viernes, 26 de diciembre de 2008

Dickens revisitado


Hace algunas (creo que ya bastantes, más de diez o quince) Nochebuenas, cuando aún mis abuelos se encontraban entre nosotros, y celebrábamos el día en casa de mi tía Isabel, recibí como regalo un libro. No es una cosa extraña que me regalen un libro, soy lector desde que tengo uso de la poca razón que la naturaleza me ha dado. Pero aquel libro no era cualquier libro. Era un libro especial, pues contenía tres cuentos cortos de Dickens. El tomo se llamaba Cuentos de Navidad. Contenía el famosísimo “Canción de Navidad o una historia navideña de espectros” (conocido por muchos simplemente como Cuento de Navidad), “Las Campañas, cuento de duendes” y “El grillo del hogar, un cuento fantástico y hogareño”. Cuando llegué a casa empecé a leerlo, pues siempre había leído adaptaciones. En un momento, la prosa de Dickens (supongo que el traductor también tendrá algo que ver) me cautivó por su precisión, por la manera sencilla y veraz de contar cosas, que en este cuento en particular, son fantásticas (por lo de los espectros). Ahí nació una tradición. La noche del 24 de diciembre al 25 empiezo a leer de nuevo “Canción de Navidad”. Me convierto de nuevo en ese Ebenezer Scrooge que necesita ser salvado de su propia avaricia, de su propia miseria moral. El regocijo de las páginas finales es tal, que hacen aflorar gran alegría en mí. Y es que siempre digo que en el fondo soy un sentimental. Me lo leo en 3 o 4 noches, no es muy largo.

En realidad ese cuento siempre nos gustó y ya quisimos hacer una adaptación en cine cuando éramos mucho más jóvenes. Yo hacía de Bob Cratchit y mi primo de Ebenezer. Solo hicimos algunas tomas. Me gustaría volver a verlas.

Les animo a que consigan el libro y que lo lean. Es mejor que cualquier adaptación que hayan podido ver en cine o en dibujos animados.

Uno de mayor pierde la ilusión por las cosas. Al menos, a mí me pasa, mientras leo, que algo de la chispa perdida vuelve, y revivo sentimientos que se fueron para solo volver, fugaces, mientras releemos un viejo volumen de amarillentas hojas, vemos una película de esas míticas o escuchamos una canción que hace que nuestros ojos se escarchen, como un filamento de hierba, cuando cae la pelona.




N.d.A.: A la helada en mi pueblo se le llama la pelona.

6 comentarios:

Sarashina dijo...

En mi pueblo le llaman pelá. Más o menos. Madre mía, cuántos amigos viejos tengo abandonados, sin hacerles una visitica y admirarme otra vez. Entre ellos, a Dickens. Lo mismo me da por empezar de nuevo. Cuando leí "David Copperfield" tenía yo doce años y al terminarlo, sentí que algo se me había escapado, así que volví a empezar, y al terminar, lo mismo. Lo leí tres veces sin completa satisfacción de haberlo pillado todo. Cuando lo he vuelto a leer de mayor, un par de veces más, un poco más convencida de haber pillado la esencia, de todos modos me ha quedado una inquietud parecida, y es, creo yo, que Dickens es un maestro absoluto, que siempre tendrá una nueva sensación en reserva, porque nosotros nunca somos los mismos, y el libro crece y se completa a cada lectura. Es como la vida, me imagino. Eso tienen las obras de arte tocadas de la gracia.

Oshimatoti dijo...

Me has hecho recordar mi propia infancia, donde el libro que hizo análogas sensaciones en mi mente fué un volumen de cuentos de Andersen. Si bien el general de ellos es mas o menos dulzón, siempre me han hecho saltar las lágrimas "La Reina de las nieves" y especialmente "La niña de los fósforos", drama irrepetible que me hace pensar en no pocos habitantes de nuestras calles, y más en estas fechas tan señaladas...
Buon natale!

Anónimo dijo...

a mi son esas ilusiones lo que me mantienen con vida, saber que en cualquier momento puedo tirar de los capitulos de Doctor en Alaska, de los tebeos de Asterix, Tintin o Mortadelo, del Pedro Saputo, del Arbol de la ciencia, de Las noches blancas o de las fichas del mundo animal tomando un chocolate caliente al lado de la chimenea de la casa de mi abuela.

No se quien decia que la patria es la infancia y le doy toda la razon.

Mameluco dijo...

Clares a mi revisitar es una de las cosas que más me gustan. Releer es una cosa que mucha gente encuentra inútil y que yo no solo encuentro sugerente, sino necesario.
Y si, yo también tengo la sensación que los libros cambian. Algunas veces a peor, otras a mejor, la mayoría a una cosa diferente.

Oshimatoti Creo que se a que volumen de cuentos de Andersen se refiere. "La vendedora de fósforos" me parece desolador,un cuento que no es un cuento, tan real como la vida misma.
¡Feliz Navidad, dentro de lo que cabe!
Querido Rasko, fue Rilke, un poeta alemán, el que dijo eso de la infancia como patria, pero como yo lo repito tanto podría pasar a la posteridad como mía, jejejeje.
Cada uno tiene sus referencias, claro. Coincido en alguna de las suyas. "Canción de Navidad" será común a muchas personas, pero no serán tantas las que se acercaron al libro original. Como usted siempre dice, un respeto a los clásicos.

Anónimo dijo...

Yo también tuve la suerte de que me lo regalaran. La edición era "infantil" pero íntegra, no resumida. Es de los pocos libros "infantiles" que conservo y conservaré siempre entre mis tesoros de adulta, junto a los de Lewis Carroll y Michael Ende.

Mameluco dijo...

A mi también me regalaron a Ende, pero los libros con los que fui más feliz en mi etapa de niño fueron "Los secuestradores de burros" de Gerald Durrell y "Boy" de Roald Dahl. Todos los años los suelo releer., porque me gustan mucho.

 
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