
domingo, 30 de enero de 2011
Renacen de las cenizas
como escoria aún incandescente
las finas agujas de la memoria
los delgados hilos de dolor
los pellizcos inmateriales
de tu ausencia.
Solo yo conozco la verdad completa
pero es borrosa
translúcida, pegajosa
como una vasija embarrada
con arcillas y limos
de las tumbas.
Rescoldos de un palo podrido
no por la desgana,
por el tiempo
donde aún hoy salen cruces
de andalucita, cruces
negras como los cuervos.
Pero el negro no es color
sino su ausencia
que se muestra
inerte y fría en la piedra
que puede venir del espacio
o del centro de la tierra.
viernes, 28 de enero de 2011
Siempre igual
Llevo escritos dos folios.
Dos empieces fracasados. Lo de empieces viene de “Los Profesionales”, lo que le decía Peribañez, el guionista, a sus amigos Adolfo y Pablo, dibujantes ambos de Selecciones Ilustradas.
Pues sí, da igual que afuera llueva, que no tenga sueño, que tenga frío, un poco de hambre y los nervios a flor de piel. Me da exactamente igual. No me sale lo que quiero. No soy el escritor que quiero ser. Yo creo que bajo mi autoestima se esconde una megalomanía tal que como no llego a mis expectativas en un eterno bucle de frustración y desencanto…
Uno pasaba en un país del trópico y otro en un bar donde iban a hacer papilla a un cretino por tener demasiada empatía. Si, le dijeron ponte en mi lugar y lo llevó a las últimas consecuencias. Una panda de moteros le cuentan como despedazaron a un tío con dos coches. Me estaba gustando hasta que he parado para algo, lo he leido y me ha parecido una mierda que no sirve ni para relleno en el pulp más barato que fabricasen en los años 40.
Al ser un amargado, soy un crítico feroz. Siempre más indulgente con el prójimo, quizás para que me sea devuelta un poco de simpatía. Otro camino fácil para la autocomplacencia.
Sigue lloviendo, el ordenador haces ruidos raros, llevo todo el día durmiendo porque creo que estoy un poco harto de vivir. Así se empieza, me digo a mi mismo, acostado, mirando fijamente la pared en la oscuridad. Así se empieza. Y después no se sabe como se va a acabar. Tras un otoño y un comienzo de año movido vivo aletargado estas últimas semanas. Ha coincidido con un amago de resfriado y con que ayer casi me mato por las escaleras. Logré salvar mi cara bonita por mis manos que me dolieron mucho, pero ahora están bien. El dolor invitado del que no fui conciente hasta después fue el de los músculos de mi barriga, porque tapados por centímetros grasos hay músculo. Pues cada vez que estornudo es el reino de las agujas finitas. Y haciendo otras cosas que se pueden imaginar. Mil dolores pequeños, como el grupo de música. Como mi cabeza, que no siente presión por nada en concreto, sino por todo en general. Por conspiraciones que no existen, por ninguneos que me invento, por odios ficticios a los que confundo con la indiferencia lógica de las personas que tienen muchas más cosas que hacer que adorarme a mí.
Muchas veces preferiría no ser conocido por nadie, pero es un mero engaño. El problema no es decepcionarles a ustedes, sino la perpetua decepción que soy para mí.
Llevo ya casi cuatro años por aquí. Ya se sabe que lo difícil es mantenerse. Pero sigo. Es una necesidad vital. O un escape para que la olla a presión no reviente.
Yo debería estar escribiendo mi novela del Antártico y no pasearme por aquí, ni por el FB, ni nada de eso, pero es que no tengo fuerzas, ni ganas de pegarme grandes hostias desde muy alto. Podría haber aprovechado para mi “gran” novela. Y solo he hecho lo que he podido. No volverme loco.
Este es el tercer folio que escribo desde las una y media. Son la tres. Y ya voy a parar, porque, total, nada bueno va a salir ya de aquí. Mañana a lo mejor doy un paso, o retrocedo tres casillas. Ahora me acostaré y soñaré, como en la siesta de hoy, que vivía en Japón, aunque también hablaban español. Y que con un billete del tren bala te regalaban una granizada y un juego. Mis sueños son mejores que mi escritura. ¡Maldita sea! De eso sólo me acuerdo yo a veces. Creo que voy a empezar a escribir con pluma estilográfica y así me retiraré del ordenador.
¿Ven? Otro engaño. Si es que como me cojo enseguida nunca me sale nada a derechas.
Bueno, estos textos autodestructivos se me dan bien, pero la verdad es que no llevan a ningún lado. Solo a darle Perico al torno.
