lunes, 12 de enero de 2009

La guerra. El cuento de nunca acabar.


Pues la guerra está en las manos
y para guerra nacemos 
bien será nos ensayemos 
para vençer los tiranos.
 
El capitán desta lid 
de nuestra parte, sabed
que es el Hijo de David
y de la otra es Luzbel,
y podráse dezir d'él
sin que nadie lo reproche:
"Quien bien tiene y mal escoge,
por mal que le venga no s'enoje".

Ensalada La Guerra

Mateo Flecha el viejo (1481–1553)



Esta es una de mis Ensaladas favoritas. No es ni la César ni la de endivias al roquefort. Y habla de eso, de la guerra. Escribo esto por un comentario que he escrito hace unos minutos en el blog de Clares. Echando, como siempre, piedras en el tejado de la especie humana, afirmo, sin que me tiemble el pulso, ni demasiado mis neuronas, que la guerra es innata en el hombre. Yo, como podrán deducir, no soy experto ni en Antropología, ni en Historia, ni en nada parecido. Solo se un poquito de Ecología y Etología, por mis estudios de Paleontología (por el principio del actualismo, sabiendo en presente se conoce el pasado, ya saben). No voy a hacer un sesudo estudio de cómo nuestros ancestros llegaron a las manos. Me imagino que sería un día como cualquier otro en la prehistoria, no sabíamos si llovía o si hacía sol, si era por la mañana o a la hora de la siesta. Un homo cualquiera, ni siquiera un homo sapiens, le daría por arrearle un mamporro a otro por algo, seguramente porque ese día estaría vago para cazar o para recolectar y tenía hambre. Vio que el otro tenía un trozo de algo, cogió un peñasco y le arreó con él en todo el cabezón. Una forma fácil de conseguir comida. Un asesinato. No sé si sintió culpa o algo parecido. Ya había hecho algo parecido en las luchas territoriales. Los sitios donde hay mejores frutos y hay agua cerca son los más disputados. Es un ejercicio de imaginación el que hago.


Los primates superiores son bastante territoriales y pueden llegar a ser terribles con los que se adentren en sus dominios sin ser invitados, aún siendo de su misma especie. Pueden llegar a blandir palos bien gordos. Y por si no lo sabían, también pueden comer carne, ya que pueden cazar en grupos organizados. Pues bien, de eso es de donde venimos. De unos primates homínidos fuertemente territoriales, que expresan sentimientos y que se adaptan al medio por una inteligencia primitiva. Nosotros somos un formato mejorado. Andamos erguidos, nuestra relación dialéctica mano-cerebro va a las mil maravillas (para hacer desde un palitroque hasta un Guggenheim) y nuestra vista estereoscópica nos vino muy bien para sobrevivir en la sabana y conquistar otros medios. Y entonces ¿por qué el hombre es así de lechero? ¿por qué andamos a la gresca? Es una cuestión de poder. La adaptación del más fuerte. En nuestros primeros pasos ocurría eso. Somos el resultado de que ganara el más fuerte. Y en nuestra especie (aparte de tener potra) el más fuerte es el más listo. Muchas humanidades se quedaron en el camino. No quiero dar a entender que aniquilamos a nuestros rivales. No, la cosa no va por ahí. Ahora hablo de selección natural. Pero lo que si es verdad es que los que estamos aquí somos nosotros. Y desde que se tiene conocimiento el hombre ha matado al hombre. Primero como digo uno a uno, en grupos. Cuando el hombre pasa de cazador-recolector a agricultor-ganadero, y con ello, se sedentariza, aparece la figura, en unas culturas antes y en otras después, la figura del soldado, al tipo al que se le mantiene sin trabajas solo por proteger el granero o a las cabras o por atacar al poblado de al lado si la cosa no va bien. Es la profesionalización de la guerra. La primera batalla de la que se tiene constancia se da en el Nilo Sudanés hace entre 14000 y 12000 años. Pero eso es un enterramiento. En las culturas que viven aún en la Edad de Piedra en nuestro tiempo las guerras entre tribus son frecuentes (bueno, eran, pues el hombre blanco destruye culturas a un paso agigantado), y los ritos con los muertos crueles y sangrientos. Desde reducir cabezas hasta el canibalismo.


