Historias de fantasmas (Sueños)
No sé si sabrán ustedes los que son las notas simples. Son unos minúsculos informes en los que viene detallado el estado de una finca. Se piden en los Registros de la Propiedad, donde me gano poco a poco el pan, con el aire acondicionado de mi frente. Una finca, puntualizar, no es un cortijo o un enorme bosquizal donde cazar el zorro, sino un bien inmueble. Sus casas son fincas urbanas. Incluso las cocheras son fincas, bueno nooooo, subfincas. Pues a eso me dedico yo parte de la mañana, cuando no me dejan hacer otras cosas. En mis breves vacaciones he leído un libro –precioso, por cierto-, que se llamaba Los piratas fantasmas de William Hope Hodgson . Iba sobre un buque encantado y sobre las cosas que allí se veían, sin tener precisamente consistencia material. Solo por el nombre del narrador y protagonista, Jessop, curtido marinero recién nombrado de primera, merece la pena el libro de doble final (el escritor escribió uno alternativo, desde el punto de vista de otro barco, para venderlo como cuento independiente). La cuestión es que enfrascado en lecturas y aguas tenebrosas, soñé a bocajarro, que en el trabajo pedían unas notas simples de arcanos libros antiguos (bueno, el más moderno es de 1937), pues en la Sublevación del Movimiento Nacional y su posterior guerra el archivo fue quemado –durante la colectivización, supongo-. En el sueño los libros eran más recónditos, y bajo los simples números de finca, los números de tomo, libro y folio se escondía algo. Al leer la letra perfecta de pluma de color negro azulado, algunas presencias iban tomando cuerpo en la estancia, siendo yo el único que era consiente de su existencia. Después, al imprimir en impolutos A4 de 80 gramos, los comúnmente utilizados, en preclara Courier New, en una impresora láser de tóner, salieron las notas un poco extrañas. Iban avejentándose y percudiéndose, como si de una lepra papelera se tratase. El tóner fijado con calor se convertía en tinta multicolor de grueso trazo. Lo que debería relatar dueños, porcentajes, superficies y lindes, contaba otro tipo de historia, a cual más terrible en base a esas presencias difusas y a un poder telequinésico que conectaba la historia de la casa a mi mente soñadora. El trabajo seguía mientras el yo angustiado luchaba contra el yo normal de estas cosas son normales, hombre. En un momento me di cuenta de que era un sueño. ¿Era acaso mi propio consciente soñador llamando al que había caído en las garras de lo ominoso? No lo sé.
No miro igual los volúmenes antiguos. Sobre todo, sobre todo, porque están llenos de ácaros…; inquietante.
2 comentarios:
Mon Dieu Mameluco, esos rocambolescos sueños son el matemático resultado de mezclar literatura similovecrafica, sopores estivales e ingentes cantiades de cocacola antes de ir a la cama. Quién diría que una nota simple puede esconder algo tan desconcertante? Entonces, no quiero ni imaginar de qué será capaz una escritura de compraventa!!
En eso ando enfrascado ahora, Anónimo. Lo de la Coca Cola creo que no tiene que ver. Lo otro si.
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