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viernes, enero 28, 2011
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Etiquetas: tristeza
martes, 25 de enero de 2011
No tengo arreglo...
No me gusta nada. ¿Son malos tiempos para la lírica? Y si lo fueran ¿qué? Yo me dedico a otra cosa. Bueno, no me dedico; yo hago otra cosa. Dedicarse parece que tienes que cobrar por ello. Hay gente que se dedica a no hacer nada, porque al final de mes tiene una paga. Lo mío es una mezcla entre necesidad, circunstancias y hobby. Pero no me gusta escribir cosas que acaben archivadas. No terminadas en una polvorienta carpeta de BLOG, que es donde guardo las cosas que tienen relación con este mundo verde manzana, donde casi todo es basura. He compenzado relatos y reflexiones sobre un análisis de sangre, sobre un lord inglés, sobre un criptrozoólogo, sobre un señor de una tienda de antigüedades y paso de poner más, que me voy a cansar y voy a acabar como siempre, sin publicar, son colgar, sin la droga del blogger, sin el chute de actualización.
Pasan muchas cosas en el mundo, también pasan bastantes por mi cabeza, pero a la hora de la verdad necesito una motivación extra para escribir sobre algo.
El último post salió directamente de una pregunta en el Facebook.
¿Ahora pregunto aquí?
¿De qué quieren que escriba? Si hay alguien ahí que responda.
Yo esperaré aquí sentado.
Entre mis objetos y mis estratos de polvo.
Entre mi tristeza congénita y la incomprensión que suscito.
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martes, enero 25, 2011
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Etiquetas: cosas locas, mameluco, tonterias
jueves, 20 de enero de 2011
Martita be careful
A Marta Gorjon
Llovía sobre Gijón. Yo fui a Gijón una vez, pero no me acuerdo muy bien. Luego tuve un profesor de trompeta que era de allí. Era un anarquista que odiaba a las profesoras viejas del conservatorio. Viejas brujas, le decía entre dientes, con un odio bastante encostrado en su mente. Ese anarquista llamado Carlos fue quien me enseñó la embocadura de la trompeta a base de horas chupando el frío metal.

¿Por qué estaba esa tarde tan rara? ¿qué era rara, la tarde o ella? Ambas posiblemente. Dormitó en el sofá mientras ojeaba flyers y cosas así. Hoy había algo programado, pero no se conseguía acordar. No venían en las octavillas de actos y conciertos. No recordaba el despertar del día de hoy, solo que no había comido.
Cuando estaba a punto de quedarse traspuesta del todo sonó el timbre de la puerta. Acercó las lentes a la mirilla y una mole estaba fuera, empapada. Cuando abrió la puerta vio a un hombre gordo, barbudo y que le recordaba al que había salido en el tebeo de antes. Tenía pelo medio largo que ya clareaba, una camisa totalmente mojada y unos pantalones anchos con salpicaduras de barro.
En un vuelco recordó como iba a ir la cosa. No es que lo hubiese vivido antes, los dejadus no pasan de verdad. Era que se le hacía presente el porqué del nerviosismo, esa rara sensación, porque las cosas no iban a ser normales ese día. Esa tarde, mientras el cielo se desplomaba sobre Gijón, había quedado con un señor que había conocido a través del tumblr, y posteriormente por facebook. Había accedido a verlo en persona porque lo consideraba una persona herida y digna de compasión, un ser inofensivo. En realidad ella hubiera estado mejor con sus amigas en un pub. Pero las cosas son así. El mazacote de carnes entró y enseguida dijo: aquí han pasado cosas raras esta tarde. Así que: Martita be careful.
Marta rió por no hacer otra cosa, y le dijo a Mameluco que se sentase.
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lunes, 17 de enero de 2011
Los premios
premio.
(Del lat. praemīum).
Bueno, amigos, ya he recibido noticias de que han llegado algunos de los haikus que mandé como premio. No sé si los libros habrán llegado a su destino.
Lo que quiero poner a continuación son fotos de cómo fue confeccionado, que en realidad, y es mi opinión como autor y ayudante de tipógrafo, como está hecho mejora al contenido.
Realizado durante la semana pasada en la Imprenta Tipográfica “La Gutenberg ” de Castro del Río por mi padre con la poca ayuda que puede ofrecer un servidor.
Se hizo en cartulina blanca a tres colores, verde manzana, marrón y rojo, que significa 12 tiradas en las máquinas y la confección de 5 moldes diferentes.
