jueves, 30 de diciembre de 2010

Superficial-Somero-Profundo


Provengo de una larga saga de escépticos. Una larga lista de nombres inventados y reales que miramos el mundo algunas veces de una manera tan aséptica, que parecería que hay algo inhumano en nosotros. Sin embargo, es un papel, un rol, un posicionamiento artificial para ver lo natural. La profundidad del carácter es un hecho evidente. Como hombre de ciencia, y geólogo de carrera, sé las distintas profundidades del mar, desde la orilla del mar, donde los domingueros se untan cremas para protegerse del sol y gritan a sus crías que chapotean en el agua, hasta las fosas abisales, donde la luz nunca llegará y viven bichos muy feos, con focos que les nacen de la frente, y según algunos habita el mítico Kraken, ser medio inventado, medio real, que no deja de ser un calamar muy gordo, en el más realista de los casos. Y hago analogías. Porque soy así. Así de enrevesado (profundo).
Esa gama de profundidades es aplicable a la conducta humana, pero no es tan fácil como parece. Todo esto ha surgido por una frase hater de Marta Gorjón en Facebook, para que después digan que las redes sociales no hacen pensar a la gente. Bueno, a mí es que me hace pensar una mosca que pase o un ruido en la calle, pero bueno.
Las personas superficiales son transparentes en el microscopio del observador avezado. La sosería y la simpleza son notas dominantes en estos seres que se mueve por el mundo cambian parcelas de libertad (como comentaba hoy con Mazes) por comodidades del mundo capitalista. Bueno, dirán, eso todos lo hacemos. Si, pero en ese tanto por ciento está la perspectiva. Nadie es blanco o negro. Hay perros verdes.
Ser profundo, aparte de asemejarte al gran Cthulhu que mueres soñando en recónditas ciudades del Pacífico Sur, es ser bastante autoconsciente de uno mismo. Bajo las lupas de los expertos, aparecen como una amalgama de referencias, de gustos estrambóticos o de enfermedad mental. Estoy, claro, hablando de extremos. Me pongo de individuo problema. Soy profundo sin pretenderlo. Es decir, soy espeso, inteligente según para qué y tengo buen gusto eligiendo libros. Pero eso no da la felicidad. Ahondar en los abismos, remover el fango primordial del que hemos salido no es nada sano, porque entonces caes en la cuenta que no te gustas. Bueno, ese es mi caso. Habrá personas muy profundas bastante equilibradas, pero su ego debe ser comparable al tamaño de una luna de Saturno.
Entre una cosa y otra elijo –elegiría más bien- el ser de plataforma, somero, neptúnico, que nada libremente entre la orilla del mar y el talud que conduce a las enormes a las enormes llanuras marinas. Allí se da cuenta que existe el bullicio en superficie, y puede lidiar con ello. También sabe que pasado el talud extraños seres con raros gustos y pintas desaliñadas se mueven con sus egos por barrancos insondables, y algunas veces se acercan, siendo consciente de que profundizar puede herir, y optan por la felicidad antes del autoescrutinio. Tienen suerte, eligen.
¿Está entonces en el término medio aristotélico la virtud? Y una mierda, griego cazurro amigo de Santo Tomás. Los someros son personas nacidas así, predeterminadas y predispuestas a la normalidad. Son así por que ocupan ese nicho ecológico de la mente humana. Ni siquiera lo eligieron. Es azar puro y duro en el entramado de personalidades y conductas.
Los superficiales, que viven en la tierra del colorín, del centro comercial y del multicine, de la Revista Pronto y en un mundo que tiene a Letizia Ortiz como referente, son felices en la ignorancia del lejano crevasse que lleva al viaje alucinante al interior de la mente. Pero desconfíen, de esa llamada basura blanca es de donde salen los psicópatas y los tipos listos, que poseen en sus cabezas una profundidad de miras que llega hasta el mismo centro de la Tierra.
Entonces es que existen vasos comunicantes, o simplemente es tremendamente difícil ahondar en la mente de la gente. Pero esos canales de señal entre unos y otros existen, porque la evolución existe. El profundo descubre el amor y pasa a somero, y el superficial cae en depresión –antes decía que esas cosas no existían- y nos lo encontramos sumergido entre las placas tectónicas, buscando demonios, aniquilando recuerdos y quemando las naves.
Yo que sé. Es muy complicado, como todo, si nos adentramos en profundidades. Si nos quedamos en la superficie, mañana es Nochevieja, y te tienes que poner unos calzoncillos rojos y pillar un follón como un órgano de catedral barroca. ¿Pero saben una cosa? Yo me niego. No es por esnobismo, por dar la nota o ser guays. Simplemente mi salud mental no lo resistiría. Y mi ego es más importante que una mierda de uvas, acabáramos.

9 comentarios:

laislaia dijo...

Pues YO (tema que me fascina, y aunque lo digo irónicamente no es del todo falso) llegué no hace mucho a la conclusión de que, profunda o no, soy un veintipico por ciento tristeza; tengo suerte, más, o casi, el setentaipico de mis días se mueven entre una paz agradable y una verdadera felicidad, con sus picos de euforia y sus momentos de revelaciones trascendentes, y solamente un veintipico es tristeza. Pero cuando estoy triste me pesa tanto, me absorve tanto, y sobre todo, me molesta y es tremendamente inoportuna, porque no me siento yo, me siento una maldita poseída, y quizás es eso, que si el nivel de tristeza en mí fuera más alto no me sería tan extraño y no me alienaría tanto.

