“Es que, Sr. Bond, con el Comunismo, vivíamos mejor”.
Mi madre está enamorada de una agente secreto. A mi padre le da igual. Empezaré por el principio. Cuando mi padre vino de Liverpool a Londres encontró trabajo en una ferretería. Un hombre llamado Smason, que era fontanero, simpatizó con él, lo contrató, le enseñó todo lo que sabía… Mi padre se lo pagó haciéndole un bombo a la hija de Smason. Entonces Smason es mi abuelo. Eso ya lo habían adivinado ustedes solitos, claro. Mi madre estaba en el último curso de secretariado y eso retrasó sus planes profesionales. Mi abuelo le pegó una paliza a mi norteño padre. Le midió el lomo con el canto de una vara. Y además si hubiese sido sistemático y hubiera tomado apuntes, aplicando fórmulas hubiera podido hallar hasta la desviación estándar de la medida. Pero aún así lo introdujo en la familia. A mi abuela no le importó criar a uno más. Tengo tíos que son de mi edad. Mi abuela parió ininterrumpidamente desde los 15 años hasta los 41. En muchos casos gemelos. Así pues cuando mi madre cumplió la cuarentena de mi nacimiento, entró a trabajar en el MI6, aunque eso se supone que yo ni nadie debería decirlo. Bueno, que opositó mientras yo nadaba en el amniótico líquido y consiguió ser funcionaria la servicio de su Majestad. Solo sabíamos que trabajaba para M. Mi abuela decía siempre que trajera golosinas porque creía que donde curraba era en M&M… Allí iba un chulanga que se llamaba James Bond. Mi madre perdía los huesos por ese subnormal. Vale que salvara al mundo en algunas ocasiones, según contaba mi madre, pero mi padre tenía sentimientos. Básicos, pero los tenía. Quizás no hubiera ido a Eton, pero sabía arreglar una caldera. Aunque posiblemente Bond también pudiese arreglarla, y sin despeinarse lo más mínimo. Mi padre pasaba la mitad del tiempo en el pub y la otra mitad viendo la tele. Mi madre solo hablaba de James Bond. Lo que era raro es que a lo largo del tiempo, el tipo mutaba. Iba cambiando con el tiempo. Incluso juraría sobre
Ahora, gracias a un enchufe de mi madre trabajo en el MI5 de becario. He conocido a James Bond. Está deprimido. Dice que eso de la caída del Telón de Acero es una mierda, que no habla árabe y que cada día exigen más. Se le ve triste al hombre.
Dice que si encuentra a Bin Laden su carrera se vendría arriba, pero que los burócratas ya no entienden eso del despilfarro en lujos asiáticos para los agentes.
Y es lo que yo digo: “Es que, Sr. Bond, con el Comunismo, vivíamos mejor”.
4 comentarios:
Toda la razón tiene este pobre hombre. Más de uno vivía mejor contra el comunismo, así que se han ido buscando otras cosas contra las que vivir, aunque nunca han encontrado, hasta ahora, una tan útil.
Pues si amigo mameluko, las espías rusa también eran mejores. Y respecto a nuevos bares, al final es la compañía, no lo olvide. Pruebe las patatas al alioli!!
Un abrazo
A mí qye este hombre sin barba no me pone nada. Le prefiero de papa de Indiana Jones, qué quieres que te diga.
Clares la guerra fría era sin duda una cosa tensa, pero que daba más juego en la literatura de espias... y además los comunistas con cuernos y rabo eran un icono poderoso. Los morunos ya dan miedo de por si, jajaja.
Yo creo que lo de los Bloques era de igual a igual. Mismas armas, mismas técnicas.
Ahora es una cosa así como desproporcionada por ambas partes. (no es que antes fuera mejor, pero si más equilibrado)
Querido Hornillero si la compañía va a ser la misma casi siempre... Así que preferiría que fuera donde siempre. Las patatas al alioli de casa del Liebre están catadas y recatadas, pero antes de que cerrara Cristóbal, si es a esas a las que se refiere, jajajaja...
A ver si nos vemos un día ¿no?
Y Ana, si salirme de la más estricta heterosexalidad no me diga que no está bien en "El hombre que pudo reinar" con patillazas y mostacho.
Eso si, los que tenemos barbas somos tope "seksis"
jejejeje
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