Hay dos personajes, que en realidad no existieron, sino que nacieron de la pluma de Rudyard Kipling, Daniel Dravot y Peachy Carnehan, pero que para mí siempre existirán en el limbo de mis pensamientos, que llegaron a ser reyes de Kafiristán, a base de echar a pelear a las tribus vecinas y ganarlas a todas. Se peleaban porque los de la tribu que vivían por encima se meaban en el río mientras los otros se bañaban. ¿Ven que razón tan nimia? Seguro que en la historia del mundo se han visto guerras por causas aún más peregrinas. Por no hablar de los intereses mezquinos, económicos, revolucionarios, religiosos, estratégicos. ¿Qué hacer ante Hitler y su expansionismo? Se pregunta uno. No sé. Yo soy una persona pacifista. No me gusta el sufrimiento de nadie. Pero ¿qué hacer? Si, soy el abogado del Diablo. Tengo vocación de eso. Yo no quiero que maten a niños en Gaza, ni en ningún otro sitio. Lo de Gaza no es guerra. 900-10 no es el resultado de una guerra. Pero es que las guerras proliferan en el mundo como las setas en otoño. Y está en nuestra naturaleza. Sino no las habría. Igual que el asesinato, la violación, el salvajismo. Es una locura. Y la locura es una cosa tan humana como cualquier otra. Lo que pasa es que la gente que las provoca son personas mezquinas, sin sentimientos, sin empatía. En eso estamos de acuerdo. Pero de esa clase de personas está el mundo llena. Todos conocemos a ese tipo de gente. Nos los cruzamos por la calle, trabajan con nosotros o las vemos por la tele. Personas que no dudarían en apretar un gatillo. Y lo peor de todo, a lo mejor nuestra sien estaría al final del frío acero en algunas ocasiones. Por como pensamos o por lo que decimos.

Afortunadamente son pocos. Desafortunadamente para llegar arriba, a donde se manda (pero mandar, mandar), hay que ser así.


Conflictos actuales en el mundo

6 comentarios:

Dumorix dijo...

Magnifica entrada Mr. Mameluco, que útil es la Antropología y estudios afines y que poco se usa.

Lo que ocurre por esas lides no deja de ser curioso... ¡es Tierra Santa! y más que eso parece Tierra Maldita... pero no por Gaza, no por la mezcla de culturas, si no por todo lo que arrastra desde el comienzo de los tiempos, que esa tierra es vieja, pero vieja, vieja, vieja... y siempre maldita... y por ahí quizás hayan pasado más "turistas" a lo largo de la historia que por el metro de Madrid (que vuela, obviamente).

Que pena de lugar y lo que queda todavía por ver.

Mameluco dijo...

Gracias Dumorix. Yo no soy antropólogo ni nada de eso, ya lo he dicho. Solo he dado mi punto de vista. A mi no me gusta la guerra, básicamente y primero de todo, porque soy un cobarde. Si hubiese una guerra aquí me saltaría la tapa de los sesos porque no aguantaría el sufrimiento.
Lo de Tierra Santa a mi no deja de maravillarme. Al ser Santa no dejan de pelearse por ella.
¡Si todo es un maldito desierto!
Si tienen un mar y se llama Mar Muerto. Que cosas. Pero lo que dice usted es verdad. Es un auténtico cruce de caminos Oriente-Occidente.
Yo soy lo contrario al título de su blog. Yo soy un baluarte de la realidad. Soy antiutópico por naturaleza. Soy tendente a la distopía, pero sin pasarme, porque también se ver que todavía hay osas de la humanidad que merecen la pena. Todavía creo en Neil Young.

Sarashina dijo...

