90 folios corregidos) pero algo me dice que esta va a ser la buena. No digo que me salga una buena novela, sino que la voy a acabar.

Sarashina dijo...

Pues ánimo y a ello. También en esto te deseo mucha suerte y energía.

Anónimo dijo...

Mucho ánimo, poco a poco irá saliendo y esto tiene muy buena pinta!

Sarashina dijo...

Oye, que he visto las fotos de las sobrinas despiojándote y son una monada, nunca mejor dicho, las sobrinas, que son preciosas y también tú, que tienes una cara de buenazo y resignado... Cuídalas, que son muy lindas.

 
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