miércoles, 13 de junio de 2007


PUBLICADO ORIGINALMENTE EN FUG AIR (martes, noviembre 15, 2005)
Fíjense en mi estilo tamizado por una depresión de caballo y por una desesperanza terrible

El agua caía desde el cielo naranja, empapando las farolas y las aceras, y a los que nos aventurábamos a salir a la calle. Pero la noche ya se ha abierto, para que los lunáticos puedan aullar en sus balcones y mear en los tiestos de helechos. Los fantasmas se pasean en los pasillos polvorientos. Ignoran donde están, quienes son. Nosotros lo olvidamos poco a poco, y la muerte, tan constante, es la última dosis de borrón en la mente del mundo. Hay quien piensa que la Tierra, este bello planeta azul y marrón, blanco, verde y amarillo, tiene conciencia de sí misma y se llama Gaia. Es una teoría como otra cualquiera. La Tierra llora y gime por el daño de los hombres y por eso los volcanes erupcionan la roca fundida, y los tornados arrasan las escuálidas casa de madera de los red necks. Lágrimas de lava y viento. Pero, y la Tierra ¿no nos hace llorar a nosotros? Nos condena a ser fugaces en el calendario cósmico. Leves recuerdos en estratos, si es que alguna vez llegamos a fosilizar entre tanto cemento y alquitrán, entre los amasijos de civilizaciones derrocadas, auto-exterminadas por el odio intrínseco de la especie. Yo no creo nada de esto. A los mecanismos del sistema Tierra le traen al fresco nuestras banalidades. Nuestros espectros no existen ni existirán jamás. Ayer decían en una de las películas más bobas que he visto últimamente, que vivimos mientras nos recuerden. Es la vía de la fama (Jorge Manrique et el.). La forma de perpetuar nuestra figura a lo largo de los siglos. A Alejandro Magno a lo mejor le hacía eso ilusión, la trascendencia, pero a los humanitos de a pie nos da lo mismo, pienso. Cuando yo muera pueden hacer con mi cuerpo lo que quieran. Hacer jabón Lagarto (saldría mucho, se lo aseguro entre mis cúmulos de grasa, tan enormes), enterrarme debajo de un olivo o alimentar a las aves de rapiña. ¡Ah! no me acordaba, ya exterminamos a los buitres, porque el hedor de la muerte nos asusta. Olivos quedan muchos y también mucha sosa cáustica. O diséquenme como al negro de Banyoles. Los planetas seguirán su curso, las glaciaciones avanzarán desde el lejano norte y solo seremos un rumor entre sedimentos. Los extraterrestres darán con nosotros cuando ya solo seamos polvo y ondas en los espacios infinitos. En los universos paralelos, donde yo una vez fui feliz.

4 comentarios:

José Manuel Ubé González dijo...

¿Universos para lelos? Seguro que nos ha tocado a nosotros uno en suerte.

Lia Mota dijo...

demasiado tiempo libre m
yo no digo na
que después todo se sabe

Anónimo dijo...

Jabón lagarto?
Yo prefiero que se lleven mi cuerpo a África y se lo coman las hienas, ñam ñam

Loredana Braghetto dijo...

éste es un universo paralelo,
pues te acabo de invitar a un juego weón, pero igual te aviso aunque te enojes,.

jajajajja.

visita mi blog.

un beso.

 
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