lunes, 16 de julio de 2007


Acordaron entre todos que todos saliesen menos el cura que chillaba llorando como una mujer. Al final, la verdad, les dio pena y también lo sacaron, aunque le pusieran un sambenito que decía: Machácame, soy un cura julandrón, idea de Rodríguez y su clan de taxistas. Posturitas y otro que venía también preparado para en asunto, el de Palencia, que le llamaban, metieron fuego a las mechas y al reguero de gasoil, y la catedral se iluminó de forma muy bella y estética. Todos contemplaban el fuego, como si fueran la Fallas. En ese momento llegó la policía, con sus sirenas, en dos coches patrulla. Los taxista fueron rápido a neutralizarlos. No querían que metieran el hocico en el asunto. En realidad, y como suele pasar, los agentes iban, mayormente, a ver lo que pasaba y ante una muchedumbre embravecida, un populacho clamando venganza poco se podía hacer teniendo solo a treinta y tres efectivos, cuatro de baja por la gripe, y uno en suspensión de empleo y sueldo por fumarse los alijos, por lo que sumaron a la gente. Fueron llegando más y más personas. Algunos traían a los curas atados como alimañas y un conductor de autobús llevó hasta a las monjas de clausura del convento de Santa Micaela. Pensaron que hacer con ellos.

Las del alba serían cuando los nuevos discípulos concretaron, que si bien los detenidos eran piezas de la maquinaria del imperio maligno de Roma, en realidad tenían muy poco rango, que empezarían a matar de diáconos para arriba, y que las monjas que lo deseasen fueran con sus familias, pero no al convento, hecho ya añicos por la devastación. Algunas, curiosas, se quedaron a ver que pasaba. Los curas, más belicosos y enfadados, fueron azotados con ramas de almendro en las posaderas y obligados a cantar La Internacional, cosa que no gustó mucho a alguno de los cabecillas por ser contrario a sus ideas. Jacinto dijo que si era por fastidiarlos como si cantaban Las espigadoras. La mayoría llegaron al medio día allí, algunos bastante borrachos.

De repente el cielo se oscureció, el Sol se escondió y sembró de tinieblas la Tierra. La luna se volvió roja y un gran seismo asoló la ciudad, se vieron unas luces en el firmamento. Miles de meteoritos surcaban el cielo.

Jacinto dijo a Ricardito:

- Es el Apocalipsis, el final de los tiempos, Ricardito, tal y como lo explicó San Juan en Patmos. No lo esperaba tan pronto, la verdad. Se ha abierto el quinto sello. Ya no hay marcha atrás.

- Da igual cuando sea -dijo Ricardo abrazando a Jacinto- nosotros hemos cumplido. Ya será Él quien haga lo que quiera.

- Ha sido un placer conocerte, de veras.

- Lo que más siento es que no nos comamos la paella y las gambas.

Y el fuego, proveniente de las alturas, arrasó la ciudad.

FIN

2 comentarios:

Lia Mota dijo...

Una pena si lo de la paella y las gambas.
Me gusta de los 7 capitulos de las tazas: lo rápidos que son.
No me gusta: que casi todo hayan sido diálogos, porque vale, hace el ritmo rápido pero habia muchos personajes y poca descripción de cada uno...

critica constructiva para cuando escribas tu novela ya sabes...

Por cierto, la historia es genial.
Jesucristo en un poso del café...
Que malo eres jajajajaja

Un besazo

David dijo...

mi comentario es que, para variar, he llegado tarde.
no me gusta prometer cosas que no sé si voy a poder cumplir, pero intentaré leerlo todo desde el principio (bueno, al postmodernismo le gusta hacer las cosas dde final a principio, ya veremos).
(sigh) lost está mal hecha desde el momento en que carga gran parte del argumento en un personaje que no aparece en toda la maldita tercera temporada. los episodios están bien trabajados, es la visión de conjunto lo que falla, normal que no se diera cuenta.
a pasarlo bien y no se abrigue por las noches, que suficiente calor hace ya

 
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