Primavera y cadáveres
Incomprensiblemente me he levantado temprano (es domingo, para quien lea esto dentro de unos días o meses). Al menos es incompresible para mí, pues a avanzadas horas andaba aún con tejemanejes virtuales. Oigo a los pájaros piar, como los oía en Granada al despuntar el sol por oriente. Miles de pájaros alborotaban cuando con sueño, nervios y nauseas, repasaba para algún maldito examen. Años de infarto que me hicieron tanta mella y tanto daño. Y ahora vuelvo a oírlos un domingo por la mañana temprano y recuerdo que ya es primavera y que la estación ha traído calor, agobio y muerte. Pienso en los pájaros. No todos son flores, que invaden como una plaga el campo atrayendo a los insectos. No, hay pequeñas víctimas en esto del resurgir del huraño invierno y de que la vida despierte. Otra vez zigzagueo por las calles, respetando los cadáveres de esos pequeños cuerpecillos de grandes ojos negros sin abrir. Diminutos alienígenas en las aceras. Ya no podrán volar. Tal vez alguno cayó por moverse demasiado, o porque el viento movió su nido; también puede ser que un hermano robusto y fuerte, aplicando sin ser consciente la crueldad darwiniana, quisiera todos los gusanos para él, que total, está destinado a ser un gorrión entre los gorriones. Me dan pena. Son feos, no han volado, no han vivido un verano lleno de gordos bichos voladores. Su paso ha sido fugaz en un planeta de ritmo lento. Infinitesimal, una brizna del espacio-tiempo. La primavera trae vida, y también muerte. Primavera que son veranos adelantados, porque las estaciones intermedias se han perdido. La búsqueda entretiempo perdido que diría uno que remede con sorna a Proust o el mismísimo Corte Inglés. Pronto, en mayo, los cadáveres serán de otro tipo. Pequeños gurriatos formados, ya no pollos, con sus alitas, que intentaron volar y no lo consiguieron, cayendo a plomo sobre la dureza del orbe. Las hormigas dan buena cuenta de esa carne, pues al contrario que muchos humanos, comer carne –hasta en Cuaresma- es lo que hay que hacer para seguir por este loco planeta lleno de humanos cascarrabias, de humanos que no son más que cadáveres, como los de esos pájaros, masacrados por otros humanos, y siguiendo más las enseñanzas del libre mercado que de Charles Darwin. Los humanos que pervierten la naturaleza, aportando algo tan humano como la maldad, a un planeta que durante casi toda su historia ha estado desprovista de ella.
Es primavera. Mueren los pájaros. Hay maldad en el mundo. Lo único anómalo es qué hago yo levantado tan temprano un domingo. Pero puedo respirar en paz al menos. Es primavera. Mueren los pájaros. Hay maldad en el mundo. Sigo siendo un egocéntrico.
La vida sigue su curso.
4 comentarios:
ay...
Estimado Mame.
Desgraciadamente parece que lo único que cambian son los escenarios, por lo demás todo parece seguir igual en cualquier estación, si reduces todo a la pura ecuación. Pero bueno, habrá que seguir, hasta que llegue una estación en la que palmemos y se acabó.
Debo apuntar que lo bueno de la primavera es que no hace ni mucho frío ni mucha calor, y eso, al margen de la mierda que pueda haber o no en este mundo de personas y pájaros muertos es de agradecer.
Tenga buen domingo, Mame!!
Antispot uy..
Aquí hace mucha calor Angélica. Tengo las piernas hinchadas ya y espero como agua de mayo las precipitaciones que estén por venir.
Pero si. Todo es la misma mierda, y la soledad y la tristeza no se van ni con agua caliente.
La vida es así. Imposible entenderla sin la muerte. Unos días la maldeciremos y otros días desearíamos que no terminaran nunca. Decir esto es como no decir nada, pero eso es como la propia vida: nada y todo.
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