miércoles, 30 de abril de 2008


Tenía pensado desde hace tiempo este título para un post. Primero explicarles una cosa. Yo no tuve adolescencia. Yo pase de niño a joven y después a señor mayor. Me explico, las tonterías típicas de esa época de la vida no existieron para mí. Y se lo digo como lo siento. Y no creo que sea una cosa buena ni mala (en todo caso mala, ¿no?) Y le he añadido lo de estalinista por algo que explicaré después. Yo, de pequeño era un niño friki. Eso no se sabía lo que era en aquel entonces. El concepto no estaba desarrollado. Bueno, entre friki y nerd. Niño tranquilo dedicado a dibujar, a la tele, a los tebeos y a leer libros. Y jugar con los clicks de Playmobil. Poca calle para ser de pueblo. Sinceramente, no me gustaba. Los rayos catódicos me gustaban más que los rayos del astro rey. Yo por aquel entonces era feliz. Leía a Gerald Durrell, a Michael Ende y a otros clásicos de la literatura infantil y juvenil. En mi pubertad, que fue larguísima, pues como digo no entre en la adolescencia, entre de lleno en el mundo de los libros y en la música. Veía a la gente que me rodeaba en clase como a unos estúpidos. Lo digo como lo siento. Eso sería por 8º de EGB, y pocos eran los que se interesaban por mis mismas aficiones. Manolo, el chivo (ay, los motes de los pueblos), que a lo mejor me está leyendo era uno de ellos. Intercambio con un inglés ¿te acuerdas? Siempre me sentí un bicho raro, lógicamente. Pero no un marginado, ¿por qué? Porque yo sabía que tenía razón. La verdad estaba en los libros y no en hacer el tonto. Eso lo creía en esa época. Hoy también lo creo, con matices. Tampoco hubiese podido hacer nada en ese mundo de depredadores. Yo siempre fui extremadamente sensible, aunque no lo pareciese, por mi altura (le sacaba a todos una cabeza) y por mi envergadura (pesaba 100 kilos). Eso me salvo de no ser ahostiado. Cuando pasé al instituto la cosa cambió porque allí la cosa era diferente, pues había más fauna. O sea, gente más afín a mí. En libros, en música, en todo. Hacíamos una revista que se llamaba ATEGUA. Yo dibujaba tebeos y escribía artículos. Con 16 años escribí un artículo de una película mágica, La ley de la calle, en contraposición feroz a la serie que causaba furor en aquella época Sensación de vivir. O lo que es lo mismo, siempre a contracorriente. ¿Por qué? ¿Por el mero hecho de llamarlos estúpidos o porque la serie era una chufa? Y así seguí todos los días de mi vida. Utilizando casi siempre el humor como arma arrojadiza.

Después me fui a estudiar a Granada. El resorte cambió y pasé de niño que da por saco a joven amargado. No quería estar allí, pero no tenía las fuerzas necesarias para marcharme. Soy débil. Eso alimentó una depresión que todavía acarreo. Me había saltado la adolescencia de un plumazo. Era un púber y ahora era un joven viejo, cansado de vivir con 20 años. ¿Qué hacer? Lo más fácil en estos casos. Nada. Luchar contra viento y marea. Estudiar en unas condiciones infrahumanas para conseguir un título. Y así lo conseguí. Durante este tiempo de amargura se fue afianzando mi misantropía (no confundir con misoginia), mi pérdida de ideales nobles y mi falta de tacto para decir las cosas. Desea al prójimo lo que desees para ti mismo. Cojo la máxima cristiana y la aplico. Yo no deseo misericordia. Honestidad brutal, como House. Y así es mi visión del mundo. Yo casi no creo en nada. Odio a la masa, tampoco creo demasiado en el individuo, porque el individuo es humano. Pero no dejan de gustarme las personas, no se crean. A mi me gusta charlar en los bares. Ir a casa Cristóbal y tomarme unos riñoncitos. Y todo el mundo me saluda por la calle porque, aunque no lo parezca, soy una persona agradable.

