jueves, 29 de enero de 2009

Noción de Tiempo


Cuenta Luís Carandell en su imprescindible Celtiberia Show que un amigo suyo iba montado en un tren haciendo el trayecto Córdoba-Madrid y de repente éste se paró en un apeadero castellano, uno de esos en medio de ninguna parte para arreglar un problema de unos cables eléctricos del motor del Talgo . Llevaban ya bastante rato allí cuando bajó al andén y un trabajador de la RENFE pasó y el buen hombre le preguntó: ¿Oiga, amigo, falta mucho para que nos pongamos en marcha de nuevo? El ferroviario, ni corto ni perezoso le respondió: 50 minutos. El señor viajero, para concretar más, le inquirió de nuevo: ¿pero desde que hemos parado o desde ahora? El de RENFE, como si tal cosa, le dijo: Según va pasando.


El tiempo es pues una cosa, por llamarlo de algún modo, que es relativa. Para lo que unos se pasa en un suspiro para otros es una eternidad. Es como cuando andas con unos zapatos que te hacen los pies polvo, cualquier distancia es un abismo sideral. Pues con el tiempo lo mismo. No voy a entrar en disquisiciones físicas enrevesadas de que si viajásemos a la velocidad de la luz pasaría el tiempo más despacio que en nuestro humilde planeta. Solo basta ver una película de José Luís Garci para darnos cuenta que la distorsión tiempo real y tiempo sentido por un sujeto llamado A, es mayor que el del individuo B que está jugando a la Wii con sus amigotes. A B se le pasa la tarde volando, y a A ,viendo El Abuelo le dan ganas de profanar las tumbas de Don Benito Pérez Galdós y Don Fernando Fernán Gómez, sucesivamente. Otro hecho que hemos de notar en la sensación de tiempo es que con la edad se aceleran los días. Es una realidad empírica. O sea, comprobada por mi mismo, como sujeto M, y corroborada por los sujetos que tengo a mi alrededor, a los que no pongo inicial porque desean permanecer en el anonimato de este experimento tan ridículo.

Cuando éramos niños los veranos eran eternidades a la calima (por lo menos, en Andalucía eran así), donde la hora de la siesta era infinita, y el sol y el tempo eran de película de Sergio Leone. Las chicharras cantaban, y si mirabas a la lejanía, la flama hacía parecer espejismos las cosas en lontananza. Y repito, eran eternos esos estíos. Ahora, apenas llega junio, y otra vez es Navidad. ¡Que vorágine! Paella y turrón, sangría y champán.

Otra cuestión es la poca noción que tiene el vulgo de lo que es tiempo. Claro, el Carpe diem es algo que aprendieron en la escuela, digo, viendo El Club de los Poetas Muertos, y lo aplican a sus vidas con ahínco. De ahí viene el endeudamiento con hipotecas y pedir préstamos a Cofidis para irse de vacaciones. Pero yendo más allá de la crisis (todavía no le he dedicado un gran post a este tema) a lo que me quiero referir, como siempre (me repito, lo sé) es a ese tiempo, al que el mundo contemporáneo, lleno de prisas no presta la suficiente atención: el tiempo que tardan en producirse los procesos naturales. Bueno, algunos procesos naturales, porque los ciclos circadianos a la vista están (soy un pedante de mierda, no puedo poner solo la noche y el día, jejeje) o las tormentas, o el crecimiento de un rosal, o el nacimiento de un niño o la muerte de un viejecito. Me refiero a esos procesos que requieren más tiempecillo. La formación de cordilleras, la aparición de nuestra especie o nuestra propia existencia en esto que llamamos COSMOS. El cosmos lo es todo. Ya lo decía Sagan. El Cosmos es todo lo que fue, es y será. Y no sigue nuestro ritmo. Vamos muy rápidos. Es como compararnos con moscas del vinagre. Somos unos dioses comparados con esas dichosas moscas, que no viven dos semanas. Pero somos unas míseras virutas de roña en la historia de la Vida, y fragmentos aún más pequeños de esa roña en la historia del Universo. Pero eso no nos importa demasiado a ninguno de nosotros. Bueno, a mi si. Me gusta pensar así, para sentirme prescindible, para que todo esto sea prescindible, porque en realidad, lo es.

Nuestras historias se desarrollan en un tiempo ínfimo en una minúscula mota azul pálido en un vacío extraordinariamente grande. Todo estos ceros y unos desaparecerán algún día para siempre. Nadie los recordará jamás. ¿Son conscientes? Llegará un momento en la historia del Universo que ninguna mente inteligente recordará ni un ápice de ninguno de nuestros logros. Nadie tarareará ya más esa canción de los Beatles, ni leerá las peripecias de Ignatius en las calles de Nueva Orleans, ni se acordará ni tan siquiera de la cabeza pringosa de Dustin Hoffman en el hombro de John Voight camino de Florida. Seremos polvo de estrellas, lo que una vez fuimos. Por una vez, el Libro tiene razón, polvo eres y en polvo te convertirás. Si miran en mis archivos seguramente encontrarán entradas similares a ésta, pero es que es un tema que me obsesiona. El tiempo. Creo que es lo que más me ha quedado de ser geólogo. Ese basto tiempo en el que pueden ocurrir cosas increíbles. Del fango al estar ustedes leyendo esto aquí. Hemos andado un gran camino y bastante más que andaremos, pero todo al final será para que algo nos destruya. Será dentro de algún tiempo. No soy un apocalíptico. Pero soy consciente de que este hecho ocurrirá y me parece fascinante. ¿Significa eso que hemos de rendirnos? Bueno, yo no soy bueno dando consejos, pero no hay que rendirse por eso, porque "eso" es una cosa que pasará dentro de mucho. Mi rendición es de otra índole, pero eso es, como diría Ramón, otra historia.


