viernes, 16 de enero de 2009

Córdoba: burocracia y librerías

Levantarse temprano es una cosa inaudita para mí. No, no lo digo para darles envidia, no es para que sus dientes rayen el pavimento (¡Dios! ¡Que dentera!). Es un hecho. Siguiendo la línea de esto los últimos días, es verdad. Pero el miércoles me puse el despertador bien temprano para ir hasta la capital. La capital en mi caso es Córdoba. O sea, la capital de provincia. Tenía que entregar unas solicitudes de trabajo en el Csic. Burocracia. Solicité unos empleos extrañísimos. Copio y pego, porque ya les digo que no son tornero fresador o maestro. Uno es esto: Investigación, control y desarrollo para postproceso de datos geofísicos. Software específico de procesado e interpretación de datos geofísicos, de datos sísmicos: PROMAX, SIOSEIS, RADEXPRO, KINGDOM SUITE LYNX, GMT, Estaciones de trabajo en entorno UNIX, LINUX, SOLARIS, WINDOWS 2000, WINDOWS XP. Manejo y mantenimiento de Bases de Datos geofísicos. Administración de redes. Microinformática y es el INSTO. ANDALUZ DE CIENCIAS DE LA TIERRA en GRANADA. Otro es Trabajos analíticos y de ensayos para la caracterización de materiales, desde la separación y purificación de muestras y el proceso analítico. Labores de control de calidad de los laboratorios y es en el INSTO. DE GEOLOGÍA ECONOMICA en MADRID. El último es Conservación, catalogación e informatización de la Colección de Geología, en el MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES en MADRID (si me dan este les juro que me compro un traje de tweed e iré vestido como un miembro del Club Diógenes). Son trabajos que no voy a conseguir a no ser que los planetas se alineen en una rara combinación, y que haya una rarísima y mortal enfermedad que solo afecte a geólogos aspirantes a dichos puestos, y yo salga indemne por tener un blog verde manzana. No tengo ningún mérito. Y no es lo de siempre que me autocompadezca. Es que no tengo cursos, ni tesis, ni publicaciones, ni un expediente especialmente brillante. Solo lo mínimo. El título y el certificado de notas, ser español o comunitario, o dominar el idioma y pare usted de contar. O sea, que como el año pasado me van a mandar a freír espárragos. Pero bueno.

Hacía frío cruzando el puente. Desde el puente se ve lo más característico de Córdoba, la Mezquita y sus alrededores. Lo que sale en los cordobanes con el emblema de la ciudad. La burocracia me llevo 10 minutos. No me puedo quejar del señor tan amable que me atendió superrápidamente y que me sugirió que hiciera fotocopias de una cosa.

Después con un frío que ya no pelaba tanto, pues iba avanzando el día recorrí el camino directo al centro. Pasé por donde nací, como tantas otras miles de veces, la Cruz Roja. Esta en frente de la Puerta de Almodóvar. Los que hayan ido por allí sabrán que es una de las entradas a la Judería. Yo no reparé en esas cosas, claro, seguí mi camino hacía las librerías. Di vueltas alrededor del Gran Teatro porque siempre quiero buscar atajos para llegar a los sitios, y lo que hago es andar más. Llegué a la librería por callejuelas y entré. Eso ya es igual que en todos sitios, supongo. Me compré cuatro libros estando al calentito mi media hora larga. Tener tantos libros a mi disposición, y con dineros en los bolsillos, me aturulla. No sé que comprarme. Al final siempre salgo con cosas que no tenía pensadas. Y lo que tenía pensado se me olvida ante el maremagnun de volúmenes.

