

Pero durante el primer cuarto de siglo de mi vida, durante esos cinco lustros, esas dos décadas y media yo solo quise ser una cosa: dibujante de tebeos. Mi máxima ilusión era dedicarme a dibujar con mis estilógrafos y mis plumillas. Desde que tengo memoria y leía los Mortadelos y los tebeos de la editorial Bruguera he querido ser dibujante. He sido el típico niño pelmazo que he ido a mi madre a preguntarle una y mil veces: ¿mamá, que dibujo ahora?, y no es porque no tuviese imaginación, es porque también es un reto dibujar cosas que te digan los demás. Desde que tenía 10 años hasta los 18 dibujaba todo el rato fuese donde fuese, en casa, en clase, en invierno y en verano. Pero desgraciadamente para mí, siempre fui un dibujante, pero no un narrador. Cuando intenté algo más serio, algo más cuidado, mejor narrado, me salía una chufa. Dibujaba mucho al principio de la carrera también, pero por avalanchas… me lo tomaba demasiado en serio. Lo que hubiese dado por dibujar para El Víbora, revista fetiche para mi en lo que a tebeos se refiere. Tuve varias crisis de ansiedad dibujando, porque no me salía lo que quería, así que lo dejé. Cuando tenía alrededor de 25 años. Y no lo he vuelto a retomar. Ni volveré, que son dos cosas. Dibujo cositas, sobre todo en servilletas en los bares y cuando espero algo, en mis libretas de escribir. No creo que el noveno arte haya perdido gran cosa. Veo fanzines y cosas hecha por gente que dibujan y guionizan mucho peor que yo, pero cada uno tiene su baremo, digo yo. Yo solo sé que no volveré a dibujar un cómic en serio en mi vida, porque no quiero sufrir más de lo que sufro.
Ahora solo soy lector, un buen lector. Y un defensor a ultranza del tebeo como género, a pesar de muchas cosas.
* La foto no tiene ningún efecto "guay". Simplemente no he encontrado la que estaba bien revelada y he tenido que escanear esta que está sin pasar por el fijador... Las cosas de revelar en casa.