Todo lo que cuentas es muy ilustrativo, y lo entiendo y lo comparto, en el sentido intelectual. Sé lo que es y lo que ha sido la humanidad, y a veces me da asco, pero yo también creo en Neil Young y otros muchos, algunas personas que honran nuestra especie. Precisamente por eso, creo que puede haber esperanza, porque tampoco somos ya esos pitacantropos. Si crees en la evolución, entonces puedes creer que podemos evolucionar a mejor, incluso intelectual y moralmente, no solo en nuestra adaptación a la vida pura y dura. En fin, esto tiene mucho discurso. Tu aportación me parece muy enriquecedora.
Un amigo mío, pacifista militante, hizo su tesis doctoral sobre la guerra renacentista y las máquinas bélicas italianas. Normal, hay que saber sobre el enemigo. Quiero decir, que saber cuál es el origen de la guerra nos da base para saber dónde hay que hacer la guerra a la guerra, como diría Tolstoi.

Mameluco dijo...

Si, Fuensanta, pero si el ser humano lleva 250000 años por aquí, sin contar otras humanidades, y la evolución ha sido paralela a la sofisticación del daño al contrario. Del palo afilado a la bomba H. La inteligencia para lograr una bomba atómica es estratosféricamente superior que la necesaria para afilar un palo. Eso es así. Yo creo en la evolución biológica darwiniana, cosa que no se puede aplicar al hombre en ningún momento, pues nosotros nos salimos de los baremos. Si la aplicáramos al hombre tendríamos esa aberración llamada darwinismo social, tan en boga en las primeras décadas del siglo XX. La supervivencia del más fuerte daría lugar a la eugenesia, a la muerte de miles de inocentes por el mero hecho de ser unos enfermos. Eso se dio en muchos países, no solo en la Alemania nazi.
¿De verdad cree que los que hacen la guerra, los que las provocan, cambiaran un día? A mi me parece utópico. Y como he dicho antes, las utopías para gente menos racionalista. Yo cuando sueño, sé que sueño.
Yo no sé como hacer la guerra a la guerra. Si conoce a alguien que lo sepa, me avisa, porque, como diría un amigo mío, hay más cabrones que esquinas.

Quicus Magnificus dijo...

Un post estupendo, muy acorde con este tiempo de guerras no declaradas, de víctimas colaterales, de civiles de 6 años que mueren por ser supuestos terroristas...

Sin embargo el pacifismo me mosquea, no creo en él. Casi siempre el que me dice que es pacifista me lo dice a gritos (no es tu caso, obviamente), violentamente, y se manifiesta con la misma violencia que los belicistas. Incluso el pacifismo de Gandhi en la India fue un mecanismo político para conseguir la independencia, una vez conseguida empezaron a repartir ostias como panes...

No, no creo en el pacifismo, más bien en el carácter innato de violencia al hombre, como tú señalas. Pero soy pacífico, que no es lo mismo, no me gusta la violencia y espero no tener que ejercerla, pero si quieren acabar conmigo el instinto de supervivencia reaccionará, no sé cómo, pero seguro que no es dejándome aniquilar.

Por cierto, creo distinguir a un prusiano en tu icono, ellos sí que eran pacífistas :-)

Saludos

Mameluco dijo...

Pues yo le respondo que un comentario estupendo, Quicus Magnificus.
Para empezar decir que también soy pacífico por natural. Soy pacifista porque no me gusta el sufrimiento. A nadie en sus cabales creo que le guste.
Pero no me gustan las manifestaciones. No me gustan las performances (esos piesnegros perros-flauta haciendo el lila no es el camino, jejeje). No me gusta "el ambientillo". Para ver a la gente me voy a un bar. Y yo, que soy misántropo, a casa de amigos.
Yo soy bastante radical en mis opiniones, siempre lo he sido, desesperanzado, melancólico, creo que no hay futuro, y aún así me tomo las cosas con cierta distancia. La distancia del individualista.
Y si, tengo los denominados domingos prusianos en los que mi mente es cuadriculada. Y uno de mis directores favoritos es Sam Peckimpah.
Lo malo es que yo no reaccionaría en esas circunstancias que usted dice, porque si esto fuera un entorno darwinista yo hubiese muerto a los dos días de nacer... por eso me lo tomo como tiempo extra, jejejeje.
Ya en un entorno humano, le he ganado al tiempo y a la muerte, por otra serie de motivos, que hoy no vienen al caso.

 
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