Esto iba a ser de risa. El adolescente que hay en mi, ha pasado a ser el adolescente estalinista que hay en mi. Ese egocéntrico. Iba a comentarles como me gustan las pelis americanas de adolescentes, cosa que si son asiduos ya sabrán. Iba a hablarles de John Hughes y de Harold y Kumar y de una peli que ví el otro día y me encantó Super Bad.

De cómo oía músicas adolescentes borrokas (La Polla Records, Kortatu) y de que me dedico más ahora a facetas adolescentes que cuando por edad me correspondía, como leer a HPL o literatura de género.

Pero no, me centraré en que soy estalinista, no ya talibán, porque no respeto los gustos de los demás. Como cualquier adolescente. Pero no utilizaré los términos que utilizan esto cuando te metes con sus ídolos (les tienes envidia). Yo envidio otras cosas, si es que envidio algo. Yo envidio una salud mental en condiciones de cualquier cuerdo, aunque no de cualquier cuerdo. De uno que vaya al centro comercial el domingo en chándal no.

Yo quiero ser un adolescente estalinista para cantar a grito pelao:

Eh, Crítico que siempre estás sentado
leer y escuchar no es suficiente
Ven aquí ven aquí.
Siempre en tu butaca hablando de todos
eres una especie de diosecillo
no das tu opinión impartes tu bendición
y si desayunas mal en tu guarida
lanzas tus serpientes contra todos.
Tuyo es el poder, tuyo es el espacio en el papel.

(Críticos – La Polla Records - Salve)

Contra el Rock de Luxe, a los que odio, porque si, porque son unos mamarrachos. Quiero cantar Teenage Riot de Sonic Youth haciendo skate, quiero marcarme un Freestyle contra el capital.

Se que no sirve de nada.

Se que no sirve de nada.

Yo soy un viejo.

Se que no sirve de nada.

Nada sirve de nada.


Tomarme en serio a mí tampoco sirve de mucho.

Siempre he defendido desde este espacio la libertad de expresión. Pero siempre he matizado que esta poderosa fuerza no termina cuando quieren los demás, sino donde tu quieres que termine. Porque si no ¿Qué libertad de expresión sería esa? No me podría meter con los obispos o con el concepto anacrónico de Dios, porque los creyentes se podrían sentir ofendidos. No me podría meter con el PP, porque los fachas se sentirían discriminados por mi opinión. No me podría meter con OT porque los seguidores del absurdo programa dirían que yo quien soy para juzgar sus gustos. No podría arremeter contra los falsos profetas de la libertad, llamados cantautores, porque los del pañuelo palestino me podrían llamar reaccionario. Y así suma y sigue.

Y ahora vamos a la segunda parte. Ustedes se pueden meter con Mameluco todo lo que quieran. Empiezo yo. Soy pusilánime, demagogo, vago, tengo mal genio (en mi descargo, se me pasa volao), soy un descastao (no llamo a nadie por teléfono), escribo mal, no respeto a los demás, soy algo pedante, no canto muy bien, puedo llegar a ser cruel, no tengo fuerza de voluntad para muchas cosas, he pasado a veces de cosas que no debería haber pasado, etc. etc. En fin que soy humano. Y tengo un montón de defectos más.

Pero cuando tengo el feo defecto de descalificar a los demás, una cosa muy clara que tengan. No es por quedarme por encima… es para enrasarnos todos… Por eso no me considero, a pesar del título, estalinista, sino más bien es aplicar mis criterios a todos por igual. Igualitario, como un ministerio.

Como decían de Harry Callahan:
Él es no es racista, odia a todos por igual, negros, chinos, mejicanos, jejejeje.

Y como también decía Dirty Harry:
Las opiniones son como el ojo del culo, cada cual tiene la suya.


Sayunara, babys!

