jueves, 19 de abril de 2007


La fría frontera que separa la normalidad de la infelicidad es como un partido de curling. Uno tira la bola de granito rapa kivi, y el apenas rozamiento te lleva en un abrir y cerrar de ojos, a la mierda. Los estados de ánimos levemente sutiles se entrecasan en las horas. La rutina maldita de no poder hacer nada de un provecho real me inquieta. Mi cabeza se embota y solo quiero acostarme y dormir. Es la vuelta, el eterno retorno, es lo cíclico. Y es que mi vida son bucles que se suceden. La carrera larga, el feedback internáutico, la falta de post que me desaniman, y la idea de que le doy demasiada importancia a las cosas que no la tienen. En realidad pocas cosas son importantes. Mi apego a las cosas se ha ido progresivamente. He abandonado mis discos de vinilo y mis tebeos ya no son aquellos bienes preciados de antaño, solo cosas para leer, muy buenas por cierto. Antes vigilaba mucho las ediciones de los libros que me compraba. Ahora me da igual leer de bolsillo. Solo me interesa el contenido. Eso puede ser bueno o malo. Le resta vistosidad al asunto, pero va al meollo de la cuestión. Pero es que en estos días me da igual el meollo, la verdad y el sursum corda. Solo quiero sutilezas y cosas tan mentecatas que da vergüenza admitirlo.

Mañana será otro día.

4 comentarios:

Narrador dijo...

Bueno, a mi ya no me importa si los libros estan rajados, o los comics tienen huellas en las viñetas negras... hace mucho que tire los guantes de cirujano para tocar el contenido sin importarme que me tranmita alguna enfermedad.

PD: Me encanta el curling pan pan los viernes por la noche es la mayor pan pan de mis aficiones.

José Manuel Ubé González dijo...

Como bibliotecario he visto de todo en las hojas de los libros. Además de lo típico, como hojas subrayadas, mocos, restos de donuts, migas de pan, manchas de tinta, espacios vacíos (me refiero a fotos o párrafos recortados, algunos con delicadeza de cirujano, otros con la fuerza de un albañil); el otro día me llevé una sorpresa mayúscula: un sandwichts enterito de jamón y queso en un Manual de contabilidad. Lo que no me explico es cómo no nos dimos cuenta cuando nos lo dió.
Ánimo, bibliófilo en crisis. Mientras no se convierta en bibliófago, todo va bien.

Anónimo dijo...

Mameluco, me gusta llamarte por tu nick, suena guay: mameluco.

No siempre hay que hacer cosas de provecho, desear cosas mentecatas es normal (es tu siames vulgar, que se rebela). Creo que no pasa nada por hacer cosas mentecatas aunque tambien te digo que es mas divertido hacerlas con mas gente: por ejemplo comer una rebanada de pan y nocilla viendo el programa de las cajas de jesus vazquez.

PD: El libro que te dije se llama "la tentación de la inocencia" , de Bruckner.

Loredana Braghetto dijo...

necesitas ir a un bano público,

eso es una biblioteca de verdad, jajaja.

besos.

 
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