Solamente quiero añadir que quien lo haya recibido se haga una foto con él, por favor, para colgarla aquí. Si salen ellos en vez de sus mascotas mejor…
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La orla de laureles se hace con piezas y se imprime en verde manzana... |
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Orlas laureadas |
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Molde de la parte de la portada que irá en marrón. |
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Resultado de la impresión |
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Calibrando en la máquina la presión de los tipos sobre el papel. |
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Dándole tinta a la "máquina chica" o Boston |
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Molde de los haikus. Como podemos observar se deja espacio entre verso y verso para poner un adorno floral... |
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... que es justamente este y ... |
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... se imprime en rojo en la Minerva |
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Cama de la máquina chica, donde quedan constancia de todo lo impreso en el color marrón. |
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viernes, 7 de enero de 2011
I Concurso de haikus del blog de Mameluco - Ganadores
Como supondrán es bastante difícil de elegir a los ganadores, entre otras cosas porque esta vez no hay sorteos que valgan y todo se supone que depende de la calidad de los hauku. He intentado ser lo más imparcial posible, repito, intentar serlo. Otra cosa es que lo haya conseguido.
A continuación los ganadores de la Antología Poética , con el poema que me ha gustado más de cada uno.
Balaguera
El amor duele,
de múltiples maneras.
Si lo sabré yo.
Clares
¿Quién ha pintado
violeta entre el verdor?
Ah, moricandias.
Ahora los ganadores de la Impresión de los haikus de mi cosecha, hecho artesanalmente en la imprenta de mis ancestros.
Angel Serrano Mateos
Espectros
todas las noches.
¿Añadir a mis amigos?
en la red
se dicen cosas
que en la vida callan
El Hombre Invisible
rayos, truenos
y redes invisibles,
no estás solo.
Polvorónconpicardías
Pestañas muertas
caen sobre tu estado,
cierran tu muro.
Diego Luis Urbano Mármol
Frágil piel
Corazón agitado y abrasado
tortilla hecha
Ha habido un total de 16 paticipantes, con 74 haikus, lo cual hace que no esté mal y que esté muy contento y agradecido con todos ustedes.
Accésits de egocentrismo a:
Ster
Mameluco mío,
¡cuántas horas de insomnio
compartido!
Y a:
Antispop
Muerte girando
hacen de la compañía
el desencanto
Espero haber sido más o menos justo. Si no ha ocurrido así, ruego me disculpen.
Por favor, mandar datos personales a mamelukoblog@gmail.com
Gracias de nuevo.
Como colofón uno propio
eléctrico palpitar
eterna gratitud
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miércoles, 5 de enero de 2011
El zangolotino
- Hola señor, me ha dicho mi jefe que le trajera esta carta, porque él está con gota y no se puede mover del sillón.
Un chaval canijo, esmirriao, en pantalones cortos, con orejas de soplillo, dientes de roedor y un ojo vago le explicaba esto al Subinspector de Hacienda González. El funcionario miraba para el techo para no mirar el ojo a la virulé del mozalbete, pero por más que lo intentaba no podía. Debajo de un mechón puntiagudo en forma de matojo y una frente con menos de dos dedos estaba el ojo. Dichoso ojo.
- Pero niño, ¿a ti quién te envía? –resopló Gonzalez acercando las manos al brasero-.
- Mi jefe, señor, tiene gota. Le han dicho que es de comer mucho dulce de membrillo.
Entre el ojo, lo tonto que era el chiquillo y las décimas de fiebre que tenía, a González, que ya era de natural huraño e irascible, se le estaba poniendo la cabeza como una olla express. La corbata le oprimía el cuello y le desbordaba la papada, que le picaba y le sudaba. Tenía el bigote húmedo por esos mocos líquidos que se tienen en algunos estadíos del resfriado. Además ese día se había enterado que su hija, la mayor, se veía a escondidas con el botones de un notario, sujeto que al parecer era de ralea innoble y picaflor de fama reconocida en toda la ciudad.
-¿Y quién es tu jefe, niño? Sonó tal cual el gruñido de un cerdo en el matadero.
- Mi jefe es Don Ramón, señor. ¿Conoce a Don Alfredo, el de la farmacia de la placita esa que tiene una fuente con una figura y unos chorritos? ¿Si? Pues su cuñado.
González era de Quintanilla de Onésimo, apenas tenía vida social y no conocía a la gente de la ciudad. Esos asuntos los dejaba para su mujer y su pasante. Ese pasante desgraciado –pensaba para sí- que me ha pegado este resfriado; y encima se ha quedado en su casa ¡a la sopa boba! Y no me ha evitado tener que tratar con semejante rufián. Y yo aquí, aguantando al elemento éste, que es de pronóstico reservado, futuro pretendiente de mi hija, la pequeña… ¿pero por qué serán tan estúpidos? Míralo ahí, con los jarapillos por fuera y esa cara de cretino echado en aguardiente. Y esos pantalones…¡si ya tiene pelos como cerdas en las piernas! Que cosa más desagradable.
