Weird Tales :: Un poco de fantasía y un poco de realidad
Anoche acabé un libro de relatos. Lo bueno de los libros de relatos es que los vínculos con los personajes sabes que son de una fecha de caducidad pequeña y que son como piezas de ajedrez en la historia. Eso no significa que no se le tome uno cariño a algunos personajes de relatos cortos, pero con los que me he acabado no es el caso. Bueno, en parte. Eran relatos de Robert E. Howard. Y algunos estaban protagonizados por Tugh, un personaje que luego daría lugar a Conan, el Cimerio, más conocido como el Bárbaro. Había otro protagonizado por un Conan primigenio, pero no era todavía nuestro Conan. Lo mejor de todo es que, si unen el nombre de Conan y el apellido de Tugh nos sale el nombre de un conocido showman americano, Conan O’Brien. Casualidades de la literatura pulp y de la vida. Conan O’Brien además fue en la ficción novio de nuestra Liz Lemon (nuestra es mía y de Ramón, nuestro tesoro, solo nuestra). Bueno me aparto del tema. Conan es un personaje al que se le coge cariño enseguida, si te lees sus aventuras. Yo lo he hecho. Mi hermana tuvo la gentil idea de regalarme la edición de lujo de sus aventuras hace un par de años.
Howard era del llamado “Círculo de Lovecraft”, pero sin duda tuvo más éxito que el de Providence. Eran amigos, pero en algunas cuestiones tarifaban, se encontraban. Mientras Lovecraft era un enamorado de las convenciones de una civilización ya extinta (la época georgiana de su Nueva Inglaterra natal con su orden social establecido), Howard veía la civilización como algo malo, algo que corrompía al hombre. Solo hay que leer a ambos para darse cuenta de las dos posturas. Hay también una sutil diferencia entre los dos. Uno escribía bien y otro era, por así decirlo, y siendo benévolo, irregular. Pero el que escribía irregularmente lo compensa con un universo tan peculiar, tan personal y tan intrasferible que se le puede perdonar su constante adjetivación. Lovecraft creó algo hermoso (horror cósmico, que bello género) de ese maremagnum de miedos personales, de esa racionalidad tan sui géneris y de ese conservadurismo del que se fue desprendiendo a lo largo de su vida poco a poco, casi sin darse cuenta. Howard fue mejorando cada vez más en su escritura, era un tío grande, fuerte, tejano, pero de fondo sensible, como su amigo H.P.L. Yo creo que de no haberse suicidado cuando la muerte de su madre era inminente, a la edad de 30 años, hubiese llegado a ser un escritor “de verdad”. Entrecomillo de verdad, porque los críticos no dan mucho crédito a estos autores de los que hablo hoy aquí. Pero ellos son escritores de primera magnitud porque yo mido la importancia de la cosas por su persistencia en el tiempo y hoy 70 años después de la muerte de Howard y de Lovecraft seguimos hablando de ellos y seguimos leyéndolos.
Yo, lo he contado alguna vez, tuve la suerte de llegar a esta literatura ya mayor, con más de 25 años. Y si se disfruta con 15 años más se puede saborear con 27 o 28, o con 32, como es el caso. Porque la literatura de género no tiene edad. No la enseñan en las escuelas, ni en las facultades, no le dedican ni una línea en las Enciclopedias (gracias a Internet todo cambia, afortunadamente), pero sin el género de terror, sin el género negro, sin las novelas de detectives, los lectores estaríamos cojos, tuertos o mancos, porque sin la convención de los géneros, no habría muros que traspasar, no habría más allá donde llegar.
Howard era del llamado “Círculo de Lovecraft”, pero sin duda tuvo más éxito que el de Providence. Eran amigos, pero en algunas cuestiones tarifaban, se encontraban. Mientras Lovecraft era un enamorado de las convenciones de una civilización ya extinta (la época georgiana de su Nueva Inglaterra natal con su orden social establecido), Howard veía la civilización como algo malo, algo que corrompía al hombre. Solo hay que leer a ambos para darse cuenta de las dos posturas. Hay también una sutil diferencia entre los dos. Uno escribía bien y otro era, por así decirlo, y siendo benévolo, irregular. Pero el que escribía irregularmente lo compensa con un universo tan peculiar, tan personal y tan intrasferible que se le puede perdonar su constante adjetivación. Lovecraft creó algo hermoso (horror cósmico, que bello género) de ese maremagnum de miedos personales, de esa racionalidad tan sui géneris y de ese conservadurismo del que se fue desprendiendo a lo largo de su vida poco a poco, casi sin darse cuenta. Howard fue mejorando cada vez más en su escritura, era un tío grande, fuerte, tejano, pero de fondo sensible, como su amigo H.P.L. Yo creo que de no haberse suicidado cuando la muerte de su madre era inminente, a la edad de 30 años, hubiese llegado a ser un escritor “de verdad”. Entrecomillo de verdad, porque los críticos no dan mucho crédito a estos autores de los que hablo hoy aquí. Pero ellos son escritores de primera magnitud porque yo mido la importancia de la cosas por su persistencia en el tiempo y hoy 70 años después de la muerte de Howard y de Lovecraft seguimos hablando de ellos y seguimos leyéndolos.
