lunes, 16 de junio de 2008


Los que sean viejos en el blog se acordarán de cuando me poseyó el espíritu de Kafka. Ni él ni yo estábamos muy convencidos desde un principio. Comentaba con Ana Chévere que las oficinas son medios que no favorecen el desarrollo de una creatividad desaforada. Bueno, a Franz parece que le funcionó. A K. le funcionaron las oficinas de las agencias de seguros y la relación tortuosa con su pápa. A mi me funcionan los domingos como entes agobiantes y las oposiciones chungas que me hacen escribir clamando al cielo.

Y en realidad hay poco nuevo que añadir que ustedes ya no sepan, y que yo desde luego no experimente. Ansiedad, nervios, desazón, sueño. Bueno, me he quemado un poco, pues he estado bajo el sol y mi sobrino Juanito me ha metido un dedo en el ojo. Pero eso son daños colaterales. Hemos cogido alcachofas y albarillos. Los albarillos son albaricoques y está correctísimo dicho, que lo he comprobado en el D.R.A.E. El día era luminoso, veraniego y durante la charla del aperitivo yo miraba mis temas e intentaba esquematizar mis conocimientos, tan someros y yermos como una sebja.

Me martirizo una y otra vez con mi falta de conocimientos. Me he acordado de Kafka como por casualidad, y a medida de que avanzo en el escrito me doy cuenta de que a lo mejor el azar no ha existido en esta correlación de ideas. Mi situación es kafkiana. El peso del sistema se cierne sobre mí como una apisonadora. Preséntese allí, esté a las 8 de la mañana en tal edificio, de la monstruosa Universidad Laboral levantada por Franco. Todos como abejas, a las colmenas. Bailemos la danza opositora. Zumbemos las alas lo mejor que podamos. Tendremos nuestra celdilla. ¿Sacaremos nuestra jalea? Yo me conformo con un poco de cera.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué cierto! nos dicen una hora y un sitio y ahí vamos todos cual corderillos, sin quejarse, sólo deseando caer bien y que nos den un huequecillo donde quedarnos, y del cual ya no movernos.

Si lo piensa uno detenidamente lo cierto es que es bastante triste, pero... supongo que así es como tiene que ser, no?

en fin... ánimo que queda poco!
Besos

Sarashina dijo...

Tomátelo con calma y con una copita o valeriana según tu carácter y estado de ánimo. Ya verás que no es para tanto. Los que te examinan saben menos que tú, seguro. Si tú tienes aplomo, los rebasas. Lo digo porque si me hubiera tocado ser tribunal cualquier año de los muchos que llevo en esto, me habría caído de vergüenza. Ya sé enseñar, eso sí, pero acordarme de un tema que hace mil años que no he tocado ni tratado... Ánimo.
¿Sería indiscreción preguntar tu materia? No a todo el mundo le gusta decirlo, pero a mí me gusta preguntarlo por si acaso.

Mameluco dijo...

Pues, claro, Vane, compañera de fatigas, como ovejitas al matadero... jejeje

Ánimos y besos a usted también.

Ya me medico lo suficiente, como para tomar más cosas, querida Clares. Y no, no tengo ningún reparo en decir que soy geólogo, y me presento por Biología y Geología. De hecho lo he dicho muchas veces por aquí, pero claro, es usted nueva por aquí. ¿Qué ganamos en esconder nuestras intenciones en un foro como este? Yo antes escribía más ficción, pero ahora solo cuanto mi vida y las cosas que me interesan, así que, mentir ¿para qué? Jejeje.

Yo creo que enseñar sé yo también (o sea, que me encuentro capacitado para ello, quiero decir). De hecho hacer la parte práctica del C.A.P(una de esas cosas inútiles que se hacen en la vida por obligación) en mi viejo institutofue el empujón que necesité para empezar a estudiar oposiciones.

Anónimo dijo...

Las oficinas asfixian mientras uno está dentro, pero dan mucho material después, cuando puedes permitirte el lujo de recordarlas.

Una vez, para huir de ellas, quise convertirme en auxiliar de biblioteca. Son las únicas opos a las que me he presentado. El examen fue más pachanguero que kafkiano: una chica levantó la mano para pedir que eliminaron el psicotéctnico porque no estaba previsto y lo anularon sin discutir. Bueno, argumentaron tímidamente que para los psicotécnicos no se estudia, pero la muchacha siguió en sus trece y se arredraron. Así que preséntate sin miedo, que estas cosas impresionan de lejos pero tienen mucho de pantomima.

Lo único realmente kafkiano en mi caso fue la entrevista: yo sola ante ocho o diez tipos. Una señora me miraba todo el rato con cara de querer contratarme, pero el que presidía la mesa no se creyó nada de lo que dije sobre mi pasión por los libros y la ilusión que me hacía cambiar un empleo poco ético de publicista por otro donde animaría a los críos a leer. Lo triste es que todo era verdad.

En fin, eso es agua pasada. No obtuve plaza porque los interinos tenían preferencia, pero aprobé. Y eso que apenas sabía nada sobre biblioteconomía. La moraleja del cuento es que esos tipos parecen gigantes, pero es probable que sean enanos o molinos o simples peleles, a saber.

¡Valor y a por ellos!

 
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