domingo, 5 de julio de 2009

En los Campos de Ulea



El calor del jueves por la tarde no era calor, era una venganza. Un cielo plomizo hacía más que de firmamento, de microondas terrible y aspirador de toda energía que pudiera tener uno, después de deambular por las calles en esa torridez durante una buena hora (y digo buena por larga).

Había quedado con Fuensanta en la plaza de la Catedral y sentía el hormigueo del que se va a encontrar con alguien que conoce por la red, entre una emoción y una extrañeza, de esas cosas únicas que se dan en la vida. Y digo únicas porque se recuerdan para siempre. Ya me ha pasado antes. Como suele ocurrir quedas en un sitio, pero por algún motivo que se te escapa, la modificación del entorno hace que la persona con la que quedas te vea desde lejos mirando pa un lao y pal otro con cara de tonto. Me encontró, y esa extrañeza de la que hablaba antes, desapareció en nanosegundos.

El día de antes me había dado la opción de quedar en Murcia o llevarme al campo. Ni que decir tiene que elegí la segunda opción.

Llegamos a los Campos de Ulea cuando el sol se ponía y el campo característico de la región esperaba mi llegada con su monte bajo y los conejos que salían más que a saludar, a curiosear, con esa mirada perdida de lagomorfos.

Desde lejos vi a Fernando, el compañero de Fuensanta, que esperaba sonriente. Bajé y le di la mano diciendo a este lo conozco yo.

Nos pusimos en una mesa, no al fresco, sino a esperarlo, a charlar de nuestras cosas. Ya saben cuales son nuestras cosas, si leen a Fuensanta y me leen a mí, lo sabrán. El fresco llegó. Y la noche. No sé quien llegó antes. Y todo aconteció como tenía que acontecer. Como los viejos amigos que somos de esta forma nueva, pasamos una maravillosa velada entre cervezas y Coca Cola, bajo un cabezo de roca, que estuvo a punto de perecer ante la lepra inmobiliaria que todo lo pudre por aquellas tierras, y que por suerte se salvó. Después como magníficos anfitriones me depositaron en el hotel, casi facturándome para Córdoba.


A veces el mundo merece la pena, ¿saben? Merece la pena porque hay personas como Fuensanta y como Fernando, que acogen en su casa a los Mamelucos de una forma sencilla, cariñosa, amable. Y encima te echan flores. ¡Y te dan de comer! Mejor no me pude sentir, de verdad de la buena. A veces el mundo merece la pena, repito, y tener un blog verde manzana que permite que se hagan amistades tan bonitas, tan sinceras. Y paro ya que no quiero ponerme más ñoño.


A ambos dos, gracias públicas.

13 comentarios:

Unknown dijo...

Qué bien que haya gente tan bonica!!!
Un saludo.

mochuELIn dijo...

son esas pequeñas cosas las que engrandecen a las personas!!! siiii malegro mucho x tí! a pesar de que seas geologo y cordobes!! jajajjaja

José Manuel Ubé González dijo...

Sí que es verdad, don Miguel, sí que es verdad que esto es lo que merece la pena para vivir. La Gran Historia, con grandes mayúsculas y mayúsculas barbaridades, sólo produce grandes dolores de cabeza y de corazón.

La del Planeta dijo...

Qué buen encuentro, no podía ser de otra manera!

Mameluco dijo...

Si, es una suerte, Gelen, si no íbamos daos.

Los geólogos cordobeses también tienen derecho a ser pasablemente felices, MochuELIn. Las personas son sus actos. No es cuestión de dimensión sino de calidad, jejeje.

Amigo Ubé que sepa que lo tengo en mi punto de mira para una de estas de mis visitas a la gornú. Pero tardaré más en llegar a Leuret que a Aicrum (parece una ciudad sacada de Conan el Barbaro), porque donde están los dineros es donde va uno, pero que sepa que es uno de los primeros de mi lista.

La del Planeta efectivamente, hay cosas que están prestablecidas. No por nada etéreo o azaroso, sino por lo que nosotros mismos forjamos eslabón a eslabón.

Sarashina dijo...

Nosotros ya sabíamos que la vida y el mundo merecen la pena, amigo Mameluco, sobre todo desde que hemos ido comprobando que existen personas como tú. Fue un verdadero placer el encuentro, y, desde luego, esperamos que haya muchos más. Gracias, amigo.

Sarashina dijo...

Por cierto, escribo desde el ordenador de Sancho, con una conexión que tiene en el móvil. Cuando vaya a Murcia ya te daré más noticias. Un abrazo

Mameluco dijo...

Vosotros ya lo sabíais porque entendéis de la vida, jejeje. Yo me hago el nuevo.

Si que habrá más. En Murcia, aquí o en donde sea, Fuensanta.

PD: Aunque me dé coraje, los nuevos móviles son muy útiles en los sitios aislados (o sea, sin internet, jejejeje)

José Manuel Ubé González dijo...

Aicrum... suena latino. Me gusta. Dirdam es más de las mil y una noches. Oablib, Neaj, Adanarg, Abodroc... Una toponimia inexistente y fantástica como el territorio de Nanoc, el orabrab.

PMM dijo...

Ya lo he dicho en el blog de Clares, pero ahora leyéndote a ti, la envidia es todavía mayor. Me hubiera gustado estar allí con vosotros, al no fresco. Ojalá algún día si vengais de verdad al fresco a charlar conmigo al borde del mar. Biquiños.

Mameluco dijo...

Pues hubiéramos estado aún más a gusto, amiga PMM.
Cuando vaya por Galicia no dude que ya la inquiriré sobre su paradero para vernos (pero ya le digo que es más fácil verme en Murcia que en La Coruña, jejeje)

PMM dijo...

Oye, que aquí no habrá sol, pero marisco....

Mameluco dijo...

Le aseguro que me gustan más los centollos que el Astro Rey, al que evito como si de un vampiro me tratase. Es solo que no me gusta viajar, eso es todo, y a Murcia voy por trabajo.

 
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