jueves, 17 de mayo de 2007


El camino a la calle estaba despejado.

Perrito y Ganzúa se movían nerviosos dentro de sus estrechos pantalones. Perrito y Ganzúa eran ladrones de poca monta que se disponían a robar por encargo algo de lo que apenas habían oído antes hablar. Algo misterioso debía ser, pues el hombre que les solicitó sus servicios tenía la cara tapada y siseaba, más bien ululaba, como un insecto en tarde de julio.

La leve neblina ayudaba a sus fines. La casa donde tenían que hacer su trabajo era una gran mansión rodeada de rejas, pero que tenía la puerta rota. Es la eterna lucha entre la seguridad y la eficacia. La luna iluminaba el césped de vez en cuando y se veían las setas que proliferaban en el otoño adelantado de la ciudad.

Ni un triste perro guardián, ni siquiera un mayordomo sonámbulo les esperaba. Entraron sigilosos por la puerta gigante de madera de secuoya.

La casa estaba deshabitada. El polvo se acumulaba formando montañitas en los rincones. No había ni arañas. Entraron en la habitación indicada. Esa si que estaba limpia, aunque antes que ellos no les precedían huella alguna. En un rincón levemente iluminado les esperaba un hombre, vestido con ropajes muy viejos y con mirada inquisitiva y voluntariosa a la vez. Perrito y Ganzúa no sabían lo que buscaban exactamente. El que planificó el golpe dijo que ya lo sabrían llegado el momento.

Uno de ellos cogió un candelabro y preguntó:

¿Es esto lo que buscamos?

El otro lo negó, pues si bien no estaba seguro de lo que era, sabía que no era un candelabro. Ni nada corriente. Se esperaba algo brillante de color oro. Piedras preciosas con irradiaciones maravillosas.

El viejo les hablo con un raro acento metálico. No se extrañaba de que estuvieran allí. Es más les esperaba, pues en una mesita de café había dos copas de coñac.

El viejo dijo muchas cosas maravillosas, cosas que os harían palidecer de fascinación y corroeros de la envidia. Ellos sentados y sorbiendo el licor escuchaban silenciosos.

Les habían encargado robar el “discernimiento” en esa casa y parece que lo habían logrado, sin robarlo, ni apenas darse cuenta. La iluminación llegó a sus vidas por las maravillas que escucharon. No era espiritual, no era profundo, ni tan siquiera trascendente, era tan sencillo que evidenciaba lo tontos que eran por no verlo antes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si es que vaya manera de salir de una crisis... ojala tuviera yo crisis tan bien paridas xD

Me alegro que vuelvas a escribir, tengo preparado un regalito para escritores de aqui a 7 dias... ya lo verás. No hace falta que me des las gracias pero la verdad es que me ha hecho ilusion tu comentario, pa-que-negarlo.

PD: Me ha encantado la frase de "no habia ni arañas" y eso que la frase es sencilla... pero me ha gustado. Ha sido una aclaracion que me ha hecho sonreir :)

José Manuel Ubé González dijo...

Me ha gustado el relato. De veras. Pero no creo que venda mucho como noticia en televisión. El robo de discernimiento no atrae a las masas. El otro día un tipo dijo que tenía secuestrada a la fantasía, pero en las agencias de noticias prefirieron dar más importancia a la candidata belga que prometía 40.000 felaciones por se elegida. Ahora que lo pienso, puede que fuera ella la que la secuestrara porque me parece... ¡una idea fantástica!

 
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