Los libros que cayeron en la saca: Edición conmemorativa de "El Origen de las Especies" 150 años de Austral, "Moby Dick" de Alianza (que empecé ayer), "El Color de España y Otros Ensayos" de G.K. Chesterton en una cuidada edición de Ediciones Espuela de Plata y "El valle del gusano y otros relatos de horror sobrenatural" de Robert. E. Howard, del Club Diógenes de Valdemar
Después fui a otra librería, pero a buscar un encargo que llevaba de mi amigo Manolín. 3 libracos de oposiciones de Bomberos que no se los saltaba un galgo. Como pude los metí como pude en mi minúscula mochila de “Locos por el Surf” de motivos hawaianos y colores azules que me regaló mi tía este verano porque se lo habían dado en EL PAÍS. Y allá que me dirigí a la librería Totem. La librería Totem es la que me proporcionó los primeros tebeos de mi colección allá por los primeros noventa, cuando iba al Conservatorio. Daba las clases de trompeta a las 5, cogía las Tendillas, bajaba por Claudio Marcelo a todo gas y compraba esos tebeos de Bernet, de Otomo o de Spirit, que hoy forman parte de mi colección. A las 7:30 estaba en la antigua estación de Carrera. Pues fui allí, cargado como un mulo, y no había nada que me interesase. O más bien, me miraron con rareza los dependientes (no eran los de mi época, después he ido y siempre me han conocido, incluso en las Ferias del Disco en Granada), preguntándome ¿te podemos ayudar en algo? No, solo quiero mirar. Miré, estaba todo muy mal organizado y me fui. Por esa vuelta que hicé tuve la brillante idea de trochar por la parte antigua, bajando por la calle La Feria… Me hice un lío, como siempre que voy. Callejuelas estrechas. Paz. Quietud. Y yo como un sherpa, dando un rodeo de narices. Pasé cerca de la Plaza del Potro, por la calle Julio Romero de Torres. Casi no había ni turistas cuando pasé por la Mezquita. A los que les guste pasear se lo hubiesen pasado bien. A mi, en otras condiciones a lo mejor, pero es que salió el sol y me había dejado las gafas en casa. Pasé como un rayo por algo del obispado que hay por allí, donde está la Biblioteca y empecé a subir de nuevo. Para quien sea de Córdoba aclarar que no estaba borracho, y que mi orientación suele ser buena, pero siempre que voy por allí me pasa lo mismo. Bueno, me iba a volver con un amigo, Pedro, y me dirigí a su casa que se encontraba lejos aún. Se suponía que en su casa estaría su compañero de piso, Manolo Cobos, pero cabía la posibilidad de que saliese un momento a comprar útiles para esa tarea tan ingrata de imprimir trabajos con una impresora inkjet. Así fue, no estaba. Pero, no problema, como diría Parker Lewis. Viven al lado de uno de los bares más fabulosos de la tierra, el Moriles. Eran ya las 1 del día. Una Coca Cola y una tapa de riñones, dije yo. Enseguida dijo el dirigente camarero. Estaba sediento. Otra Coca Cola ¡Y pagar solo 4 € por una tapa grandecita de riñones con patatas fritas caseras!) Cargar libros, andar, y sin cámara de fotos. ¡Maldita sea! La cámara de fotos tenía que estar sin batería. La eché de menos un montón. Vi varias cosas curiosas que ya se perderán entre tanto dato en mi memoria. Pero bueno. Volvimos a Castro y ese fue mi mañana en Córdoba.

3 comentarios:

Oshimatoti dijo...

Aquí también hay una librería Totem, que dispensaba fantasía hace dos o tres lustros. El grupo de amigos disfrutamos del placer de encontrar a un librero que nos deleitó con su compañía hasta que dejó de trabajar allí, y lo adoptamos como amigo a tiempo completo, qué grande es Bernardo!!!
Sin embargo, cuando a uno le han tratado bien en un sitio y cambia el personal, no hay que molestarse en volver, porque todos los intentos han sido frustrantes, por ello cuando he leído tu periplo cordobés, tu episodio en Totem me ha hecho sonreir... Gracias por acercarme a mis recuerdos.
Un beso para Bernie, aunque no leas esto, jejeje...

Sarashina dijo...

Te devuelvo la referencia entre ciudades. Hace tres años se nos ocurrió irnos a Córdoba, cuatro días, entre Nochebuena y Nochevieja, un hotel tranquilo -creo que todos lo son- en pleno centro histórico, unos libros, unas ganas de ver la ciudad... Qué preciosidad, me lo has recordado. Nos vinimos enamorados, de la ciudad, quiero decir. Para qué te voy a contar. Y nos perdimos, pues claro que sí, pero nos daba igual, porque íbamos a eso. Leyendo tu recorrido me ha dado gana de repetir la experiencia.
Buenos libros te has mercado, amigo. Menudos tesoros para un tiempecillo de lectura. A disfrutar.
Y suerte. Lo mismo te dan todos los trabajos a la vez y tienes que ponerte a elegir, con remilgos y todo.
Totem se llamaba la única librería en condiciones que había en Ceuta. Si querías algo más, o cruzabas el Estrecho o pasabas la frontera. Cosa fuerte para los que leen como yo.

Mameluco dijo...

Oshimatoti si ofrecen lo mismo si se que se puede volver, aunque no se trate al dependiente. Mi tienda de tebeos habitual en Granada, el "Mal Gusto" se reabrió tras el cierre, y el par de veces que he vuelto me han ofrecido lo mismo de antes. Ya no conozco al dependiente y tal, pero bueno, está todo en su sitio, ordenado y con el precio puesto.

Me alegro de que se acuerde de cosas leyendo mis aventuras sosainas.

Un abrazo para Bernardo, aunque como dice usted, no lea esto.

Clares cuando a uno le gusta pasear le da igual perderse. Pero yo tengo el feo vicio de tener que ir siempre a algún lado. A mi andar por andar no me convence. Yo soy practicante feroz de la ley del mínimo esfuerzo. Otra cosa es que haya bares, como apuntaba en el texto.
Yo ya paso por los sitios estos y es como pasearme por una calle cualquiera. Lo único que reparo es que son calles tranquilas (vivo en una calle muy movida, pese a ser de pueblo) y en las que la prisa no existe. Eso me gusta.
Los trabajos no saldrán, pero bueno.

¿Cuantas librerías Totem habrá en España? Muchas supongo.
Ya he empezado Moby Dick y solo digo una cosa:
¡por allá resopla!

 
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