Mameluco dijo...

Si, Laia, supongo que la tristeza, que no la seriedad, tiene mucho que ver con la introspección en nosotros mismos, o sea en profundizar buscando razones. Yo estoy triste el 80 % del rato, por hacer una estimación a vuelapluma, y claro, eso te da un tiempo magnífico para recrearte en tus gustos, fobias y filias, pero también en los miedos más internos y en la soledad más absoluta.
Frente a los que piensan que ser raro es pose, yo pienso simplemente en distintas percepciones. Entre otras cosas porque se sufre.
Aunque también haya gente superficial que pose para parecer más interesting. Pero eso es otro tema.

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

No quiero entrar en discusiones con usted, porque seguramente perdería, es difícil que las personas ambiguas caigamos derrotadas pero se defiende usted mejor en estos medios.
La suerte de saber nadar es que te puedes permitir dejarte llevar por la corriente, parar de pronto, parar y remontar, hacerte el muerto, hacer el perrito y a veces asta pedir un salvavidas.
Utilizar un fetiche rojo es divertido, comerse las uvas y quedarte en diez, ya es una tradición.
Vale pulpo como animal de compañía, mañana haremos algo diferente, cogeremos un pedazo de palo o de piedra como amuleto y tendremos esperanza de que matemáticamente entremos en una cantidad de números de días con más felicidad. Por cierto que es lo que toca y hago desde aquí y deseo para todos.
Los Ángeles, que si existen. Los hay machos y hembras.

la gata chundarata dijo...

Quien pudiera ser de la tribu de los Someros según su definición!, aunque coincido con el señor Urbano en que saber nadar es una cualidad a desarrollar por los que tenemos más del 50% de tristeza...
De todas formas, lo de mañana se soluciona haciendo lo que a uno le viene en gana, o sea, que si le dan palo (comprensiblemente) los calzoncillos rojos y las uvas, pues no se hace... A mi también me angustiaba esa noche de marras hasta que hace unos años decidí no salir (es la peor noche para salir, llena de gente no profesional) y oiga, lo considero como si me hubieran dado el caballito amarillo en el cursillo de piscina para aprender a nadar para Profundos sin remedio...

miau

Mameluco dijo...

Yo no quiero entrar en discusiones con usted tampoco Diego Luis, porque entre otras cosas, yo no tengo su experiencia vital (forma sutil de llamarlo viejo, hermano, jajaja).

Yo sé nadar, pero no solo me dejo llevar por la corriente viendo películas. Siempre he odiado la nochevieja, por aquello de la obligatoriedad de divertirse, y más teniendo en cuenta que mis divertimentos son tan poco gregarios, y el único gregario, ir al bar de David, lo voy a hacer dentro de nada...

Los Ángeles estan en California (Imperio Americano).

Y que sepa que yo le meto en los someros, de la gente que disfruta la vida. No es ningún amargado como yo...

Yo llevo sin salir años, Gata... en realidad nunca he salido. Siempre he ido a fiestecillas o me he quedado en casa. Pero es que yo siempre he sido una persona huraña en cuento a estas cosas se refiere.
Profundo que es uno...

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

Voy a aprovechar que está usted en la sesión vermú.
Yo no soy viejo, soy más mayor que usted.
Llevo bastantes años que no salgo en nochevieja por los niños.
La noche vieja en este pueblo ha cambiado mucho, de fiesta con tu pandilla a fiestas organizadas en disco o Púb., poco charlar y reír y mucho beber, con lo bonito que es pasarse la noche jugando al monopoly en casa con amigos.
Yo soy somero y muchas veces feliz, al igual que usted. Ahora estoy recluido y no voy a ningún sitio y no pasa nada.
Hay que jugar las cartas, unas veces son mejores que otras.
Usted no es triste, es triste a veces en sus escritos, en persona viste bien el muñeco.
Lo más importante, cosa que no le falta es la dignidad.
Yo por ejemplo no se aburrirme con dignidad, me da por tocar las pelotas (las del árbol de navidad), jeje. Y a usted la da por escribir y a deleitarnos a todos, y sobre todo a forjar su “experiencia vital”, su leyenda y su obra.

Mameluco dijo...

Yo soy triste, sentimental y pelín huraño, lo que pasa es que también soy un cacho de pan, Diego.
No puedo pagar con los otros mis movidas (cuando ocurre me arrepiento, son muchos los años padeciendo esto).

Una cosa diferente es que sea sociable dentro de mis posibilidades y nunca me ponga serio -que no es lo mismo que triste-.
Yo profundizo demasiado, a mi pesar. Pienso mucho para nada. Me autoevalúo constantemente. Y eso es un incordio.

Yo sé aburrirme, de hecho me gusta. Si me aburro y estoy triste mis escritos son mejores. Y cambio las gachas por los cuscurrones.

Yo no tendré leyenda, como mucho pies de página.

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

Bueno tú cascará algun día y mi jija seguramente será abuela y hablará de un Mameluco....Hoy acaba otra etapa de mi vida. Feliz y próspero 2011.

Mameluco dijo...

Eso si, la vida de la fama, como dijo Manrique...

Que en el 2011 haiga muchas tertulias, pero en el bar mejor, oiga usted...

 
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