sábado, 27 de septiembre de 2008

Jack


Es curioso ver como la capacidad de fascinación por los criminales y por el crimen en si deja una larga estela espacio temporal. Los lugares donde se produjeron crímenes son hoy escudrinados, visitados y más revisitados que la autopista 61 por Robert Zimmerman, especialmente por los amigos del misterio con Iker y sus acólitos al frente ( grabadoras en ristre), y el poso que queda en la memoria, que nos queda en la memoria, es alargada como las sombras por las oscuras calles de Whitechapel. Si, efectivamente, ese es el lugar a donde nos dirigimos. Me pongo tan peliculero como Iker, porque en realidad el misterio de Jack está sin resolver. Doy las gracias al cielo cada vez que veo un documental acerca del asesino que arrasó Londres en el fatídico año de 1888 por haber nacido en 1976, porque sino me temo que podría muy bien ser sospechoso. No tengo ni idea de cortar cadáveres, nunca he estado en Londres y menos aún he tenido pensamientos homicidas, pero es que el abanico de sospechosos en los espacios del Canal de Historia es tan amplio, que uno hasta duda de si mismo. Que si era un judio polaco, que si era un médico, que si era un carnicero, un miembro de la familia real, un pintor ilustre, incluso han dicho que se podría tratar de una mujer a partir de un análisis de ADN -¿ de qué?- realizado en ¡Australia!. Si quieren ustedes una postura de mi parte les recomiendo que vean la serie que hicieron los ingleses, y por lo menos se divertirán con Michael Caine haciendo del Inspector Abberline.

Pero si de recomendaciones se trata, la mía es la del título de este post, el relato homónimo del simpar Robert Bloch, que he tenido el gusto de paladear este verano. No entraré en detalles, pero magia negra, mal rollo y asesinatos en Chicago pueden que les haga que les pique el gusanillo.

Jack el destripador es sin duda el paradigma de lo macabro de una época. Pero ese tufo a prostituta rajada, destripada, llega hasta nuestros días, porque nunca se supo quien fue. Nunca existió un Sherlock Holmes en la realidad, aunque algunos en la ficción lo hayan querido mezclar. El mundo real es más cruel que todo eso. Hoy las víctimas, Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddows y Mary Jane Kelly nos suenan a todos los que hayamos leído o visto algo sobre el tema, y todo porque no sabemos quien es Jack. Si supiéramos quien es, no las recordaríamos (yo al menos me acuerdo de sus apellidos). No sé me ocurre ninguna víctima de Ed Gein ni de Henry Lee Lucas. Las cosas son así. La literatura y el cine se aprovechan de los filones, de los misterios y del morbo, tan denostado hoy en día por culpa de la tele. Sin morbo no se hubiese desarrollado la fotografía, tal y como la conocemos. No se hubiesen escrito novelas de terror. No se hubiese filmado Psicosis, basada en un libro del propio Bloch. El morbo y el crimen van de la mano, de la mano del ser humano. Y no la soltaran. Sobre todo en las noches oscuras de tormenta, cuando el viento ulula en las rendijas y la luz se va de repente. Abajo unos ruidos alertan al perro, unos crujidos hacen chirriar los escalones y nosotros arropados en la cama, creemos que un edredón es la protección contra todos los sortilegios…¿saben? Creo que tenemos razón.










* Las letras del título son las originales del propio Jack el destripador, sacadas de la primera de las cartas que éste mandó a Scotland Yard. De ahí el título del relato y de este post, por añadidura.

1 comentario:

Gloria dijo...

¿Conoces "From Hell" el tebeo de Alan Moore y Eddie Campbell sobre el destripador?

Moore elabora una intrigante historia, a partir de una de las-incontables teorías sobre la identidad del asesino, y de paso disecciona a la inglaterra victoriana con una furia digna del monstruo de White Chapel.

Tiene un epílogo bastante divertido, en el que da un repaso a la multitud de teorías sobre los crímenes

 
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