- Nombre del sujeto y dirección, por favor. Documento Nacional de Identidad también, si eres tan amable, niño. Risa nerviosa.
- Yo me llamo Cipriano Cebrián Cedilla y vivo en la Calle del Agua, nº 4. Carezco de eso que dice, aunque tengo el graduado escolar.
Por la rendija de la ventana del despacho entraba un hilo de frío muy fino que le daba directamente en la nariz multiplicando el efecto aturdidor del cenutrio. Gónzalez creía que había conocido a imbéciles de todo tipo, pero el zangolotino que tenía delante de sus ojos se llevaba la palma. La mirada expectante (y a la virulé) del muchacho le ponía aún más nervioso. ¿Qué espera que haga yo?
- Dame la carta de una vez, chaval, que nos van a dar las uvas.
- A eso he venido, señor. Para darle esta carta. Es de mi jefe, tiene gota, ¿sabe usted? Y me ha pedido que se la trajera porque él está en el sillón. La carne membrillo dice el médico que ha sido…
- Dame la carta y déjame leerla con tranquilidad. Y por favor, espera fuera, anda. Por si hay respuesta.
- A mí no me ha dicho nada de una respuesta, señor. Me está usted entreteniendo mucho y después tengo que ir a la tienda de encurtidos a comprar unas aceitunas para la señora.
Si le hubiesen conectado a González un cacharro de esos que miden la tensión arterial el mercurio hubiese manado como la lava de un volcán estromboliano. Las débiles venas azules que recorrían su cuerpo seboso y fofo bombeaban el vital líquido de forma que todo él latía como un corazón hecho de nata de confitería.
-¡Qué dicho que te esperes, niño! Casi estalla, pero no quería dar demasiado espectáculo por un renacuajo así. Él que se había batido con Valle Inclán y con un marqués en sus días de universidad.
- Vaya genio se gasta el señorito… bueno, espero, pero dese prisa que ya le he dicho que tengo que ir a los encurtidos, al panadero y después a ver a una moza que da clase en las Carmelitas, que la estoy pretendiendo.
El zancudo de piernas peludas salió del despacho y González le oyó silbar y dar palmadas a la mesita de los periódicos. ¡Las Carmelitas! ¡Donde iba su hija, la pequeña! Si es que González – pensaba-, piensa mal y acertarás. A ver lo que quiere este señor y me deshago ya del felón de marras. Abrió la carta con cierto asco, como si en vez de letras fueran a salir sanguijuelas y al fin descubrió quien era el tal Don Ramón. En una cuartilla con membrete elegantemente compuesto ponía Don Ramón Jiménez de Girón, abogado. ¡Recórcholis, si es Girón! Girón era su pareja de mus cuando se juntaban en la casa del alcalde. Le caía bien el tal Girón, porque era callado, atento a las jugadas y no reía como un payaso cuando el Deán de la catedral contaba un chiste verde. Además tenían unos negocios juntos en ultramar. En una escueta nota le decía:
Querido González:
No sé si le habrá dicho el muchacho que acompaña a esta nota mi situación. La cuestión es que voy a cerrar el bufete y el pobre se queda sin trabajo. Si fuera posible que le encuentre un puesto en Hacienda le estaría eternamente agradecido. Su madre fue la tata de mis hijas y lo tengo en alta consideración y estima.
Confío en usted,
Jiménez de Girón.
A González le dio por reír. Sus carcajadas se oían en la subsecretaría y en el piso superior del Catastro. Nervioso, temblando y acalorado, pero riendo aún, se puso el abrigo, cogió algunos papeles y el sombrero, que se caló hasta las cejas. Empuñó en paraguas como un florete y abrió con violencia premeditada la puerta de su despacho. Eran las 11 de la mañana, pero la anodina vida de un Subinspector de Hacienda no estaba hecha para estos desafíos matinales.
El mozo esperaba espectante, con cara de pez el desenlace de la lectura de la carta. Eso de la respuesta.
- ¿Entonces que le digo al jefe, señor?
El funcionario paró en seco, volvió la cabeza y contento con la sonrisa más forzada que pudo salirle.
- Que me cago en los muertos del faraón. Muy buenas tardes.
Cuando salió a la calle había un aire frío que le templó como a una espada cuando la meten en el barril de agua. Esa templanza, que le había hecho famoso iba volviendo poco a poco a su ser, camino de casa, zigzagueando entre la gente que hoy se le antojaba quizás más perspicaz que otros días.
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miércoles, enero 05, 2011
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Etiquetas: cuento
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