El Sol nos engullirá un sábado por la tarde, después de comer.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevo MESES queriendo leerme Celtiberia Show. Tendré que tirar de internet.

Recuerdo que de pequeño esas cosas me inquietaban mucho. El tiempo, la muerte etc. Ahora soy de los de Sam Kinison; casi estoy deseando que llegue el momento de ser polvo de estrellas que becario último-mono en el ABC

http://www.youtube.com/watch?v=sQtSbM2bI_U

Anónimo dijo...

antes que*

Sarashina dijo...

Jope, qué miedo, y qué fascinación. A mi que me da miedo mirar el cielo por la noche, y voy y me pongo a leer un post de Mameluco. Encantada y acojonada. Está bien. De todo lo que más me gusta es que no hay que rendirse, que eso no importa, que todo eso ocurrirá dentro de mucho tiempo... eso me decía a mí misma cuando era pequeña y pensaba en la muerte, y ya ves... aquí estoy, más cerquica y cada vez más. Por eso me da tanta risa todo, pero el cielo de noche me sigue dando miedo. Y no me rindo, Mameluco, de momento no, y eso que ahora mismo tengo un amigo en la UCI a punto de palmarla, y un compañero de departamento, idem. Pues que ellos hagan lo que quieran, que yo pienso estar aquí lo más posible, a ver si llego a tiempo de convertirme in situ, en vivo y en directo, en stardust.

Mameluco dijo...

En internet está en pdf, querido Socioapatía, pero ya le digo yo que como siempre un libro en carne y hueso es mejor.
La muerte no es solución. Hay gente que se empeña en decir que la vida es eterna, y en su periódico más.

¿Miedo a mirar el cielo por la noche? Si no la conociese creería que le tiene miedo a la belleza.
Lo de rendirse es lo menos importante de lo que digo, es lo residual. No hay que rendirse por este motivo, es lo que digo. Falta mucho para que el sol explote o para que un cataclismo nos alcance (o quien sabe si está a la vuelta de la esquina). Lo que digo que es tonto preocuparse por eso. Pero la especie de los 46 cromosomas me da menos esperanza que el cielo estrellado henchido de supernovas, galaxias, quásares y agujeros negros. El concepto de rendición también es bastante diferente de unos a otros parece ser. Yo no paro de pensar, lo que para algunos es no rendirse, lo que pasa es que no hago nada para cambiar las cosas, que para otros es la rendición total. Seguiré así por el momento. Y mirando a las estrellas, porque mirando las estrellas hallé más verdad que mirando a mi alrededor.

Y ya le digo yo que no se convertirá en polvo de estrellas en vivo y en directo. No seremos dioses, jejeje. Aunque si encuentra la fuente de la eterna juventud que buscaba Ponce de León me avisa.

José Manuel Ubé González dijo...

El gran Caradell es otra joya que el tiempo va devorando, pero si sacamos el machete y atravesamos la selva del olvido podemos llegar a rescatarlo, a divertirnos, incluso a vivir con algo de alegría.
Como veo que me he puesto cursi, me autoaplico una penitencia de 7 bourbons y una lectura en sofá-cama de la Consolación por la filosofía (Boecio), tan admirada por Ignatius.

Oshimatoti dijo...

Comulgo con la idea que con el tiempo, las horas y los dias transcurren con mayor celeridad, realmente es algo pasmoso...
Recurdo que en cuarto de primaria contaba que me faltaban quince años para acabar mis estudios, y ahora pienso que de eso hace veinticinco años... Casi nada!!!
Sin duda, el mejor tiempo es el que me queda por vivir, sólo me queda conseguir que no sea aceleradamente...
Salud

Mameluco dijo...

Carandell siempre es un hombre a reivindicar porque entre otras cosas impregnaba de humor todo lo que hacía. Muchas veces este humor suyo no era entendido. Me acuerdo cuando participaba en una tertulia radiofónica en "La ventana" de la SER en la que se ponía de decir disparates y las damas que le acompañaban no mostraban estar a la altura de su sorna. Ya no hay periodistas como este, amigo Invisible.

El mejor tiempo es el que nos resta, Oshimatoti efectivamente, aunque sea porque es el único que tenemos. Pero la sensación de celeridad solo la evitaremos congelándonos como Walt Disney o tomando ayaguasca. De todas formas, procuremos, nosotros que tenemos la suerte de disponer de él sin guerras ni hambrunas, de pasarlo lo mejor posible, dentro de nuestras humildes posibilidades.

Sarashina dijo...

No, amigo Mameluco, no es miedo a la belleca, sino al contrario. Me da el síndrome Stendhal, y al poco me empieza a dar el síndrome Einstein, o algo parecido. Me agobio de la infinitud y de las imaginaciones que me hago.
Un apunte. Mi hermano, el que piensa doble cuando fuma (no tabaco, claro) dice "loción del tiempo". A propósito, claro, que él es muy culto y leído. Un abrazo

Mameluco dijo...

Loción de tiempo "Floyd" jajajaja...
Su hermano es un hacha. Pero dígale lo que siempre dice Mr.T. Yo solo le digo eso, jajaja.
Hacerse esas preguntas es enfrentarse a la naturaleza misma del hombre. Al final uno se despoja de su petulancia como especie y se da cuenta que somos nada. Y eso es para mí liberador. Aún siendo mucho somos nada. Es un ejercicio de sistemas de referencias.
Stendhal era un mentacato, por cierto. Uno se arroba por cosas más importantes que ver una catedral, ¡por Dios Santo! Pero que cada uno aguante su vela. No debemos olvidar que era francés (que malo soy).
Otro abrazo para usted, Fuensantica

 
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