7 comentarios:

hornillero dijo...

Amigo mameluko, yo fui testigo de su no adolescencia, de sus no granos, de sus no ormonas. Pero tambien es cierto que fui testigo de forma de ser, no era usted un friki, pensaba diferente, y lo decia, otros moriran sin decir al mundo lo que piensan y sienten. Para mi fue un placer compartir con usted su no adolescencia.
Un abrazo

Mameluco dijo...

Jejejeje...
Retumban voces del pasado...
Es Miguel Hornillero que vuelve...
...vestido de tuno... jajaja

Para mi también fue un placer.
Discutir de política. En aquel entonces el que se inclinaba por el anarquismo eras tú. Hoy creo que ganaría en el ranking yo, jajajaja...

Solo soy capitalista a nivel usuario, jajajaja...

Por cierto, estoy como sabrás por el blog haciendo mi programación didáctica y en recursos didacticos he metido páginas webs de interés que tenga relación con el medio ambiente:
He metido la de Greenpeace y a continuación la de JJNN, jejejeje...

José Manuel Ubé González dijo...

Decirle que no era el único raro no sirve de nada. Yo también era uno de ellos y sigo viéndome raro, pero cada vez con más canas en la perilla, y eso me asusta y me deja indiferente. Ambas cosas a la vez. Supongo que lo comprende, Don Miguel. Hoy en día sigo teniendo problemas para contactar y conversar con la gente. A veces me apetece hacerlo, pero en la mayoría de los casos me supone un esfuerzo mental de control terrible. Uf... Le dejo que tengo el pesimismo depresivo asomando por mi espalda.

Mameluco dijo...

Yo nunca he tenido problemas para hablar con la gente, Ubé Precisamente he tenido problemas por lo que he dicho, aunque en persona le aseguro que soy muy correcto, lo he aprendido con los años, a no ser que esté en un bar con los amigos, que ahí se me va la pinza bien ida, como por ejemplo con el señor que ha comentado hoy al principio. La última vez que estuvimos en uno fue de traca.
Pero por muy correcto que sea siempre digo lo que pienso, y eso acarrea problemas siempre. Yo con buenas palabras, o con mala leche, diré o dejaré caer lo que pienso. Y si me están poniendo del hígado seré tan irritablemente condescendiente que incluso me pegaran, jajajaja.

Ana Chévere dijo...

No sé. Que todo el mundo te pareciera estúpido no significa necesariamente que no tuvieras adolescencia. Quizá tuviste una adolescencia a lo Holden Caulfield. Por lo que cuentas, se asemeja a la mía en bastantes cosas. Yo lo pasé fatal a esa edad, pero tuve la suerte de hacer algunos amigos extraordinarios. Con ellos viví momentos épicos: es lo que más echo de menos de la adolescencia, que todo me parecía épico, incluso el hecho de no conectar con gente anodina.

Ahora no soporto a los adolescentes cuando gritan y van en grupo, pero me encanta charlar con ellos uno a uno, si se dejan. Me he resignado a ser esa mami agradable pero un poco rarita. Los años me han vuelto más tolerante con toda clase de gente, simplemente procuro no pedir peras al olmo... y aprovechar la ocasión cuando se cruza en mi camino una de esas personas con las que una sobremesa de diez horas te sabe a poco.

Mameluco dijo...

Esto lo escribí hace ya un tiempo.
La adolescencia es una edad muy tonta, pero creo que necesaria, al fin de al cabo. Yo salté de ser un niño de 18 años a un viejo de 19 que seguía siendo un niño. Hoy a los 35 no sé lo que soy. Pero bueno. Quizá he aprendido desde que escribí esto a que me den las cosas un poco más igual.
Y lo de estalinista me lo dijo uno que pedía sinceridad. Y yo fui sincero. Un poco troll, pero sincero, jajaja.

Ana Chévere dijo...

Pues eso le pasa por pedir sinceridad.

 
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