martes, 8 de febrero de 2011

Energy Bar


Lo que se sueña es como las cajas de bombones de los tontos de pueblo americanos. Nunca sabes lo que te va a salir. Si lugar a dudas esta tarde, cuando afronté una siesta poco planeada no sabía de las sensaciones y ocurrencias que me depararía el reino de Morfeo. No me acuerdo de casi nada. Solo instantes. Pisos de estudiantes casi vacíos en medio de grandes explanadas y cobertizos llenos de hierba. Lo de siempre.
Pero la cuestión es que llegó un momento que sentí una gran fuerza. Todo a mi alrededor se veía como si dos dimensiones coexistieran a la vez y avanzaras atravesando muros, gente, árboles. Corría. Ya les digo que era un sueño, pues en el mundo vigil no se me ocurren semejantes frivolidades. Algo equivalente a mí me seguía, pero era como un punto de luz que iba tomando forma física, pero que sin duda era de formato digital. No sé ahora, horas después, lo que debía hacer, pero todo lo que hacía lo realizaba de una forma escrupulosamente eficaz. Avanzar era complicado. Todo era denso cruzando un extrarradio. Recuerdo ese páramo medio edificado con algunas casas en construcción y aceras de otros sueños. O es lo que siento cuando lo analizo a estas horas. Puede ser un error en Matrix. Ese descampado daba a una playa, donde había un hangar, o una lonja, pero allí dentro no sentía esa densidad rodeándome. Había mucha gente, cada uno con su compañero digital con diferentes formas. Poco a poco, no sé como se convirtió en un gran cine decorado como un teatro de ópera lujoso y decadente, con grandes volutas doradas y con lámparas de araña con cristales multicolores. Lo encontré horrible. De repente vi en la pantalla. En primera persona, con cámara subjetiva, se veía mi recorrido hasta allí, pero era todo muy plano, decepcionante. Prosaico. Un tipo corriendo con una línea de energía de videojuego. No se observaba nada de la dualidad que había sentido. Otras cosas fueron pasando por la sala de cine. Eran recuerdos míos –del sueño-. De deambular por pisos extensos y oscuros. De hablar de música con una chica y de salir a la calle lloviendo para coger un taxi. Era una película más bien mala. Un guión demasiado parecido a mí como para que me gustase algo. Había soñado antes con esa chica –desconozco quien es- y siempre era lo mismo. Hablar de música. Hace años que no hablo de música. Era música inventada de un fanzine raro de la que la chica era fan. Yo lo conocía de pasada, como casi todo. Pilló un rebote y se marchó. La gente de la sala de cine hacía como si eso no existiese. No existiría para ellos en otros universos paralelos. Cada uno tenía el suyo. Quería volver a sentir la sensación de densidad de atravesar dos mundos, pero no volvió.
Me desperté y me pregunté si era por la mañana.

2 comentarios:

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

¿una siesta poco planeada?

Mameluco dijo...

Si, Diego, mis siestas están ya determinadas por la mañana.
Pero esta era que si sí, que si no...

 
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