sábado, 5 de abril de 2008

Cuando Randolph Carter cumplió los treinta años, perdió la llave de la puerta de los sueños. Anteriormente había compaginado la insulsez de la vida cotidiana con excursiones nocturnas a extrañas y antiguas ciudades situadas más allá del espacio, y a hermosas e increíbles regiones de unas tierras a las que se llega cruzando mares etéreos. Pero al alcanzar la edad madura sintió que iba perdiendo poco a poco esta capacidad de evasión, hasta que finalmente le desapareció por completo.

La llave de plata
del Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter
de H.P. Lovecraft

Mi mente es como un cajón de los que tengo a mi derecha. Hoy me han dicho desordenado y que trato mal a mis cds. Es verdad. Lo admito. Siempre he sido así. No creo que cambie nunca. Soy un poco más cuidadoso con los libros y con los tebeos, pero solo un poco. Como decía mi mente es como un cajón. Mis cajones son los típicos de una persona enormemente desordenada y acumuladora. Si los abres hay papeles de distinta naturaleza, billetes de la Alsina, de RENFE, las postales que me mandan la Sugus, la Povo y Lía, montones de medicinas que ya no tomo, pilas usadas, pelotitas de goma de esas que se sacan en los bares a los niños, lápices, rotuladores de tintas con purpurina, un destornillador de estrella que aún guardo del barco pirata de los clicks de Playmobil, un trozo de ammonites, cosas que me han salido en un montón de años en el roscón de Reyes, monedas, caramelos, disckettes, y un montón de poemas míos grapados de esos que devuelven en los concursos de poesía, de esos que te hacen sentir tremendamente fracasado. Mi mente es similar. Hay de todo. No se preocupen, no les pienso enumerar las cosas que tengo en mente, entre otras cosas porque no me apetece demasiado. Es muy tarde. Solo hay soledad. Un sentimiento de soledad que no sentía desde hace tiempo. Son preludios de algo malo. Espero equivocarme. Ese frío que recorre mi columna y el rictus de mi cara que no puede esbozar un leve cambio tendente a la sonrisa lo dice todo.

No quiero dormir porque tengo que despertar. Si no lo tuviera que hacer a lo mejor me dormiría…

Soñar tampoco quiero. Los sueños en estas épocas son extraños compañeros de aventuras. Son peor incluso que el mundo vigil. Si al menos tuviera la llave perdida por Randolph Carter tantos años atrás. Si yo la pudiese recuperar. Yo no iría en busca de los grandes dioses o me haría acompañar de los gules. Quizá me quedaría en una casa, o más bien un cortijo, sintiendo nostalgia de la Bretaña, perdón, de la campiña cordobesa y de sus cielos grises que contrastan con el blanco, concebido para contrastar con el azul, pero que sin embargo me gusta más con el gris.

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