Sentado en la esquina del bar contemplaba la vida que pasaba sin armar ruido. Bueno, es un decir. La tele sonaba a toda voz y la máquina tragaperras cantaba premios sin que nadie echara ni una perra gorda. Fuera, en la calle, la gente miraba absorta hacía el cielo, pues parece que algún fenómeno meteorológico adverso se aproximaba por el horizonte. Nubes negras predije, cuando se encendió el alumbrado público. Las luces del bar también se encendieron. La gente entraba y salía sin dar demasiada importancia a mi presencia. Alguno me saludaba, eso es todo. Yo apenas ayer era uno de ellos, uno más de la marea humana que iba y venía, que no paraba quieto. Un organismo dinámico dentro de una sociedad de seres en movimiento. Hoy era diferente. Todo había cambiado. Bueno. En realidad, nada había cambiado. La vorágine humana seguía. Esa no pararía jamás, hasta que el sol explotase. Las hojas caían de los árboles pues era la estación que tocaba, y las gotas de lluvia empezaban a desplomarse sobre las aceras y los coches, sobre los tejados y los perros que corrían por las calles, en busca de cobijo. Pero yo si era diferente. Absorto miraba al frente incapaz de moverme. Nada me impulsaba a hacerlo, nada me reclamaba en ningún otro sitio. Solo yo, sentado en una silla con los codos apoyados en la mesa, un vaso de cacao instantáneo y un plato con un dulce de bollería industrial a medio roer. Las horas pasaban y la bulla decaía, igual que la prisa, igual que la luz, al contrario de la lluvia que arreciaba con la llegada de la tarde. Algo me impulso a levantarme. Quise pagar la consumición de algunas horas antes, y el camarero me dijo que no era nada, que invitaba la casa. No le iba a discutir. Ningún día hubiese merecido la pena y hoy menos. Me ofrecieron un paraguas y lo rechacé. Quería sentir la inclemencia, ser azotado por los elementos. No sé si me lo merecía, pero me apetecía. Salí del bar y me fui a casa dando rodeos por manzanas inexploradas.
Esa noche cuando el camarero barrió el bar. Aparte de colillas, sobrecillos de azúcar, servilletas usadas y otros deshechos, acumuló en su recogedor todo mi ímpetu, todas mis ilusiones y esperanzas, que fueron a parar a un container, con la demás basura. Cuando los basureros pasaron uno le dijo al otro, más joven:
- Aquí va otra vida deshecha.
- ¿Cómo lo sabes?
- Uno es viejo en este oficio.
11 comentarios:
Estupendo final para un relato breve muy logrado. Siga usted así, don Miguel.
Feliz fin de semana, esté o no en el bar, truene o llueva.
Pues he estado en el bar, no he estado solo, no he sido el protagonista, felizmente y paró de llover, jejeje...
Buen fin de semana para usted también, Señor Invisible...
Pues sip, buen relato. Sobretodo el final claro. Y has elegido un inmejorable cuadro que, si no me equivico, es de Hopper. Me gustan sus cuadros, esos donde parece que el tiempo se ha detenido y los personajes parecen plantearse que vendrá después...
¡¡Vaya rapidez la suya en poner comentarios!! Acabo de publicar y ya me encuentro su nota. Don Miguel, tiene usted el teclado más rápido de este condado virtual.
Mmmmm, vidas deshechas. O poética de los residuos, nadie se percata de lo que sucede a excepción de aquel que trata con ellos cada día.
¿Y que vendrá después, querido Mano Lenta? Andar por las calles bajo la lluvia para después llegar a casa y hacer zapping en un sillón la mayoría de las veces, jejejeje. Es una respuesta como otra cualquiera. Los personajes de Hopper no harían eso, pero los míos si. Mis personajes son muy parecidos a mi. Pero yo soy más alegra, jejeje.
Respecto a mi rapidez en contestar Señor Hombre Invisible se debe sin duda a la casualidad, pues ahora tomo una medicación que hace que no esté todo el día delante de los teclado, como antes, y me subo a mi salita a vegetar mis sueños delante del Biography Channel o a lo que sea...
Y muy acertada su puntualización, Mordisquitos, sobre lo que son los residuos hay gente que sabe un rato, sean sólidos urbanos, o más del hombre y sus mentes... Voy a investigar su blog ahora mismito...
menos mal que solo escribías algunos "raticos" Miguel.... Cuenta con otro seguidor mas de tu estupendo blog.
Amigo mameluko, me ha encantado, un toque bohemio. Y los residuos como bien dice los hay de todo tipo, humanos, intelectuales, sólidos, vegetales, e incluos políticos, de éstos últimos abundan muchos.
Jope, que triste. Me ha gustado, las descripciones como siempre muy logradas. Lo de barrer las colillas y los sobrecitos de azucar y las servilletas... y la conversacion de los basureros.
Tiene un espiritu tremendamente mameluquiano. Muy tu... pero muy tu del bueno.
Me alegra que me digas que es muy yo, Arándanos porque es así, me tienes calado. La vida para mi es muy triste.
Pero es una cara de la moneda. La otra cara es la de mondarnos de la risa...
Es niño niño, es niño niño, es niño niña...
Si, se que no eres asi todo el rato. Pero en los relatos hay que exagerar las emociones (o al menos no contar las que compensan) para que sea mas intenso.
El mameluco divertido mola un huevo, pero estos relatos tienen su point.
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