Me declaro materialista. Lo he hecho muchas veces. Saben que mi blog es el del eterno retorno. Vamos, que soy un machacón. Los más simplones se irán por el lado pecuniario del asunto. Mal, muy mal. Me gustan los dineros, pero no tanto como para reivindicarlo. Me declaro materialista por el mero hecho de que creo que todo es materia. Todo son átomos, elementos, moléculas. Bueno, todo es, todos somos. Desde una enana marrón (no es un pigmea, amigos, es una estrella) hasta su prima, la del pueblo, todo somos materia. Combinaciones químicas más o menos complejas regidas por las leyes naturales de la física. La navaja de Ockham, una vez más. El principio de la parsimonia. No hay que inventar, sino investigar. ¿A dónde quiero llegar? Siempre quiero llegar a algún sitio con tanta palabrería. Si. Quiero llegar a que ser materialista es la reducción de todo a materia. O sea, ahora viene lo importante (redoble de tambores) la negación del espíritu, del alma, de un ser superior, de lo que implica la metafísica. No hay nada más allá de la física, amigos. Hay cosas que aún no se saben, eso es indudable, pero poco a poco se irá desgranando el misterio como en un relato de Sherlock Holmes. Por lo tanto, nuestros pensamientos, el amor, el odio, la alegría, la tristeza, el enfado, los celos y la envidia, son procesos fisiológicos de una materia complejamente interrelacionada y entrecruzada. No deja de ser eso. Nuestros aprecios por las personas también es materialismo sensu stricto, porque no dejan de ser cosas con raciocinio.
Le tomamos cariño a muchas cosas, a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestras parejas, a nuestras mascotas. Son materia, no lo olvidemos. Hay gente que no comprende el apego a las cosas. Yo sí, porque soy un acumulador, como Drugos. Le tengo cariño a mis libros y a mis tebeos, a mis vinilos, a mis cositas guardadas en mis cajones. Guardo pequeñas cosas. A muchos de ustedes le pasará lo mismo, porque se que tienen sensibilidades parecidas a la mía. Y por eso comprenderán que me puse triste cuando el otro día mi impresora falleció de vieja. Y que también comprenderán que le compuse una elegía ripiesca a mi modo, así que ahí va mi

Réquiem por una impresora
Todo empezó de repente
sin venir a cuento el jueves
al intentar imprimir
sin éxito un tema en pdf
las luces parpadeantes
rojo y verde intermitentes
son luminoso presagio
de una muerte inminente
¿Qué falló en tu mecanismo,
acaso fue culpa mía
no te trate con el civismo
que sin duda merecías?
Te metí papel del malo
cartulinas, hasta cartón
nunca papel reciclado
de ello me guarde a mi Dios
Pronto te sustituiré
por otra que tengo más nueva
pero no será lo mismo
vieja impresora, compañera
Contigo imprimí de todo
trabajos para la imprenta
trabajos para la facul
mis cuentos y mis poemas
Eras ancha de carro
mayor de un A4 eras
y no como las de ahora
pequeñas y sin vergüenza.
Te echaré de menos, Epson mía
seiscientos ochenta te llamabas
e igual que la seiscientos
¡tendrás un hueco en mi alma!