Yo, lo he contado alguna vez, tuve la suerte de llegar a esta literatura ya mayor, con más de 25 años. Y si se disfruta con 15 años más se puede saborear con 27 o 28, o con 32, como es el caso. Porque la literatura de género no tiene edad. No la enseñan en las escuelas, ni en las facultades, no le dedican ni una línea en las Enciclopedias (gracias a Internet todo cambia, afortunadamente), pero sin el género de terror, sin el género negro, sin las novelas de detectives, los lectores estaríamos cojos, tuertos o mancos, porque sin la convención de los géneros, no habría muros que traspasar, no habría más allá donde llegar.
10 comentarios:
Sí que leí yo a Lovecraft cuando me tocó, allá por los años setenta, y era también muy joven, pero no a este otro, el de Conan the Barbarian, como decía el hijo de unos amigos que lo pronunciaba así mismo (conantebarbarian). Yo esto lo he visto en el cine y en cómic, pero ignoraba que había un texto novelesco detrás. He leído a lo largo de mi vida mucha, muchísima literatura de género, en la cual la hay buenísima, pasable y lamentable, como en toda creación. Creo que ahora se me ha pasado el tiempo. Mi último record fue hace tres veranos, en que leí diecisiete novelas negras, de las que sacó el País los domingos. Leí de aquella serie las que no había leído antes, y algunas que ya había leído. Lo pasé muy bien, pero eso cerró, me parece, un capítulo de mi vida como lectora. Ahora bien, la novela de terror es diferente a mi parecer. De eso aún no me he borrado, aunque hace tiempo que no la frecuento. Este verano, quizás.
Hay novelas detrás de Conan y un hombre detrás de las novelas. Lo que pasa que la cultura pop se apropió del personaje, igual que lo hizo a posteriori con el universo de H.P.L.
Es muy triste, pero los Mitos de Cthulhu son conocidos por mucha gente por los juegos de rol y no van más allá. Muchos si, pero la mayoría no.
Yo no creo que renuncie a nada aún en literatura, me quedan muchos caminos inexplorados.
De novela negra he leído de la magnífica serie Black de Plaza y Janés coordinada por el repipi Javier Coma, pero que tenía un montón de títulos fundamentales.
Las dos últimas que me he leído yo son de este otoño-invierno. "Son ladrones como nosotros" de Edward Anderson y "Por el pasado llorarás" de Chester Himes.
Siento decir que yo me he ido borrando de la literatura de género y de la otra poco a poco y desde hace muchos años. He leído mucho, aunque ni la mitad que Clares y tú, según parece, pero ahora no consigo pillarme, si no es una obra "buenísima". Ahora uso más el cine, el ensayo y la pérdida de tiempo a secas.
Yo, para empezar, soy mucho de perder el tiempo sin hacer nada. No me duele en prendas decirlo. Y no me siento culpable. Pero, cuando por circunstancias no he podido leer (pérdida de concentración, depresiones agudas, etc.) y a veces han sido periodos prolongados, me consumía por dentro no poder hacerlo. Aunque fuera un cuentecito, cualquier cosa. No podía. Ahora que puedo no desaprovecho y leo (no como en verano) lo que puedo.
Qué persistencia. Vas a acabar consiguiendo que me lea algo suyo.
P.D: ¿Es una neura mía o si quitas los 'que's y los gerundios cualquier cosa que escriba se queda en nada? Ah y las preguntas retóricas también
¿Cualquier cosa que escriba quien, Ramón?
No me he enterado bien de la pregunta.
Ques, preguntas retóticas y gerundios.
Yo gerundios no utilizo demasiados -creo-. De lo otro abuso como buen hijo de vecino.
Si bien es cierto que entré en los mundos de Lovecraft a través del rol, ello me acercó al relato corto de grandes autores como Faulkner, Kafka o el susodicho Lovecraft. Si bien hasta ese momento desconocía el relato corto, estuve enganchado durante bastante tiempo: tengo que revisar esos relatos un dia de estos...
Yo abuso del "sibienismo"...
Yo leí a Kafka cuando la gente lee a Lovecraft. Me quedo con Lovecraft. me angustian más sus mundos porque son de mentira. Kafka es demasiado real. "Si bien" es una constante en mi vida acordarme de él, porque he realizado trabajos de oficina. Y una vez hasta me poseyó, jejeje. Si busca en mis tags kafka verá el proceso.
Cosas que le pasan a uno Oshimatoti. El sibienismo es una corriente como otra cualquiera dentro del rico acerbo del lenguaje celtibérico.
Me refería a mi prosa flojucha y rígida. La tuya es algo que siempre he querido imitarte.
Por cierto, con tus insistencias estoy re-descubriendo a Neil Young y me gusta mucho. Otro dia veré de nuevo el Potemkin y fliparé. El Potemkin; parece un mote de bakala.
El Tuercas, el Rulo y el Potemkin
Publicar un comentario