Del blog de Ana Arándanos, copio y pego:
Los conciertos
De pequeña deseaba llevar gafas, tener aparato y romperme algo para que me pusieran una escayola y muletas. ¿Tú eras un poco subnormal de pequeña, no? Pues mira, eso parece. Me molaba llamar la atención y mis deseos se fueron cumpliendo sucesivamente, mostrándome que no era ninguna suerte llevar braquets, que las muletas eran súper incómodas y que ser miope me convertía en una especie de inválida con suerte que no sobreviviría en una isla desierta y por consiguiente sin oftalmólogos.
Otra de las cosas que anhelaba de pequeña era desmayarme. Me encantaba la idea de llevarme la mano a la frente y derrumbarme, eso sí, en plan ligera como una princesa, no torpe y pesada como un saco de boniatos. Por fin, un día me desmayé a causa de hacer el bien (doné sangre) y pude comprobar dos cosas:
-Que, efectivamente, todo el mundo te hace caso cuando te desmayas.
-Que se pasa jodidamente mal.
Bueno, digamos que desde que mi cuerpo falto de hierro probó lo de desmayarse le ha cogido el gustillo y ahora tengo una estúpida característica que a la gente le hace gracia pero que en realdiad es un poco putada: me desmayo en los conciertos. Es por el agobio de toda la gente (no sé si lo he comentado alguna vez pero soy gentefóbica, como Mameluco :P), y no es necesario que sea en la pista Heineken de algún macrofestival, también se da en minisalas. Esto pasa porque no me gustan los conciertos y mi cuerpo me protege y reacciona desenchufándose. No me malinterpretéis, me encanta la música y también la música en directo, pero odio los conciertos de la manera en que están planteados. Es decir, toda la gente DE PIE mirando a los músicos. A mi me gusta escucharlos, no mirarlos. Odio lo de los saltos en masa, las novias a los hombros de los novios, lo de poner el micrófono y que la gente cante y sobre todo lo de mecheritos… cuando estoy en un concierto suelo sentirme en plan: ¿qué cara debería poner? Una situación parecida a cuando la gente en el cole coreaba lo de “polaco el que no bote” y tú saltabas aunque te sintieras súper ridículo porque no querías ser tildado de polaco aunque no supieras qué coño significaba eso (hace poco me dijeron que era ser del barcelona). Pues eso, a mí me molaría un concierto en el que la banda no estuviera en el centro, sino en un lateral.; un sitio donde hubiera sillas y pudieras sentarte a escuchar; un sitio con una mesa con bebidas (preferentemente con ponche, que es muy de película americana) y una mini pista de baile donde pudieras salir a bailar con el chico que te gusta mientras suena tu canción favorita de fondo. Si alguna vez estoy podrida de dinero organizaré un concierto así en mi casa y el primero grupo que contrataré será Travis. Porque a mí me gusta la música como banda sonora, no como argumento. Y porque ahora estoy ñoña-con-sueño y Travis me va de perlas.
Lo que yo contesté...
Apunto. Soy muchagentefóbico y algunagentefóbico. El porqué de lo primero es bien descrito por Ana. Y lo segundo lo somos todos. Nos da repelús siempre alguién.
No puedo estar más de acuerdo con lo que dices, Ana. Los conciertos rodeados de gente saltando (en los festivales estivales, la más terrible de las situaciones para mi, la gente ni siquiera sabe muy bien quien está tocando debido al calimocho a precio de oro y sustancias adulteradas de todo pelaje) es una situación para desmayarse. Pero es que yo… no me desmayo. Y cuando iba a esos sitios sufría y sufría sin perder la consciencia, con el sabor agridulce de estar escuchando a tus músicos preferidos rodeados de gente sudando y eufórica.
Lo mejor son los conciertos en teatros. Yo he tenido el lujo de ver a Sonic Youth y a Yo la tengo en teatros y puedo decir que la experiencia merece la pena. La conexión con un público atento al más mínimo detalle es increible y la cercanía impagable.
Yo me pido a Beck en concierto acustico para 50 personas. Con eso sería feliz.
Yo también me desmayo, pero fue por un golpe cuando iba a comprar una tableta de chocolate. Bajaba las escaleras, de repente todo fue oscuridad y lo siguiente que recuerdo es a mi madre, a mi padre y a mi abuelo enseñandome un trozo de chocolate Nestlé y ver el reguero de sangre dejado por mi por toda la casa. ¡Que cosas!