Leyendo a Blackwood
Leyendo anoche un librito de Blackwood no pude evitar pensar en la masa vegetal que nos rodea. Sinceramente no sé si ustedes llegarán a leer el relato El hombre que amaba a los árboles, pero la cuestión es que la mezcla de opresión y libertad que se describe es parecida a la angustia somnolienta de los depresivos. El bosque acecha, la mujer del hombre que amaba a los árboles espera que su Biblia y su Dios ayuden en la irremediable fusión entre el alma del hombre y el alma vegetal. No les voy a contar el final, pero bueno, sabiendo los ominosos relatos y universos invisibles que me gusta deglutir, háganse una idea.
Llevo un buen ritmo de lectura, pero a cada libro que fulmino con mi escrutadora mirada, más convencido me hallo de que jamás llegaré a ser un escritor de verdad (uno bueno), solo un blogger impertinente, pero inofensivo, que ve como única vía de escape para sus tonterías el que ustedes las lean anónimamente, o manifestándose la menor de las veces. Es, pues, como el espíritu del blog que me encadena, pero me libera, y me hace llegar a los sitios más remotos. Si, es ego elevado a la enésima potencia, pero los que luchamos contra la total falta de autoestima tenemos que buscar soluciones drásticas. Escribir aquí es de las pocas que desarrollo, pues es la única posible en este enorme mundo amarillo, lleno de bolsas de plástico, chicharras y camiones pasando.
Jamás me libraré de los camiones. En mi calle, en medio del campo, al lado de la nacional. Los camiones gastan goma en los asfaltos a todas horas del día. Las chicharras al menos callan en la noche. La noche que presagia el espíritu de los árboles.
En realidad, y como pueden observar, esto no deja de ser un ejercicio, un pasatiempo, un puzzle barato de sílabas y vocablos, pues nada digo de interés. Quizás las personas que me conozcan de algo verán algún atisbo de realidad, pero también de incoherencia. Es un ejercicio, repito. No es verdad ni es mentira. Es ficción. La ficción está entre dos mundos. Toda ficción se basa en alguna verdad. Aversiones, descripciones, sugerentes historias, amores, desilusiones, sueños y odios. Luchas épicas o intimistas reflexiones. Todo surge de una verdad, aunque sea ficción. Lo que pasa que la ficción enriquece, como dice el anuncio del Avecrem, lo que se cuece en las mentes de los autores.
No sé si lo que escribo es ficción o realidad. No me preocupa. Son las 11:12 de la mañana, los camiones pasan, las chicharran suenan y los pájaros hacen ruiditos. Yo tengo sueño, sed, me duele una oreja, esta silla tiene el culo muy duro, y en breves momentos, después de colgar este amasijo de letras en el blog, le echaré un vistazo al FB, y me sumergiré de nuevo en las descripciones rocambolescas y precisas de Algernon Blackwood, esperando soñar. Soñar me pone triste. Y así es como debe ser.
6 comentarios:
A mi me gusta leer sus relatos, poesias e idas de la perola... es como tomarme un par de minutos de relax dejandome llevar por sus palabras..
Ese libro tiene buena pinta, lo buscaré
Abrazos!
Ay M!
Cuanto tiempo sin seguirte, mira que el facebook no deja de recordarme que hay cierto caballero con el que ya no hablo...
¿por donde te tengo que buscar para hablar?
Lia
Ster, usted siempre tan buena conmigo. Me alegro de que le entretenga.
¿A quién tenemos aquí? A mi querida Lía. La niña perdida y hallada en el templo. El otro día te tuvieron que pitar los oidos porque hablamos de tí, mi colega de Torrejón y yo. Nada malo, claro.
¿Para hablar?
Solo utilizo Gtalk y poco. No tengo messenger... jejeje. Soy un señor rancio que no quiere tener los avance tecnológicos de los canis, jajaja.
Por correo estaría bien.
Y si tienes Gtalk y noches libres, pues también.
Un beso.
Podríamos proseguir ese asunto que llevamos a medias, o es qué ¿ya no escribes...?
Estuve algún tiempo sin escribir, ahora, la verdad es que si que podría seguir con ese asunto pendiente. Me apetece mucho la verdad. Lo único es que no tengo internet, aunque tengo muchas noches... si te parece volvemos a las cartas en el buzón del email, tu me cuentas, yo te cuento...
Ay M, me tienes que enviar la contraseña y la dirección de ese asunto además...
Perfecto.
La tengo que mirar la contraseña. La tengo en casa. Ahora estoy de encierro en el campo...
Su incoherencia me ha resultado hoy muy coherente. Tantas veces me he sentido así, aunque en mi caso los camiones pasaban frente al faro de Leuret algo más lejos, incluso de una forma melancólica. Es raro unir las palabras "camión" y "melancolía", pero es así en mi caso. El caso es expresarse, como sea, a quemarropa o tras una esquina. No importa mucho el estilo sino el desahogo. Supongo que el resto de chicharras cibernéticas que le seguimos estará de acuerdo. Saludos, don Miguel. Siga leyendo que ya no le molesto.
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