Cuento de la mosquita muerta
Érase una vez que se era,
una mosquita verde
que era tan delicada
y primorosa
que solo picaba
en las mierdas de los
niños más guapos del barrio.
Un día, desobedeciendo
a su mamá mosca,
rebasó los límites del descampado
donde la mosquita
vivía feliz,
pero intrigada por saber
que se hallaba
a la vuelta de la esquina.
Vio tiendas de golosinas
y una parada del rojo
autobús 33.
Una pescadería,
donde sus semejantes
se paseaban por los ojos muertos del pescado.
Un mojón de acre olor
que no probó,
por estar lleno de moscas corrientes,
sin la panza verde de la mosquita,
ni azul, tan siquiera.
Llegó al final de la calle
y quiso continuar.
Cuando llevaba un rato volando
entre árboles nuevos
y desconocidas farolas,
una luz violeta
la invocó,
y nuestra mosca,
nuestra mosquita verde
como la esperanza,
hipnotizada por el color y el zumbido,
se precipitó
a un extraño lugar enrejado.
La mosquita murió
electrocutada
cayendo sobre la sopa
de un señor con bisoñé.
Nuestra mosca, verde,
nuestra querida mosquita,
muerta.
Fin
Villa Merino, 10 de Agosto de 2005
7 comentarios:
A que la mosca se llamaba: Juana Salvadora Mosca.
Pero la mosca se arriesgó a vivir nuevas experiencias. Ninguna de las otras lo hizo y aunque aguantara un poco más vivieron menos que ella.
Se llamaba Pitita.
Morir por arriesgarse es un concepto incógnito para mí, Ubé. Prefiero la muerte premeditada.
A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron,
en la sopa de un burgués.
Otra dentro de un pastel
enterró su golosina.
Así, si bien se examina,
de aquesta absurda manera
cayó la mosca cojonera
por curiosa y libertina.
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
Don Antonio.
Blascriadov es un mosquito,
pero es no de cualquier tipo
es uno de esos que ronda bares
y entre barricas de vino
que vuela con su guitarra
que zumba con su zambomba
que molesta al anarcomameluco
con su roja vena cantautora
Un humilde servidor.
im-presionante
Gra-cias To-na
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