jueves, 16 de septiembre de 2010

Las dos casas. Capítulo II. La casa del indiano.

Capítulo II. La casa del indiano

Hubo una vez un indiano que volvió del Brasil con un traje blanco y un sombrero Panamá. Hubo una vez que Nicasio Rodales Martínez volvió a su pueblo para morir. Y hubo otra vez, que era la misma que las anteriores, que un hombre que llegó de lejanas tierras para encontrar su tumba y los olores que no eran concebibles en las exuberantes selvas del Amazonas donde había hecho su fortuna como buscador de oro, sino en la campiña cordobesa, donde compró la casa donde había vivido con su madre y sus seis hermanos en un cuchitril inundado por la humedad y la necesidad.

Las autoridades del pueblo al enterarse de la llegada de tan significado personaje se apresuraron a pasarse por la casa. Fueron recibidos por un joven moreno con una boca sonriente y blanca, como su camisa. El cura, el alcalde, el médico y el farmacéutico pasaron por un patio porticado, sin encalar e inundado por jaramagos y otras hierbas silvestres que buscaban la escasa tierra entre adoquines de arcilla para proliferar. La fuente del centro si volvía a echar agua tras los largos años de solo mojarse con las lluvias y tormentas. Sentados en sillas tambaleantes esperaban a don Nicasio, como era ya conocido. El hombrecillo, pequeño, de pequeños bigotes que ya blanqueaban, se sentaba en un gran sillón de olivo y ofrecía zumos extravagantes y de sabores sorprendentes a los distinguidos visitantes. A todos les dijo respectivamente que no deseaba ayudar a la reconstrucción de no se sabe qué iglesia, no quería contribuir a erigir estatua alguna a ningún héroe de ninguna guerra, no quería ir a jugar a las cartas al Club y aún menos quería ser prócer del equipo local de fútbol.

Les acojo en mi casa –dijo- pues ser cortés no es contrario a mis inclinaciones naturales, pero sepan ustedes que recibiré a todo el que quiera venir a verme, y aún más al que no venga a pedirme nada. Y a esos se lo daré todo.

Los ilustres de la comunidad se miraron, más que contrariados, sorprendidos por las palabras inversamente proporcionales a la claridad del chocolate.

Supongo –prosiguió Nicasio- que serán amigos del señor Notario. Como favor les pediría que me lo enviaran un día de estos. Y a usted, señor cura párroco le pido otro favor. Supongo que como pastor del rebaño sabrá las ovejas que tengan la lana más vieja y roída. De entre todas ellas, mándeme a la más pobre para que sea mi ama de llaves.

Fin del Capítulo II.

Continuará

6 comentarios:

Francesca dijo...

Muy buen texto. Quedo a la espera del resto (oye, que yo de otra cosa no sé, pero me leo hasta los prospectos de los medicamentos y ¡está muy, pero que muy bien!). Gracias por el relato. Te leo...

Ster dijo...

uy que buen personaje el indiano... que se cocerá cuando se unan las dos casas?? espero expectante

la gata chundarata dijo...

en vilo nos tiene con el indiano... y la ama de llaves? mmhhhh

miau

Mameluco dijo...

Gracias de nuevo, Francesca. El resto a lo mejor decepciona, pero hay que tener en cuenta que son ejercicios que yo me hago y los pongo para que se entretengan, sin demasiadas pretenciones

Ster, pues no lo sé ni yo, fíjese usted. Espere, espere.

Gata, que quiere decir con ese mmmmmhhh ¿sugiere algo sicalíptico? No lo creo. Usted sabe que yo en el fondo soy un sentimental.

la gata chundarata dijo...

No no!! de sicalíptico nada! me parece que si hicieran un test de sentimentales íbamos a quedar ahí ahí...

Estaba pensando que ese personaje podría llevar a otros mundos, que tuviera un secreto muy gordo o algo así... una nueva dimensión en el cuento...

uy! porque ya no escribo y no nos tenemos cerca, que sino nos íbamos a pasar horas dándole vueltas a estas cosas ;-)

Mameluco dijo...

Gata, si le diese muchas vueltas no saldría publicado en el blog...jejeje. Eso me los guardo para revistas locales y esas cosas (cada vez menos la verdad).
Si, discutir posibles me vendría bien.
Escribo esto sin saber nada de lo que va a pasar, cosa habitual en mí. Cuando me he puesto a escribir una novela no me pasa, puesto que le he dado muchas vueltas de como será, y lo que me acaba hartando es mi estilo, no lo que cuento...

 
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